Las rupturas matrimoniales se convierten, en más de una ocasión, en batallas en las que emociones e intereses enfrentados ciegan a los miembros de la pareja que no consiguen llegar a acuerdos de separación aceptables para ambos, ni beneficiosos para sus hijos. La mediación familiar se presenta como una alternativa en auge, orientada a que la resolución de los conflictos en las separaciones sea de guante blanco y no haya que recurrir a los tribunales para sentar las bases del futuro de los cónyuges por separado.
Una alternativa a la vía judicial
La mediación familiar es una forma de resolución de los conflictos que surgen en un matrimonio que decide separarse y que recurre, de forma voluntaria, a la intervención de una tercera persona -un mediador- que ejerce de catalizador o árbitro entre los cónyuges. De esta forma, se intenta que la pareja negocie los términos de su separación, incluyendo el reparto de responsabilidades y el desarrollo de su paternidad, en el caso de que haya hijos, con el objetivo de reconstruir sus vidas por separado de la forma más armónica posible.
Se trata, por lo tanto, de una alternativa a la vía judicial, fundamentada en la idea de que los acuerdos de separación serían más fáciles de cumplir si han sido establecidos por la pareja frente a los que dictamine un juez, al percibirse como un extraño entre ambos. Estos pactos, cuyo contenido redacta el propio mediador, pasan al abogado siendo instruidos en el convenio regulador de la separación presentada en el juzgado, donde la pareja los ratificará ante el juez.
Se trata de un procedimiento de gran implantación en Estados Unidos, Latinoamérica y el norte de Europa, donde utilizan habitualmente la mediación familiar como medida previa al paso por los juzgados. De esta manera, consiguen un altísimo grado de cumplimiento de los acuerdos de separación alcanzados. Se calcula que en España, donde este servicio sólo está regulado por ley en Cataluña, Valencia, Galicia y Gran Canaria, los cónyuges cumplen las condiciones de la separación derivadas de la mediación entre ocho y nueve de cada diez casos, mientras en el caso de las separaciones por vía judicial el porcentaje se reduce notablemente.
Aunque la mediación también se aplica al terreno de la educación (en casos de niños inadaptados en sus centros de enseñanza), y a conflictos familiares (como el enfrentamiento entre hermanos por el cuidado de familiares ancianos, problemas sucesorios o disputas por herencias), está principalmente orientada a los procesos de separación y divorcio y, en concreto, al tratamiento de los siguientes conflictos:
- La división de los bienes gananciales
- El régimen de visitas a los hijos
- Pensión alimenticia y pensión compensatoria
Labor y método de trabajo
El objetivo principal del mediador es guiar a la pareja para que cada uno exponga su situación e intereses de una forma sincera y sin presiones, de modo que organicen su vida futura por separado de acuerdo a sus necesidades y posibilidades reales. Además de ser neutral e imparcial, es importante que el mediador consiga total legitimidad ante la pareja, puesto que es un proceso que requiere de total franqueza y confianza por su parte.
El mediador suele ser un psicólogo o abogado, aunque hay centros que trabajan con un equipo formado por ambos profesionales, con conocimientos en derecho de familia, relaciones personales y técnicas de negociación. El proceso consta de una media de entre 8 y 10 sesiones en las que, bajo una estricta confidencialidad, esta figura dirige a la pareja en conflicto para tratar de identificar su problema y negociar una salida aceptable para ambos.
Según la experiencia de la abogada y mediadora familiar en el Centro de Apoyo a Familias en Crisis Bidean (Guipúzcoa), Isabel Gil, uno de los principales obstáculos a los que el mediador tiene que hacer frente para lograr una separación consensuada es la carga emocional (agresividad, frustraciones, etc.) con la que llega el matrimonio. Estos sentimientos son los culpables de que, en el momento de la separación, la pareja distorsione la realidad y trate de vengarse o castigar emocionalmente al otro. El mediador trabaja, esencialmente, con este aspecto emocional y, por lo tanto, debe conseguir para poder pasar a la fase de la negociación que ambos se liberen de su rencor.
