Una correcta planificación del trabajo puede evitar errores a la hora de pintar una superficie. El primer paso siempre es elegir el color adecuado, una tarea de la que depende en buena parte el resultado final. Los colores crean sensaciones. Son capaces de relajar, trasmitir alegría, sugerir fuerza o inspirar diversión. Agrandan visualmente una estancia (blanco, verde), la empequeñecen (rojo), disimulan imperfecciones (gris, negro) y crean espacios luminosos (melocotón, arena, crema), frescos (azul) o de contrastes (morado, amarillo).
Una vez que se elige el tono, llega el momento de decidir el modo en que se quiere pintar. Si la pared tiene gotelé, es fácil retirarlo con masilla para dejar la superficie lisa. Otras técnicas consiguen imprimir un efecto similar al mármol, difuminar el color o ganar originalidad con el trapeado, la aguada y la técnica de la brocha seca.
En cuanto a las herramientas, es fundamental contar con todo el material necesario antes de empezar a pintar. Cada técnica requiere unos utensilios, pero además, existen una serie de elementos comunes a cualquier tarea: papel de lija y rasquetas para retirar la pintura antigua, bayetas para eliminar el polvo de las paredes antes de pintar, agua o disolvente para mezclar la pintura, cinta protectora, cubos, cubetas, rodillos y brochas.
Preparar la estancia y la superficie
Además de tener en cuenta el estado de la habitación que se quiere pintar, hay que fijarse también en su contenido. En este sentido, cuanto más se vacíe la estancia, menor será el riesgo de manchar o estropear los muebles. Asimismo, conviene cubrir las lámparas, ante posibles salpicaduras, así como el resto de objetos que permanezcan en la habitación, incluidos los interruptores y enchufes.
Hay que proteger el mobiliario y eliminar agujeros, desconchados, grietas o clavos de la pared
Unos guardapolvos o sábanas viejas serán suficientes para poner a salvo las grandes piezas y el suelo. Por su parte, la cinta de carrocero protege los cercos de puertas y ventanas, zócalos, manillas y marcos de enchufes, que se pueden retirar si se prefiere.
A continuación, se prepara la superficie para que quede libre de agujeros, desconchados, grietas o clavos. Se lija hasta eliminar cualquier irregularidad y se aplica una capa de imprimación para tapar los poros y mejorar la adherencia de la pintura. Si se opta por no eliminar la pintura antigua, hay que confirmar que el nuevo producto es compatible con el anterior.
Cuando todo está listo, antes de empezar a pintar, conviene hacer pruebas de color en una zona poco visible de la pared o en una paleta blanca. Hay que fijarse en la iluminación de la habitación y el efecto de la luz sobre el color, sobre todo, en el momento en que más se vaya a estar en la estancia.
Respecto al material, lo mas frecuente es utilizar brochas, rodillos y pinceles. Para que las cerdas no se desprendan ni adhieran a la pared durante su uso, es recomendable sumergir las brochas y los pinceles en agua durante las horas previas, además de pasar la mano por ellas una vez que se sequen.
A la hora de cargarlas de pintura, hay que verter ésta en un recipiente, introducir las cerdas sin cubrirlas por completo (aproximadamente un tercio de las cerdas debe quedar limpio) y retirar el exceso de producto en el borde del recipiente para que no gotee.
Los rodillos se cargan de manera similar. La pintura se vierte en una cubeta, se empapa el rodillo por igual en toda la superficie, se elimina el exceso de pintura en el borde de la cubeta y se comienza a pintar de manera uniforme, con trazos cruzados para evitar las marcas.