Si sus ejemplares presentan hojas amarillentas o decoloraciones importantes, con estos síntomas evidentes estarán notificando que requieren riegos más abundantes y/o una mayor cadencia de riego, así como una menor exposición a los rayos del sol.
Lo más recomendable en estas ocasiones es retirar las flores y hojas marchitas o amarillentas para evitar que la planta malgaste los nutrientes que adquiera en revivir estas partes en lugar de en crecer y florecer. De esta forma el ejemplar podrá encontrarse en mejores condiciones para hacer frente a las plagas, que deberán ser atajadas al menor síntoma, tratando de emplear insecticidas sistémicos que ataquen a la plaga y no al ecosistema biológico circundante. También se encontrará más protegido frente a condiciones climatológicas adversas.
La decoloración también puede aparecer si la planta no es capaz de adquirir alguno de los microelementos necesarios para realizar el proceso de fotosíntesis, generalmente porque el sustrato sobre el que se asienta carece de él o se ha agotado. Si quiere corregir estos problemas deberá abonar sus ejemplares y utilizar productos para reverdecer sus hojas.
No obstante tenga en cuenta que el abono no es un producto fitosanitário, sino de un complemento nutricional para el sustrato sobre el que se asienta su ejemplar, por lo que es necesario primero acabar con la presencia de plagas y luego proceder a abonar.
Asimismo, las hojas también pueden llegar a caerse incluso sin que se aprecie una alteración visible sobre el ejemplar ni la presencia de plagas. Este efecto puede producirse si se encuentran ubicadas en un lugar en corriente, por lo que resulta conveniente evitar este tipo de emplazamientos.