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Como mínimo, dos cuentas corrientes
Los trabajadores por cuenta propia necesitan, al menos, una cuenta para autónomos para gestionar su actividad profesional. Muchos optan por usar su cuenta personal para los gastos y los ingresos de su negocio. Sin embargo, esta estrategia tiene dos peligros:
- En primer lugar, la cuenta podría acabar bloqueada. Algunos bancos no permiten que sus cuentas corrientes se usen para fines profesionales, por lo que si el banco detecta este tipo de actividad, puede bloquearla.
- Y, en segundo lugar, mezclar los gastos del día a día con los pagos e ingresos del negocio puede complicar mucho comprender la contabilidad de la empresa.
Así que, como mínimo, un autónomo debería tener dos cuentas: una para su día a día y otra para su negocio.
Otra cuenta para rentabilizar el dinero
Sin embargo, tener solo una cuenta para fines profesionales puede ser ineficiente. ¿Qué hacemos con toda la tesorería de la empresa?
Una segunda cuenta remunerada puede ayudar con esta labor. Así, se puede mantener el exceso de liquidez en una cuenta y rentabilizar ese dinero, mientras se mantiene la otra para las necesidades del día a día del negocio y la cuenta personal para la vida diaria.
Con esta estrategia no solo se puede mantener un mayor control sobre las finanzas del negocio, sino que además se puede tener un salvavidas si alguna de las cuentas termina bloqueada por falta de documentación, por ejemplo. En ese caso, el autónomo tendrá una segunda o tercera cuenta que podrá usar de forma temporal para hacer transferencias y recibir dinero mientras la cuenta habitual se desbloquea.
Aprovechar las ventajas de varios bancos
En cualquier caso, los autónomos pueden abrir tantas cuentas como necesiten. Quizá, algunos necesitan una cuenta corriente para guardar otras divisas, como dólares o libras, y hacer transferencias internacionales más baratas que con su banco habitual. Otros pueden querer una cuenta únicamente para ir guardando el IVA que reciban cada vez que un cliente paga una factura.
Tener varias cuentas no solo puede facilitar la gestión de las finanzas empresariales, sino que puede ser una forma de ahorrar, ya que permite aprovechar las ventajas de varios bancos. Por ejemplo, puede que un banco ofrezca tarjetas con muy buenas condiciones, pero cobre mucho al emitir una transferencia internacional o sus datáfonos tengan una cuota de mantenimiento muy alta. Al diversificar, se puede aprovechar lo mejor de cada entidad y ahorrar dinero.