La crisis de Lehman Brothers se centró especialmente en un producto desconocido para la mayoría, pero por el que habían apostado pequeños y medios inversores: los estructurados, con el capital garantizado en muchos casos, pero que ofrecen ganancias en función de cómo se comporten en un periodo de tiempo concreto determinadas acciones o índices bursátiles. Hasta ahora, la mayor parte de los bancos y cajas apostaban por los depósitos estructurados. No obstante, en la banca privada se promocionaron con más fuerza las notas y los bonos estructurados.
Tipos de estructurados
Son tres los tipos de estructurados que se comercializan en la actualidad: depósitos, bonos y notas.
- Depósitos estructurados: están formados, por lo general, por dos segmentos de inversión: uno con interés fijo y otro con interés variable. Ambos tramos de inversión están vinculados entre sí: es decir, las entidades ofrecen el producto combinado de forma conjunta. No permiten contratar la primera parte sin la segunda o al contrario. El tramo de interés fijo suele comercializarse a un plazo corto (como mucho de un año), mientras que el variable requiere mantener la inversión durante más tiempo (al menos un año). Prácticamente el cien por cien de los depósitos estructurados garantizan todo el capital invertido.
- Notas estructuradas: son certificados de depósitos emitidos por bancos que asocian la rentabilidad con la posibilidad de que determinados índices, tipos de interés, divisas o acciones suban en un periodo determinado. Estos activos combinan la inversión de activos a plazo y derivados. Sólo en algunos casos, no siempre, garantizan el capital invertido. Las notas estructuradas son un título cotizado que se puede vender en cualquier momento.
- Bonos estructurados: se trata de un instrumento financiero cuyo rendimiento también se encuentra asociado a la evolución de un determinado activo (acciones, índices, divisas, materias primas…). Por lo general, imponen una condición para obtener rentabilidad. Si se cumple, el inversor obtiene un cupón con un interés indicado con anterioridad. Tanto las notas como los bonos estructurados pueden considerarse como activos de renta fija ligados a instrumentos derivados.
Las tres modalidades de estructurados tienen plazos de suscripción concretos. Es decir, en cada emisión que se realice la contratación está limitada a un período determinado (periodo de suscripción). Por lo general, en los tres productos el abono de intereses será siempre al vencimiento. Además, al formalizarlos se adquiere el compromiso de no retirar el dinero hasta el vencimiento. En todos los casos, si se vende de forma anticipada no se garantiza el capital invertido y el inversor puede asumir pérdidas.
Consejos en la contratación de estos productos:
- Inversión mínima: los depósitos estructurados reúnen inversiones mínimas asequibles (desde 1.000 euros), pero los bonos y las notas están destinados a inversores de altos patrimonios (salvo excepciones, suelen comercializarse con inversiones mínimas de 25.000 ó 30.000 euros).
- Plazo: la vida mínima de estos productos es de un año, aunque hay productos que obligan al inversor a mantener el dinero hasta cuatro años. Conviene valorar si se va a necesitar el capital en ese periodo, porque si se rescata anticipadamente las entidades imponen comisiones y no garantizan el montante invertido. En este caso, el inversor se enfrenta a una alta probabilidad de tener que asumir pérdidas.
- Activos de inversión: es importante valorar las posibilidades de revalorización de los activos a los que está referenciado el estructurado. En relación con la Bolsa, hay que evitar contratar productos estructurados asociados a activos subyacentes que estén descorrelacionados. Por ejemplo, son activos de este tipo el dólar y una cesta de materias primas, ya que si sube el dólar es porque baja el petróleo o viceversa (si suben las materias primas suele caer el billete verde).
- Cálculo de rentabilidad: otro aspecto fundamental que debe determinar la contratación o no de un producto estructurado es cómo calcula su rentabilidad. Si las fórmulas que utiliza son complejas, conviene evitar el producto ya que, por lo general, eso indica que será más difícil recoger ganancias. El cálculo más sencillo y más interesante para el inversor es el «punto a punto», es decir, el que toma como referencia el valor inicial de cierre y el valor final (según la duración del producto). Algo más complicado y menos rentable es el cálculo según medias ponderadas mensuales.
- Porcentaje de revalorización: sólo algunos productos ofrecen el cien por cien de la subida de los activos a los que están referenciados. Sin embargo, lo habitual es encontrar productos que ofrezcan entre un 20% y un 70% de la revalorización de los activos. Cuanto más alto sea este porcentaje mejor. El inversor debe saber que si le ofrecen sólo un 20% de lo que gane un índice concreto, estas ganancias serán escuetas. Si un depósito estructurado ofrece un 20% de lo que gane el Ibex en un periodo concreto y resulta que el índice se revaloriza sólo un 5%, el interés que recibirá será de sólo un 1% de su capital. En este caso, si se han invertido 10.000 euros, las ganancias serán sólo de 100 euros.