La utilización de herbicidas químicos para acabar con las malas hierbas que crecen en el césped del jardín es una práctica habitual. En general, resulta eficaz para la eliminación de este tipo de plantas, pero también puede ocurrir que algunas especies ofrezcan resistencia a ciertos herbicidas.
Una vez identificado el tipo de mala hierba que se quiere combatir, hay que escoger el herbicida correspondiente para acabar con esa especie. Aunque hay herbicidas totales, para cualquier planta, es recomendable emplear productos adecuados a la especie que se quiere eliminar, ya que así serán menores las posibilidades de dañar al resto de los ejemplares del jardín.
Los herbicidas se pueden clasificar de tres maneras:
- Por su mecanismo de acción. Se encuentran distintos grupos de productos que destruyen a las malas hierbas mediante diferentes procesos, como la inhibición de la división celular, la respiración, la fotosíntesis o la síntesis de aminoácidos esenciales.
- Por su lugar de absorción. Foliares, radiculares y mixtos.
- Por su transporte dentro de la planta. Sistémicos o de contacto.
Por qué se resisten
La resistencia de una mala hierba es «la capacidad heredable de un biotipo de una planta para sobrevivir a la aplicación de un herbicida al cual la población original era sensible», según la Sociedad Española de Malherbología (SEMh). A partir de esta definición se distingue entre:
- Mala hierba sensible. No sobrevive con la cantidad recomendada de uso de un herbicida.
- Mala hierba tolerante o insensible. Nunca se ha podido controlar con un determinado herbicida.
En cuanto a la resistencia puede ser:
- Cruzada. Cuando la planta desarrolla un mecanismo de resistencia a un herbicida que le permite ser resistente a otros.
- Múltiple. La planta desarrolla uno o varios mecanismos de resistencia a varios herbicidas y con distintos modos de acción.
Una planta se convierte en resistente cuando consigue anular la actividad fitotóxica del herbicida, es decir, cuando evita la retención, absorción, transporte o actividad metabólica de la materia activa. Puede ocurrir que se reduzca la concentración de herbicida en el sitio de acción o que el metabolismo de la planta lo sintetice dando lugar a compuestos no tóxicos.
Cuando surjan problemas a la hora de controlar una mala hierba “se deben analizar todos los factores que han podido influir en la falta de eficacia”, recomienda la SEMh: dosificación, época de aplicación, factores climáticos, tipo de suelo, tamaño de las hierbas, calidad y estado de calibración de los equipos de aplicación.
Se puede sospechar la resistencia cuando otras especies son controladas con el mismo tratamiento
Se puede sospechar que se está produciendo una resistencia cuando otras especies sí pueden ser controladas con el mismo tratamiento y junto a la mala hierba viva hay plantas muertas; cuando la resistencia ya se ha advertido en años anteriores; si se ha utilizado el mismo herbicida en diversas campañas, y si en la zona hay otras fincas con problemas similares.
Asimismo, para prevenir que esto ocurra, hay que seguir una serie de normas:
- Emplear herbicidas sólo cuando sea necesario.
- Utilizar la rotación de cultivos.
- Combinar los herbicidas con otros métodos, como la siega o el laboreo.
- Limpiar los equipos utilizados para no diseminar las semillas de especies resistentes.
- Vigilar la eficacia de los tratamientos herbicidas.