¿Cuenta de ahorro o depósito? Descubre qué te conviene más

En las cuentas de ahorro y los depósitos el capital invertido está garantizado, pero estos productos sencillos tienen diferencias que conviene conocer para poder escoger uno u otro
Por Javier Mezcua, Helpmycash 4 de noviembre de 2019
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Imagen: Pixabay

La mayoría de nosotros nos hemos preguntado en más de una ocasión qué hacer con nuestros ahorros. Para los ahorradores conservadores, entre las opciones más populares se encuentran las cuentas y los depósitos por dos motivos: son productos sencillos y el capital invertido está garantizado, tanto por el banco como por el Fondo de Garantía de Depósitos. Pero ¿cuándo deberíamos escoger uno u otro? Conoce sus características y en qué se diferencian. Lo contamos en las siguientes líneas.

Seguridad y sencillez, los puntos en común

Si buscamos un vehículo de ahorro sencillo, alejado de los complicados contratos de los productos de inversión, y con escaso riesgo, tanto las cuentas de ahorro como los depósitos nos resultarán útiles.

Ambos productos tienen un indicador de uno sobre seis en el semáforo de riesgo, por lo que son idóneos para los clientes que no están dispuestos a asumir pérdidas.

Las cuentas de ahorro y los plazos fijos disfrutan de una doble garantía: por un lado, el banco se compromete a reembolsar el dinero al cliente al vencimiento del contrato y, por el otro, el principal está garantizado por el Fondo de Garantía de Depósitos (FGD), que cubre hasta 100.000 euros por titular en el caso de que la entidad quiebre. Por lo que, mientras no superemos la barrera impuesta por el FGD, nuestros ahorros estarán garantizados tanto si los tenemos guardados en una cuenta de ahorro, como si los hemos invertido en un depósito.

La fiscalidad de ambos productos tampoco varía. Los primeros 6.000 euros tributarán al 19 %; los siguientes 44.000, al  21 %; y a partir de 50.000 euros, al 23 %.

La flexibilidad, la principal diferencia

Una de las principales diferencias entre ambos productos es la flexibilidad al disponer del dinero y de realizar aportaciones. La mayoría de las cuentas de ahorro permite a sus titulares hacer ingresos cada vez que quieran, por lo que son apropiados para clientes que deseen incrementar sus ahorros de manera progresiva. Asimismo, admiten disposiciones parciales y totales sin preaviso y en cualquier momento, una característica idónea para quienes, a pesar de ahorrar con regularidad, no saben cuándo podrían necesitar su dinero. Por lo general, los reintegros no están penalizados y el cliente recupera tanto su dinero como los intereses generados hasta el momento.

Los depósitos a plazo fijo, sin embargo, siguen otra dinámica. Solo admiten una única aportación inicial, de manera que, una vez constituidos, no se podrá ingresar más dinero. En cuanto a la disponibilidad de los fondos, en general se pueden retirar anticipadamente de forma total (los reintegros parciales no siempre están permitidos), pero el cliente deberá asumir una penalización. Normalmente, el castigo impuesto por el banco consiste en reducir la rentabilidad del producto hasta tal punto que los intereses pueden desaparecer. Algunas entidades pueden ir más allá y vetar los reintegros, sean totales o parciales, previos al vencimiento, de modo que el titular no podrá disponer de su dinero antes del término del contrato. Esta información debe aparecer en el contrato del depósito.

De ahí que antes de contratar un depósito, debamos analizar si podremos prescindir del dinero invertido hasta el vencimiento y ajustar el plazo a nuestras necesidades. Una opción para cubrir todos los frentes es depositar en un plazo fijo solo una parte de nuestros ahorros y dejar el resto en una cuenta por si en algún momento necesitamos liquidez.

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Imagen: Pixabay

¿El resto de las condiciones son iguales?

No lo son. Hay más diferencias entre ambos productos. En primer lugar, los depósitos a plazo fijo se contratan por un tiempo determinado y unas condiciones inalterables. Una vez vencido el depósito, o bien se cancela, o bien se renueva. Eso sí, en este último caso, las condiciones del nuevo contrato pueden variar.

Las cuentas de ahorro, por su parte, se firman por un plazo de tiempo indefinido, con la particularidad de que el banco puede modificar sus condiciones en cualquier momento, siempre y cuando, atendiendo a la normativa española, avise al cliente con dos meses de antelación.

Eso significa que si se contrata un plazo fijo al 1 % TAE a un año, conservará durante todo el período la misma rentabilidad y el resto de las condiciones, mientras que si damos de alta una cuenta de ahorro al 1 % TAE hoy, dentro de dos meses el banco podría decidir, unilateralmente, reducir el interés a la mitad.

El importe mínimo exigido por ambos productos varía. Mientras las cuentas acostumbran a no requerir ningún saldo mínimo —muchas de ellas pueden abrirse con tan solo un euro y mantenerse vacías—, los bancos exigen un capital mínimo para abrir un depósito de varios miles de euros. Si no los tenemos, no podremos contratar el producto.

Otra diferencia entre las cuentas y los depósitos que puede decantar la balanza hacia uno u otro es la regularidad con la que se abonan los intereses. Los depósitos se liquidan, por lo general, a vencimiento, aunque también anual, semestral o trimestralmente, en función del banco. Por su parte, en la mayoría de los casos las cuentas de ahorro abonan los intereses cada mes.

Por último, está la rentabilidad. Tradicionalmente, los depósitos han contado con una rentabilidad mayor que las cuentas de ahorro. Sin embargo, la política monetaria del Banco Central Europeo ha afectado por igual a ambos productos y, en la actualidad, la diferencia entre la rentabilidad ofertada por las cuentas y los depósitos no es excesiva.

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