La soldadura consiste en unir dos piezas metálicas mediante fusión. Es habitual emplear esta técnica en las tuberías de cobre, pero también es posible utilizarla en otras piezas compuestas de plomo, estaño, zinc, aluminio o latón. La unión de los elementos se logra a través del principio de capilaridad. Este fenómeno requiere, además de las piezas que se vayan a soldar, un material fundible denominado metal de aportación. Cuando éste se funde y entra en contacto con los otros dos elementos, también calentados con anterioridad, penetra entre ellos hasta unirlos. Según el tipo de metal que se emplee como material de aportación la forma de soldar es diferente.
Tipos de soldadura
Las soldaduras se clasifican en dos grandes grupos: blandas y duras. En las primeras, el metal añadido es una aleación de estaño fundente, con una temperatura de fusión entre 180ºC y 200ºC. Este tipo de soldadura es una técnica válida para unir metales sometidos a contracciones mecánicas débiles, como canalizaciones de agua fría. Se estima que en estas uniones las tracciones superiores a 5 kg por milímetro cuadrado son suficientes para romperlas.
En las soldaduras duras, el metal de aportación es la plata, el cobre o el aluminio. Estos se vuelven licuables entre los 650ºC y 750ºC. Sólo es posible esta técnica en piezas metálicas que toleren temperaturas similares. Las soldaduras duras se utilizan para ensambles sometidos a fuertes contracciones mecánicas, como las canalizaciones de agua caliente o gas, y las verjas. Su resistencia es diez veces superior a la de las blandas. Este sistema no permite ensamblar piezas de estaño, zinc o plomo.
En tuberías de cobre
Para unir una tubería de cobre con una conexión mediante soldadura, en primer lugar, es conveniente decapar con papel de lija o una lana de acero ambas piezas. A continuación, se debe aplicar con la ayuda de un pincel una capa de pasta desoxidante sobre las superficies que se vayan a soldar. Si la soldadura se realiza en una tubería apoyada en una pared, es aconsejable protegerla contra las llamas con una pantalla de protección rígida o flexible para evitar desperfectos.
La resistencia de las uniones con soldadura de plata, cobre o aluminio es más fuerte
Una vez que el material está preparado, se debe calentar el metal con un soplete o una lámpara para soldar. Para ello, es necesario regular la llama y dar calor hasta que los elementos cambien de color cobre a rojo oscuro. Después, hay que aplicar de nuevo decapante con una varilla de soldar y mantener el calor en la zona, sin exponer la vara de forma directa a la llama del soplete. Para eliminar los restos de pasta desoxidante, se deja enfriar y se limpia la soldadura con un trapo humedecido en agua.
Además de las opciones anteriores, es posible soldar dos elementos sin emplear un metal de aportación. La soldadura autógena, también conocida como oxicombustible, consiste en ensamblar dos piezas de metal de la misma naturaleza mediante su fusión. Este tipo de unión se utiliza para soldar tubos, sillas o bicicletas y es un proceso de trabajo habitual también en talleres mecánicos. Es apropiada para ensambles sometidos a fuertes contracciones mecánicas y requiere una temperatura de calentamiento de 1.500ºC.
En las autógenas, el calor lo proporciona una llama que se genera por la combustión de una mezcla de acetileno y oxígeno en partes iguales. El efecto calorífico funde los extremos que se unen al enfriarse y solidificarse. De esta manera, se logra un enlace homogéneo.