“En otras muchas ocasiones, además, la pareja llega con un desequilibrio de poder en la que una parte está subyugada a la otra y no se atreve a expresarse con libertad”, asegura Gil. “Cuando esto ocurre, es imprescindible equiparar las posiciones de poder de ambos. Sólo una vez equilibradas las fuerzas, podemos comenzar a trabajar de forma efectiva”, advierte.
A partir de ese punto, la tarea del mediador consiste en conocer la trayectoria de la pareja, la naturaleza de su relación, los problemas que les han llevado a la ruptura y demás datos necesarios para elaborar una radiografía detallada y realista de su situación. De hecho, la experta asegura que es habitual que ante el deseo de separarse, uno de los cónyuges quiera adoptar un rol que nunca ha ejercido y que será incapaz de mantener para ganarse el cariño de sus hijos. En definitiva, para ganar terreno a la otra parte. “La clave está en ser conscientes de las capacidades reales de cada miembro de la pareja: habilidades, horarios de trabajo, disposición, etc. para buscar la mejor fórmula que les permita ser buenos padres”, explica.
Carlos R.G.y Arantxa V.Z., acudieron a un mediador para que les ayudara a separarse de la manera más amistosa posible. “La mediación facilitó el poder hablar con mi ex mujer, algo que había resultado imposible sin ayuda profesional. El nivel de enfrentamiento al que habíamos llegado era tan alto ni siquiera nos mirábamos a la cara”, expone Carlos. “Lo primero que logra este proceso es hacer recordar que el respeto hacia la otra persona es básico para conseguir un clima de comprensión adecuado Cuando pudimos comenzar a hablar, conseguí ponerme en el lugar de ella y percibir sus necesidades”, aclara. Para Arantxa, lo más importante fue elaborar un plan de futuro conjunto y de mutuo acuerdo para sus hijos. “A través de los consejos del mediador, pudimos cumplir el régimen de visitas sin enfadarnos y sin echarnos nada en cara”, aclara.
A pesar de que ambas disciplinas, terapia y mediación familiar, tratan los conflictos surgidos en el ámbito de la familia, no deben darse confusiones entre ellas. En el primer caso, el terapeuta ayuda a solucionar los conflictos de los matrimonios que quieren seguir unidos. Por otra parte, la pareja que acude a un mediador está convencida de que quiere separarse y lo que busca es hacerlo de mutuo acuerdo. Por lo tanto, la colaboración de ambas partes es imprescindible.
Dónde acudir
La mediación familiar está dirigida a las parejas de hecho o matrimonios que desean romper su relación, a quienes han comenzado los trámites de separación o divorcio o, una vez concluidas éstas, a quieren cambiar los términos del acuerdo previamente establecido. A causa de su escasa tradición y falta de legislación, estos servicios están poco institucionalizados, aunque están adquiriendo una mayor importancia debido al incremento de las rupturas matrimoniales en los últimos años. En España, entre un 60% y 70% de los procesos de separación ya se resuelven por consenso.
Por esa razón, aún en los casos en los que las administraciones provinciales o locales no dispongan de servicios de mediación familiar propios, las parejas interesadas pueden acudir a su área de servicios sociales. Allí se les informará de la ubicación del centro especializado más cercano. Siempre dependiendo del centro y de la existencia o no de subvenciones por parte de las instituciones, el proceso de mediación (que consta de las sesiones de tratamiento y la redacción de los acuerdos de mediación que incluirá el convenio regulador de separación) cuesta alrededor de 600 euros.
Los expertos en este asunto destacan la mediación como la fórmula idónea para gestionar los procesos de separación y aconsejan optar por ella desde el principio. “Para recurrir a los tribunales siempre hay tiempo”, una vez agotada la vía amistosa de la negociación. De hecho, ante el trauma que supone una ruptura matrimonial, la mediación familiar presenta ventajas como estas:
- Elude el enfrentamiento y se reduce la conflictividad
- Evita la exposición pública de la vida íntima de la pareja
- El cumplimiento de los compromisos adquiridos por consenso resulta más factible
- Teniendo en cuenta su menor costo emocional y económico, es más rápida y barata
- Contribuye a reducir el colapso de la Justicia