El IPC se mueve desde hace meses en porcentajes muy bajos, y el dato de febrero de 2014 es el más bajo para este mes desde 1961, fecha en que el INE comenzó a elaborar la estadística. El gobernador del Banco de España, Luis María Linde, señala que una inflación tan baja como la actual tiene aspectos positivos, pues evita una pérdida de poder adquisitivo. Pero advierte también de que es una dificultad para el proceso de desendeudamiento en el que está embarcada España y para la recuperación económica. A lo largo de este artículo se explica cómo la bajada de los precios, ahora que muchas economías familiares están al borde del colapso y apenas pueden llegar a fin de mes, da un pequeño respiro a miles de ciudadanos. Pero también incide en que, a la larga, si esta situación persiste, puede traer consigo efectos muy negativos.
Cuando una bajada de los precios responde a un ajuste natural, tiene consecuencias positivas para los consumidores, pues tendrán mayor liquidez y podrán gastar más dinero y estimular así la demanda. También puede ser bueno para las empresas porque abarata los costes de producción, algo que a su vez puede redundar en la bajada de los importes de los bienes que fabrican, e incluso la demanda se mantiene o puede llegar a crecer.
La tasa de inflación del pasado febrero es la más baja desde 1961
Pero no hay que olvidar que muchos ciudadanos han perdido su puesto de trabajo, y que muchos otros viven bajo la amenaza de un futuro laboral incierto. Por este motivo, el consumo se ha retraído y ha sido uno de los factores que ha contribuido a la bajada de precios. Es precisamente este elemento uno de los que más preocupa por su influencia en la inflación, ya que puede provocar que esta caída sea más duradera. Aquí es donde aparece otro de los grandes fantasmas de la economía, el reverso de la inflación en su lado más oscuro: la deflación. De hecho, como afirma el presidente del BCE, Mario Draghi, cuanto más tiempo siga baja la inflación, mayor es la probabilidad de riesgos deflacionarios.
Aspectos positivos de una baja inflación
Pero no todo el panorama es tan negro. La caída de los precios tiene aspectos positivos:
Trae consigo un descenso de los tipos de interés que genera, a su vez, una bajada del euríbor. De ello se pueden beneficiar los millones de españoles que están pagando una hipoteca y que ven cómo las cuotas mensuales descienden. Esto alivia, en parte, a las economías domésticas y podría servir para incentivar relativamente el consumo, si no fuera por la cautela con la que ahora viven los ciudadanos.
También se ven favorecidos por la bajada de los precios los ahorradores, que ahora cuentan con capital para poder gastar. Su dinero ahora «vale más», porque pueden comprar más productos o de mejor calidad. Sobre todo pueden beneficiarse si quieren adquirir bienes en determinados sectores como el inmobiliario.
En una situación similar se encuentran quienes cuentan con un trabajo fijo, ya que disponen de un sueldo todos los meses -ya sea alto o bajo-, y pueden adquirir los productos más baratos. Al contrario les ocurre al resto de los trabajadores, a quienes quizá les gustaría comprar tras la caída de los precios, pero saben que pueden perder su empleo y tienen que dejar el consumo para más adelante, cuando la situación mejore.
La bajada de los precios, por tanto, puede ser muy beneficiosa para los consumidores, siempre que se trate de una situación transitoria y pasajera fruto de un ajuste.
El peligro de la deflación
La deuda española supera el 276% del PIB, y si continúa la caída de precios, podría seguir engordando
La deflación, una caída persistente y general de los precios, puede parecer algo positivo -la idea de poder comprar más con el mismo dinero siempre es atrayente-, pero es uno de los grandes miedos a los que se enfrentan las economías endeudadas, y España lo es. La deuda de nuestro país supera el 276% del PIB, y de continuar la bajada, podría seguir engordando. Y el paro, la falta de consumo y el exceso de deuda unidos pueden llevar a la deflación.
Las consecuencias de la deflación para los trabajadores, las empresas y la economía en general serían nefastas:
La espiral comienza con la bajada continuada y persistente de los precios. Esto crea unas perspectivas en los consumidores, que piensan que los costes de los productos pueden seguir disminuyendo y, por tanto, prefieren esperar y gastar después su dinero, por lo que no consumen.
Como no hay consumo, los productos creados por las empresas no se venden. Esto es muy negativo para la industria de un país, porque la paralización de la demanda hace que, de nuevo, tengan que bajarse los precios para estimular la compra.
Llegado este momento, la empresa ve reducidos sus beneficios y tiene que disminuir el número de productos que hacía. Esto afecta, además, a las plantillas de los trabajadores. Se necesitan menos para producir, por lo que muchos son despedidos.
Para evitar esta situación, no hay demasiadas opciones de maniobra, aunque algunos expertos apuntan al aumento de la inversión y el gasto público, sobre todo en la actual coyuntura de desempleo, incertidumbre y paralización de la demanda.