Si se desea disfrutar de una higuera en el jardín, uno de los pocos cuidados que se debe tener es elegir bien el sitio donde se ha de plantar, ya que no crece mucho en altura, pero sí hacia los lados y sus raíces pueden levantar el suelo. Una vez instalada, requiere pocas atenciones. Este artículo describe las características de este árbol para recolectar “de higos a brevas”, cuáles son las condiciones propicias para su desarrollo y algunos datos sobre la importancia de la higuera en la historia y la cultura.
La higuera, un árbol para recolectar de higos a brevas
La higuera es un árbol más bien pequeño. Mide en general entre cuatro y cinco metros de altura, aunque en ocasiones puede llegar a 10. Sin embargo, hay que tener cuidado con su tamaño: aunque no crezca demasiado hacia arriba, sí lo hace hacia los costados y, si se planta en el jardín, la copa podría «invadir» el terreno de una casa vecina. Por otra parte, también hay que prestar atención a sus raíces, cuyo crecimiento con los años puede levantar el suelo a bastante distancia del tronco.
El desarrollo de la higuera casi no exige trabajo humano, y por eso ha estado presente en la alimentación de muchas culturas
Su nombre científico, Ficus carica, evidencia que, más allá de las diferencias de porte, forma parte del mismo género que los ficus de interior. De hecho, la palabra «higo» deriva etimológicamente de «ficus». Este árbol es originario de Medio Oriente, pero en la actualidad crece de manera natural en toda la zona del Mediterráneo y en otras regiones del mundo, como la India, China, Brasil, México y Estados Unidos.
Una de las grandes ventajas de la higuera es su capacidad para desarrollarse en terrenos secos, que no reciben más riego que la lluvia. Y como apenas exige trabajo humano, sus frutos (higos y brevas) han sido considerados durante mucho tiempo casi como regalos de la naturaleza y han estado presentes en la alimentación de muchas culturas.
Los higos maduran al concluir el verano, entre finales de agosto y principios de septiembre. Cuando estos frutos no maduran pero permanecen en la planta durante el invierno y lo hacen en primavera, se llaman brevas. Las higueras que dan brevas son breveras, bíferas o reflorecientes, mientras que las que solo dan higos se denominan uníferas. Las brevas tienen un valor económico superior a los higos y, por eso a menudo, las breveras reciben muchos más cuidados y atenciones que las higueras uníferas.
Condiciones propicias para el desarrollo de la higuera
Las higueras soportan bien temperaturas extremas, entre -7 y 40 ºC, de ahí que se hallen en zonas con climas muy diversos. Sin embargo, la temperatura óptima para su desarrollo está en torno a los 18 ºC.
Pueden vivir con muy poca agua. Agradecen recibir algo más de riego, pero las lluvias frecuentes y la humedad excesiva perjudican la calidad de los frutos.
Los suelos más adecuados para este árbol son los que contienen altos niveles de calcio y poseen buen drenaje. Por eso crece bien en terrenos pedregosos.
El hallazgo de unos higos fosilizados hace de su cultivo el caso más antiguo de agricultura que se conoce
La multiplicación se puede hacer mediante semillas y también injertos, aunque este último procedimiento solo tiene sentido si se pretende cambiar la variedad de higueras ya crecidas. Pero lo más sencillo para el aficionado es adquirir en un vivero un árbol que ya tenga un par de años de vida. Al plantarlo, conviene sujetarlo a una estaca para garantizar su estabilidad, y luego revisar de forma periódica la atadura para evitar que el tronco sufra estrangulamiento. La época más idónea para plantar o trasplantar es el invierno.
La poda de la higuera debe seguir las pautas recomendadas para los árboles frutales: en los primeros años, una poda de formación hasta que comience a dar frutos, y luego de limpieza y de fructificación. Sin embargo, es un árbol que conviene no cortar demasiado, solo lo imprescindible para asegurar su salud. Lo recomendable es podar en la última parte del invierno, sobre todo en febrero o comienzos de marzo.
Desde siempre la higuera ha tenido una importante presencia en la historia y la cultura de Occidente. Adán y Eva “cosieron hojas de higuera y se hicieron delantales”, según el relato bíblico (libro del Génesis). Dice la tradición romana que Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba bajo la copa de una higuera.
Más allá de esos relatos, un hallazgo científico de 2006 da a la higuera un lugar central en la historia. Los investigadores hallaron nueve higos fosilizados en el valle del río Jordán, en Medio Oriente, a los que dataron de entre los años 9400 y 9200 a. C. Esta antigüedad, superior a las mayores conocidas hasta esa fecha (trigo, cebada y legumbres), convertiría a los higos en la primera planta domesticada de la “revolución neolítica”. Es el caso de agricultura más antiguo del que se tiene conocimiento.