Como indica su nombre, las plantas acuáticas se desarrollan en el agua. Fuentes, charcas, balsas, estanques, arroyos, ríos y albuferas son algunos de sus lugares preferidos. Crecen «donde no pueden vivir las demás plantas terrestres», explican desde el Jardín Botánico de la Universitat de València.
Su estructura herbácea es similar. Todas tienen el tallo hueco para transportar aire y oxigenar las raíces, igual que las plantas terrestres. «Al estar en un ambiente saturado de agua, el tallo actúa como lo hace el tubo de un buzo para que la planta pueda respirar», detalla el conservador del Jardín, Jaime Güemes.
Hay plantas sumergidas, flotantes, con raíces en el fondo o cerca de la superficie, anfibias o helófilas -que sólo mantienen sumergidas las raíces-. Todas ellas pertenecen a familias muy diversas, pero presentan adaptaciones semejantes. «Son una muestra del fenómeno de convergencia adaptativa». De hecho, es recomendable mezclar especies. «Por ejemplo -precisa Güemes-, los nenúfares, que no se separan del agua, se pueden alternar con plantas verticales como los papiros o las eneas, que rompen la continuidad plana».
Consejos para cultivar
Cuando las plantas se localizan en el estanque del jardín, es importante que éste tenga cierta profundidad, pero sin exagerar. Un fondo de 40 centímetros, «o menos», es suficiente para que las plantas se desarrollen. En cuanto a la anchura, dependerá de la cantidad de plantas, pero no es un factor determinante.
El estanque ha de tener una profundidad de 40 centímetros o menos
Lo que sí hay que tener en cuenta es que las plantas deben cultivarse en macetas y que éstas, al caer hacia el fondo debido a su peso, tienen que tener una altura determinada según el tipo de planta. Los nenúfares, por ejemplo, deben estar totalmente sumergidos, ya que necesitan tener agua por encima del suelo para que las hojas se desarrollen bien. «Por el contrario -continúa Güemes-, los papiros o las eneas necesitan que parte del suelo esté fuera del agua, para que el nivel de encharcamiento no sea tan elevado».
La época del año más conveniente para plantar estas especies es primavera, ya que necesitan muchas horas de luz y en invierno prácticamente «desaparecen» al quedar sumergidas en la raíz. En estos meses, los expertos aconsejan aprovechar para idear el diseño del estanque, que tomará forma un tiempo después.
Sí es recomendable utilizar un abonado de liberación lenta, «aunque son plantas poco exigentes en cuanto al abonado», y plantar ejemplares «un poco brotados» para facilitar su crecimiento. Además, no necesitan ningún tipo de riego, pero sí es necesario oxigenar el agua, «moverla, agitarla, para evitar que se deteriore, se pudra o disminuya la concentración de oxígeno». Un sistema de aireación en el estanque puede resultar muy útil. «De todas formas, si el estanque es grande, a través de la superficie del agua se produce un intercambio de gases suficiente», puntualiza Güemes.
Los nenúfares son, seguramente, las plantas acuáticas más conocidas. Aunque pasan buena parte del año desaparecidas, ya que sus hojas se secan, conforman una especie sencilla que apenas requiere cuidados ni tratamientos especiales. Basta con que las raíces estén sumergidas, con cierto fondo, para que se conserven en buen estado.
En cuanto a las eneas y papiros, sus raíces tienen que quedar ligeramente por encima del agua, puesto que no son plantas de raíces sumergidas, sino plantas de borde. Por otro lado, al igual que ocurre con los nenúfares, el invierno es una época poco propicia para estas plantas. Las bajas temperaturas y la falta de luz contribuye a que las eneas se sequen y los papiros dejen de brotar.