Una superficie galvanizada no es precisamente la forma más estética que puede tener un objeto. Pero pintarlo de un color más atractivo requiere unos conocimientos previos. No resulta tan fácil como pintar una superficie normal, pero tampoco es tan difícil como para que no esté dentro de las posibilidades de cualquier aficionado al bricolaje.
Actualmente, en cualquier tienda especializada pueden encontrarse productos específicos para pintar este tipo de superficies. La mayor parte de ellos basan su fórmula en una imprimación que generalmente tiene dos componentes: un activador de ácido fosfórico que tiene como misión atacar la superficie que se pintará; y una base compuesta de pigmentos que se encargará de impedir la corrosión.
El procedimiento se iniciará con la mezcla de los dos componentes unos veinte minutos antes de comenzar a pintar la superficie. La medida de ambos componentes será a partes iguales, a no ser que el fabricante indique lo contrario.
En caso de que la superficie sobre la que se trabaje estuviera pintada, será conveniente quitar la pintura. Para ello se puede emplear una espátula, teniendo cuidado de que no quede nada de la pintura vieja en la superficie. Además, las manchas de óxido también son enemigo de una correcta aplicación del producto. Deberán ser eliminadas por completo. Ayudándose de una lija de grano medio o fino, la superficie se dejará bien limpia.
Con los preparativos finalizados, la superficie a pintar estará lista. Momento éste en el que se aplicará el producto adquirido. Dicha tarea se podrá llevar a cabo tanto una pistola como una brocha. Se aplicará en primer lugar una capa fina, para posteriormente, y tras esperar aproximadamente un cuarto de hora, aplicar una segunda capa.
Cuando hayan pasado aproximadamente unas cuatro horas se recomienda limpiar la superficie para evitar que los restos del producto molesten en la posterior aplicación de la pintura. Una vez se hayan realizado todas estas operaciones, se procederá a pintar casi con cualquier tipo de pintura.