El rendimiento de las lámparas fluorescentes es casi cuatro veces superior al de las bombillas incandescentes. De ahí que se localicen, en su mayoría, en la cocina o en estancias en las que la luz permanece encendida durante largos periodos de tiempo. Reducen el gasto en la factura, a la vez que proporcionan una luz blanca que facilita la visibilidad.
Sin embargo, su principal característica es que, al encenderse, emiten un parpadeo que reduce el tiempo de vida útil del tubo fluorescente. Así, si al ponerse en marcha la luz tarda un tiempo considerable en estabilizarse, es un claro síntoma de que el proceso de envejecimiento ha comenzado.
Al arrancar, las lámparas fluorescentes son sometidas a una fuerte sobretensión que activa el gas interior que produce la luz. Es en este momento cuando más energía consumen, ya que la tensión se reduce a continuación. Por este motivo, cuando el parpadeo sea prolongado, conviene cambiar el tubo fluorescente para evitar un gasto energético mayor.
Manchas en los tubos
Otras anomalías que pueden presentar los tubos fluorescentes son la aparición de manchas o el ennegrecimiento de los extremos, debido al propio proceso de envejecimiento. Otras veces, son visibles una especie de anillos en uno de los lados o en ambos como consecuencia del desgaste de la lámpara o de un arranque incorrecto.
El proceso de envejecimiento provoca el ennegrecimiento de los extremos
Por otro lado, cuando las manchas de los extremos son muy oscuras, el problema puede estar en el cebador o en los filamentos. Este tipo de manchas tienen su origen en el rápido desprendimiento del material de los cátodos o polos negativos. Asimismo, en ocasiones, basta con girar el tubo media vuelta para colocarlo en la posición correcta y evitar malos contactos que provocan el parpadeo de la luz.
Para su correcto funcionamiento, los tubos fluorescentes disponen del cebador y la reactancia. Un fallo en cualquiera de estas dos piezas es también causa de anomalía.
Cebador. Posee dos placas metálicas, una de las cuales recibe la descarga inicial y se dilata. Si esta operación falla, la conexión con la otra placa no se produce y, por lo tanto, el tubo no se enciende.
Reactancia. Al limitar la tensión, cuando esta pieza falla el tubo no logra la conexión adecuada.