La poda de formación consigue especies arbóreas más fuertes. Se realiza en los árboles desde que tienen dos o tres años hasta que llegan a la madurez. De esta manera, se facilita su crecimiento (según la localización), se obtiene una estética determinada o se dirige su desarrollo «según el fin deseado». «La poda de formación da más beneficios que cualquier otra práctica cultural, ya que influye en la estructura futura, en la apariencia y en los costes de mantenimiento de los árboles ornamentales», defiende la Asociación Española de Arboricultura (AEA).
Esta práctica permite mejorar la estructura del árbol gracias a la eliminación de algunas ramas. De manera paralela, durante la poda de formación se logra fortalecer las propias ramas para que mantengan una buena estructura cuando el árbol envejezca. «Para ello, es fundamental el reconocimiento de la especie, su modelo de crecimiento y sus fases de desarrollo», recuerda la AEA.
Además de responder a motivos estéticos, la poda es eminentemente práctica. En este sentido, aunque nunca se debe entorpecer el crecimiento de los árboles, sí es posible dirigir la orientación de las ramas para que, durante su desarrollo, no lleguen a ocupar zonas de paso, césped o el espacio reservado para otras especies.
Pasos de la poda
Para realizar la poda de formación correctamente, la AEA y la Sociedad Internacional de Arboricultura (ISA) recomiendan seguir una serie de pasos. El primero de ellos consiste en eliminar las ramas «rotas, enfermas, moribundas o muertas». Según el estado en que se encuentren estas ramas, se debe eliminar parte de las mismas o toda la rama.
A continuación, se selecciona una guía, «la más vertical y vigorosa», y se eliminan «otras ramas que compitan con ella». En cuanto a la altura, hay que elegir la rama que marcará la situación del resto. En un jardín, la altura recomendada para la rama permanente más baja es de 2,5 metros.
Por último, se seleccionan las ramas que formarán el esqueleto definitivo y, de nuevo, se reduce el tamaño de las ramas «competidoras» o directamente se cortan. Respecto a las ramas temporales, deben respetarse cuando crecen por debajo de la rama permanente más baja. «Determinadas especies en climas de verano muy caluroso necesitan ramas temporales que protejan el tronco de las quemaduras por los rayos solares», explica la ISA.
La clave de la poda está en el momento en que debe hacerse y la cantidad de ramas que hay que eliminar. En este sentido, la época más aconsejable suele ser el invierno, puesto que se produce un reposo vegetativo. Nunca debe realizarse durante la formación de las hojas, ni en árboles recién plantados, “si acaso para eliminar ramas rotas o enfermas”. Respecto al “cuánto”, por lo general, no se debe eliminar más del 25% de la copa por año. “En muchos casos, con el 5% o 10% sería suficiente”, precisa la ISA.
La poda nunca debe realizarse durante la formación de las hojas, ni en árboles recién plantados
Por otro lado, es preferible realizar cortes pequeños, ya que causan menos daño que los grandes. Si se espera a podar un árbol cuando es adulto, los cortes serán casi con seguridad mayores y las especies tendrán más dificultades para cerrarlos.
Por estos motivos, es importante planificar el proceso de poda con antelación para evitar lesiones en los árboles. Los cortes no son reversibles y pueden causar daños perdurables, para toda la vida. Por ello, cuando se desconozca cómo realizar la poda, es preferible solicitar ayuda profesional.