La bignonia es un ejemplar de carácter leñoso, trepador, con ramas largas y flexibles como lianas, dotadas de zarcillos que favorecen su adhesión a los emparrados y a las verjas o cualquier tipo de soporte que le proporcionemos para trepar.
Las hojas mantienen siempre un color verde intenso y brillante, lo que las hace muy atractivas y llamativas. Sus flores son de color rojo-anaranjado. Se encuentran reunidas en numerosos grupos de dos a cinco flores. La floración dura desde mayo hasta finales del mes de junio.
Este ejemplar es oriundo del continente americano, aunque procede de dos zonas geográficas muy distantes entre sí, Argentina y algunos estados de los Estados Unidos (Virginia, Florida, Louisiana e Illinois).
La bignonia pertenece a la familia de las Bignoniáceas. Se trata de una planta sumamente delicada. Exige una temperatura constante muy elevada a lo largo de todo el año y no puede cultivarse en zonas donde la mínima sea inferior a los 10º C. Las ramas secundarias deben ser eliminadas tras la floración, y al final del invierno las ramas principales también se recortarán en 1/3 para favorecer la aparición de las siguientes flores y protegerla de las inclemencias meteorológicas.
Deberá regar la bignonia abundantemente durante el periodo vegetativo (cada dos o tres días) y, antes de la aparición de los capullos, suministrar frecuentes irrigaciones al follaje. Conviene añadir al agua seis gotas de estimulante hormónico cada 15 días.
Respecto a sus requerimientos de iluminación, necesita pleno sol o incluso media sombra, aunque, en este caso, florece con menor intensidad, por lo que no es del todo recomendable esta ubicación y sí la de una pared orientada al este.