Las plantas necesitan espacio para crecer. Sobre todo cuando se encuentran en una maceta, hay que procurar que dispongan de un entorno suficiente para desarrollarse. Por ello, cada cierto tiempo es conveniente trasplantarlas a un tiesto mayor. En concreto, cuando las plantas crecen muy rápido o son jóvenes, conviene cambiar de recipiente cada año al final del invierno. El resto de ejemplares pueden trasplantarse cada dos o tres años, según el ritmo de crecimiento.
Para saber cuándo hay que realizar el trasplante, basta mirar el orificio inferior de la maceta. Si se aprecia que las raíces de la planta salen al exterior, es el momento de cambiar el recipiente. La planta debe crecer sin limitaciones y, además, es importante que el orificio de drenaje esté libre. Para ello, el nuevo tiesto debe tener un diámetro mayor que el anterior. Con un máximo de cuatro centímetros suele ser suficiente.
Cómo trasplantar
La operación de trasplante debe ser muy cuidadosa con la planta. A menudo, los vegetales son demasiado débiles, por lo que hay que actuar con delicadeza para no estropearlos. De igual manera, en el fondo del nuevo recipiente hay que formar una capa drenante que ayude a dar salida al exceso de agua.
Para retirar la planta de la maceta, hay que volcarla, sin forzar ni tirar del tallo
Sobre esta capa, se coloca una base de sustrato (mantillo) para favorecer el desarrollo de los vegetales y, una vez preparada la nueva maceta, se procede a sacar la planta del anterior recipiente. Para ello, se vuelca con cuidado y se extrae sin forzarla ni tirar del tallo. Si la planta se resiste, se pueden golpear las paredes de la maceta o emplear un cuchillo para separar la tierra del tiesto. Una opción más drástica consiste en romper el recipiente.
Antes de proceder al trasplante, hay que asegurarse de que las raíces no están enredadas. Si es necesario, se puede eliminar la parte más enmarañada. También conviene retirar la tierra sobrante del cepellón para que no entorpezca su desarrollo. A continuación, se coloca la planta en la nueva maceta, se añade sustrato hasta cubrir la parte superior del cepellón y se aplasta la tierra con las manos.
Si la tierra se encuentra húmeda, no es necesario regar la planta. Sí conviene, no obstante, situarla en un lugar protegido durante varios días, sin que esto suponga una modificación de las condiciones a las que estaba sometida antes.
Las raíces deben desarrollarse en un entorno favorable para no encontrar obstáculos en su crecimiento. Por ello, resulta conveniente aumentar la dosis de riego durante las dos semanas posteriores al trasplante. De esta manera, se asegura la humedad del sustrato, siempre que se evite el encharcamiento.
La tierra común tiende a endurecer y apelmazarse en las macetas. Cuando esto ocurre, el paso de oxígeno a las raíces queda interrumpido y se frena el drenaje. Un buen mantenimiento de la tierra garantiza la salud de las plantas y favorece su crecimiento en buenas condiciones.