Los cortacircuitos se dividen en térmicos y mecánicos. Están diseñados para interrumpir la corriente eléctrica cuando se detecta una sobrecarga en el circuito. De este modo, no se dañan las propiedades del aislante de los conductores eléctricos, lo que evita que se provoque un cortocircuito que podría ser peligroso para la instalación y para las personas.
Cortacircuitos térmicos
Los térmicos o fusibles son el tipo de cortacircuito más antiguo. Están formados por plomo u otro metal blando que se puede derretir con facilidad si la temperatura es elevada. Cuando un conductor se calienta por una corriente intensa, el fusible se funde y detiene el circuito eléctrico. Por tanto, un fusible es una medida preventiva de protección, el primer punto que debe fallar en caso de sobrecarga para evitar consecuencias peores.
Cuando un fusible ha cumplido su cometido en una ocasión, hay que sustituirlo por otro. El nuevo debe ser de igual capacidad y tamaño que el anterior, ya que si se reemplaza por otro de mayor intensidad, el sistema correría el riesgo de no detectar sobrecargas y, si es más pequeño, la corriente se puede interrumpir aunque el sistema funcione con normalidad.
Si un fusible se funde, hay que desconectar el aparato que ha causado la sobrecarga. De no hacerlo así, el fusible se fundiría de nuevo. Es imprescindible conocer este aspecto.
Tipos de fusibles
Los fusibles se dividen en tres tipos: de plaqueta o cuchillas, de tapón y de cartucho. Los primeros están constituidos por una plaqueta de material aislante provista de dos bornes desmontables sobre los que se fija el hilo del fusible. Se utilizan para evitar sobrecargas y cortocircuitos en instalaciones de distribución. Se les denomina también fusibles NH.
Los de cuchillas se utilizan para evitar sobrecargas y cortocircuitos en instalaciones de distribución
Los de tapón son los más utilizados. Constan de un tubo cerámico de alta resistencia a la presión interna y a los choques térmicos. La lámina que hace de fusible se encuentra en su interior recubierta de una arenilla cristalizada y unida en sus extremos por dos electrodos que hacen a su vez de tapón.
Por lo que respecta a los de cartucho, son de forma cilíndrica y constan de una base de material aislante sobre la que se fijan unos soportes metálicos que facilitan que el cartucho se introduzca a presión en los alojamientos dispuestos para ello.
Cumplen la misma función que los fusibles, con la ventaja de que el circuito se puede activar de nuevo una vez que se ha disparado. Los interruptores automáticos cortan la corriente cuando detectan, mediante un sistema térmico o electromagnético, una sobrecarga en el circuito. Una vez que lo hacen, se debe comprobar la instalación y, según el caso, reducir el consumo o detectar el aparato que ha provocado el incidente.