Entre los amantes de las plantas cada vez es más habitual observar cómo cada cual decide instalar su propio invernadero. Antes de decidirse por el modelo o tipo de invernadero que se desea adquirir es conveniente tener claro el material del que se quiere para la estructura.
A continuación, se señalan unos breves apuntes que pueden ayudar a realizar la elección de dicha estructura:
–Aluminio. Se trata de un material ligero, muy resistente y fácil de trasladar de lugar. El mantenimiento además de sencillo es barato.
–Madera. Es el más apropiado para acompañar el estilo rústico que pueda tener el conjunto de la casa y jardín. La madera es aconsejable que sea resistente al agua como es el caso del cedro, teca o roble. Precisa un mantenimiento periódico, con su correspondiente coste económico y temporal.
También habrá que decidirse por un tipo de material transparente u otro, que funcione a modo de cristalera:
–Cristal. Capta y retiene muy bien tanto el calor como el sol.
–Plástico. Es barato y no hay peligro si hay niños, pero se raya fácilmente con el polvo y la arenilla que arrastra el viento. Esto provoca que, en caso de granizadas, el plástico se pueda quebrar.
–Fibra de vidrio. Tal vez puede ser la mejor opción, pero como gran inconveniente tienen que son realmente caros.
Además del desembolso inicial que supone decidirse por un material u otro, hay que tener muy presente el coste del mantenimiento posterior.
Optimizar el espacio
Asimismo, en jardinería, una persona que es aficionada probablemente no saque el mismo rendimiento a cada rincón del jardín como lo puede hacer un curtido jardinero. Sin embargo, en las próximas líneas se ofrecerán algunas ideas para aprovechar aquellos huecos del invernadero que se tienen realmente olvidados, pero que pueden tener múltiples utilidades.
Lo más habitual es que los espacios a los que no se les da uso se encuentren en la parte inferior de los anaqueles y que por lo tanto éstas sean zonas sombrías e incluso frías cuando se trate de los meses de invierno. Estas duras condiciones no suponen que sean inservibles, todo lo contrario, hay determinadas especies de plantas que requieren dicho entorno para salir adelante.
De todas formas, para asegurar un estado adecuado de la zona inferior es preciso que desde la balda superior no se produzca un goteo incesante hacia abajo ni que le caigan sistemáticamente las hojas o la suciedad del anaquel anterior. Así que será fundamental mantener un cuidado excepcional de todo el invernadero, si se quiere optimizar el espacio.
Teniendo claro lo anterior, el primer paso ha tener en cuenta consiste en no colocar ninguna planta, tiesto o cualquier otro elemento directamente sobre el suelo, dado que es susceptible de ser atacado más fácilmente por insectos. Por ello, es recomendable o bien colocar unos listones o anaqueles inferiores ligeramente elevados o bien simplemente extender algún plástico sobre el cual se verterá gravilla o arena gruesa.
Posteriormente es conveniente estudiar la luminosidad de ese espacio inferior que se quiere aprovechar, de tal manera que si se trata de una zona en la que la luz penetra fácilmente, se podrán cultivar casi todas las especies. Sin embargo, si se trata de un lugar sombrío es necesario recurrir a la plantación de helechos, hortalizas o incluso al cultivo de champiñones. En el caso en el que no se desee cultivar nuevas especies, también puede ser un lugar propicio para las primeras fases de vegetación de algunas plantas de interior.
También hay que valorar si el invernadero dispone o no de calefacción. Si la respuesta es afirmativa, un anaquel inferior puede ser un buen lugar para cultivar plantas de origen subtropical como pueden ser la maranta o la fitonia, para la germinación de semillas o para cultivar tubérculos. Si el invernadero no dispone de calefacción se pueden preparar unos cajones de turba que contengan órganos en reserva o plantas en reposo, sobre todo en invierno, y luego ubicarlos en el anaquel inferior.
Teniendo presente lo explicado anteriormente cualquiera podrá sacar mayor provecho de su invernadero.
Ventilar el invernadero
Aparte, si se dispone de un invernadero ya se sabrá cómo realizar los trabajos destinados a proporcionar un buen desarrollo a los ejemplares que allí hay plantados, pero siempre existe un consejo o un truco que puede ayudarles a mejorar su calidad de vida. En este caso, se recomienda aprovechar aquellas horas del día en las que el sol pueda hacer su aparición, aunque sea tímida, para abrir las vidrieras, ventanas y/o puertas del invernadero.
De esta manera, ventilando convenientemente el espacio, se está evitando que se produzca una acumulación de humedad, la cual pueda ser perjudicial para las plantas. Es recomendable que esta aireación sólo se produzca durante una hora al día y siempre que incidan sobre el invernadero los rayos del sol de forma directa.
Instalar calefacción
Instalar un sistema calefactor en un invernadero se trata de una tarea realmente sencilla, pero para ubicar el más adecuado a cada caso, ajustando al máximo el gasto sin que ello influya en el rendimiento, no resulta tan fácil.
Antes de adquirir cualquier calefacción, el primer paso que conviene dar consiste en tener en cuenta una serie de consideraciones que determinarán las necesidades de cada invernadero:
-Es aconsejable tener claro qué tipo de plantas se piensan cultivar para saber así la temperatura idónea que precisarán.
-También será preciso estudiar si a lo largo de las diferentes épocas del año existe mucha diferencia entre la temperatura idónea del recinto y la del exterior.
-Además, será recomendable calcular el índice de pérdida de calor del invernáculo, algo que estará en relación con las diferencias de temperatura entre interior y exterior.
Además de estos aspectos, no hay que olvidar que los diferentes materiales de los que puede estar hecho el propio invernadero facilitarán el mantenimiento o la pérdida de calor.
Todas estas cuestiones han de valorarse antes de hacerse con un equipo de calefacción para no excederse ni quedarse corto en el desembolso que se vaya a realizar.