Imagen: Pedro Garcia
Entre la gran diversidad de modelos y tamaños de monedas de curso legal que se pueden encontrar en España hay algunas, como la de 10 bath tailandesa o la lira turca, que tienen una gran similitud en tamaño y forma con las de uno o dos euros, de manera que confundirlas es muy fácil. La consecuencia es que, si no nos fijamos bien y nos dan una de estas monedas la pérdida es del 60%, como mínimo, teniendo en cuenta que, según el cambio vigente, una lira turca representa 0,40 euros y la moneda tailandesa 0,24 euros. Esta circulación de monedas extranjeras que «pasan» por euros se ha detectado con la unificación monetaria europea, es decir, con la implantación del euro en toda la comunidad pero, aun hoy, cinco años después, este ‘despiste’ sigue estando muy presente entre comerciantes y consumidores.
Los primeros en detectar esta «confusión» monetaria han sido los establecimientos y tiendas con máquinas expendedoras automáticas cuando, al reponer productos y contabilizar el dinero, cayeron en la cuenta de que los compradores habían introducido monedas extranjeras en lugar de euros. Como consecuencia, los fabricantes de estas máquinas han tenido que modificar los sistemas de validación después de realizar cuidadosos cálculos y mediciones. Pero el problema no termina ahí. El año pasado la Cámara de Comercio de Valencia advirtió a sus miembros de que el problema no estaba resuelto tras detectar una «alarmante circulación» de estas monedas en la comunidad.
En diversos blogs y comunidades de usuarios en Internet se mencionan como los «escenarios de timo» o de fraude más frecuentes los bares, las tiendas de «todo a un euro» y los taxis, sobre todo, de noche. El problema de aceptar una de estas monedas, además de que valen menos que su equivalente en euros, radica en la dificultad de intentar venderlas en las casas de cambio o bancos, debido a que únicamente aceptan billetes.
El procedimiento indicado por la división de investigaciones del Banco de España en estos casos es la denuncia y entrega de las monedas en una comisaría, con el fin de sacarlas de la circulación. «Ya no hay forma de recuperar su valor en euros», concluyen.
Cuatro monedas que confunden
La gran polémica alrededor del diseño integral del euro como moneda acaparó en su día la atención de los medios de comunicación. Si bien con los billetes no se han identificado grandes problemas de falsificación o «reemplazo» por otros similares pero de menor valor, en el caso de las monedas los resultados no han sido muy satisfactorios. Se han identificado, por lo menos, cuatro monedas fácilmente confundibles con las de uno y dos euros: el lev búlgaro; la lira turca; el bath tailandés y el peso argentino. Su diámetro, espesor y composición de metales son prácticamente idénticos y, a primera vista, es casi imposible distinguir las monedas. Las diferencias se hallan en su acuñación, es decir, en las imágenes y símbolos de sus caras, sólo perceptibles si se las mira con mucho detalle.
Las monedas más fáciles de confundirse con las de un euro son el lev búlgaro, la lira turca, el bath tailandés y el peso argentino
De estas cuatro monedas, una de las más parecidas a la de un euro, pero con escasa diferencia, es el peso argentino, aunque no ha sido mencionado como agente de fraude por ninguno de los especialistas consultados. Alberto Sánchez, del Departamento de Marketing de una empresa fabricante de máquinas expendedoras clasifica, en orden de importancia, a las monedas «más preocupantes para Europa» de esta manera: 1 lev búlgaro, similar a la de 1 euro; 1 lira turca, similar a la de 2 euros; y los 10 baths tailandeses, similar a la de 2 euros.
Voz de alerta en Valencia
La Comunidad Valenciana ha sido una de las regiones españolas que más de cerca ha sufrido el problema de la similitud de monedas, hasta el punto de que hace un año ya advirtió, a través de la Cámara de Comercio, sobre la circulación expandida de la lira turca, cuyo valor es de 0,40 euros. «Desde la Asociación de Comerciantes del Centro Histórico lanzamos una alerta a los asociados a través de nuestro sistema en Internet», explica Salvador Ferrandis, presidente de esta entidad y de la Comisión de Comercio Interior de la Cámara de Valencia. Anteriormente ya se habían detectado baths tailandeses que aparentemente entraban como materia prima en contenedores, pero no era más que una versión que circulaba, aclara.
No se sabe a ciencia cierta de qué manera llegan a España estas monedas, así que al respecto no hay más que especulaciones. Con los baths tailandeses las autoridades presuponen que al ser un destino habitual de vacaciones, son introducidas en el país por los propios españoles que han disfrutado allí de una estancia estival. En la misma línea de razonamiento se puede explicar el cambio de pesos argentinos por euros, aunque desde el punto de vista de muchos comerciantes, son explicaciones poco convincentes para justificar la trascendencia del problema.
Las máquinas expendedoras automáticas fueron en el año 2001 los blancos preferidos de los timadores o de personas que ignoraban que en lugar de euros estaban pagando un producto con otra moneda. El parecido es tal que los sistemas no conseguían distinguir entre los verdaderos euros y los “gemelos”. Según la Asociación Nacional Española de Distribuidores Automáticos (ANEDA), el coste para modificar los sistemas de detección de las 350.000 máquinas que funcionan en el territorio español ha oscilado entre los 300 euros y 600 euros, según los años de antigüedad de cada una.
La operación se ha basado en abrir los aceptadores internos de las máquinas, que miden diámetro, grosor o sonido al chocar con una chapa, explica Paloma Cucala, del área de Sistemas Inteligentes del Instituto de Investigaciones Tecnológicas, que ha trabajado en la definición de parámetros para modificar el software de las máquinas. Debido a que el diámetro, espesor y tipo de metales de las monedas eran idénticos a los del euro, empresas y científicos se han basado en las diferencias de la acuñación para distinguirlas.
Otro fraude con el que luchan los fabricantes de máquinas son los llamados cospeles. Se trata de monedas realizadas con metales de curso legal, pero sin acuñar. “Suponemos que los fabricantes de monedas descartan algunas chapas destinadas a la fabricación como chatarras, y alguien de dentro o fuera tiene acceso a las mismas para cortarlas después”, afirma David Fernández, del departamento de Postventa de un importante fabricante de máquinas expendedoras de Navarra.