La salida del euro por parte de España es una de las posibilidades que se barajan dentro de la Unión Europea para solventar los graves problemas financieros que afectan al organismo comunitario. Si se adoptara tal medida, España vería perjudicada su competitividad frente a sus vecinos europeos y extranjeros y, además, no podría intervenir de manera preferente en los problemas comunitarios a través de sus órganos de gobierno. La subida de los precios y unos tipos de interés más elevados serían los primeros efectos que notarían los consumidores con esta medida.
¿Salida del euro por parte de España?
Es una de las posibilidades que se barajan dentro del núcleo duro de la Unión Europea para solventar los graves problemas financieros que afectan al organismo comunitario, aunque para gran parte de los analistas económicos y políticos tal medida sería perjudicial tanto para el Gobierno de Bruselas como para la propia España.
Nuestro país vería perjudicada su competitividad frente a sus vecinos europeos, así como la imposibilidad de intervenir preferentemente en los problemas comunitarios a través de sus órganos de gobierno. Pero es una posibilidad que no se debe descartar en absoluto, aunque con la negativa de los principales agentes económicos europeos, como estrategia para hacer frente a la primera gran crisis que se ha generado dentro de la Unión Europea.
Otro aspecto que ha entrado en el debate es si es técnicamente posible salir de la UE. En principio sí, debido a que no hay restricciones en el Tratado de Maastrich que impidan la salida de algunos de sus miembros. No en vano, no todos están dentro de la zona euro, algunos de ellos de la importancia de Gran Bretaña o Suecia. Por tanto, es posible estar integrado en Europa sin estar en la zona euro. Otra cosa bien diferente serían las repercusiones económicas de una salida o expulsión de la moneda europea.
La salida del euro implicaría que para el ejercicio 2012 el PIB fuese de -3% y el Índice de Precios al Consumo se dispararía hasta el 5%
Un estudio realizado por ING hace poco más de un año pone de manifiesto que la producción bajaría en estos países entre el 5% y el 9%, con los precios de los activos en notable disminución.
Por otro lado, se constata que las nuevas monedas de cada país (en España, de nuevo peseta) bajarían en torno a un 50%, o incluso más en los territorios más sensibles a un cambio de moneda. Aplicado el caso a España, su inflación subiría hasta los dos dígitos, mientras que la ruptura total del euro llevaría a una gran divergencia entre los tipos de interés y las rentabilidades de los bonos, que en los mercados periféricos (España, Italia y Grecia) subirían a una franja estimada por el banco holandés de entre el 7% y el 12%.
Las previsiones de la entidad europea para España en un escenario de salida del euro no son nada optimistas, sino todo lo contrario, ya que implicaría que para el ejercicio 2012 su Producto Interior Bruto fuese de -3% y una tasa de paro del 25,5%, mientras que el Índice de Precios al Consumo se dispararía hasta el 5%, casi el doble que el actual.
¿Cómo afectaría al consumidor?
Una de las repercusiones más directas de la salida del euro sería sobre el sector turístico. Los trámites para salir de viaje a Europa se incrementarían con la nueva situación, sería necesario un cambio de divisas (desde la peseta al euro) y pagar las comisiones que cobrarían las entidades financieras a los usuarios por dotarse de la moneda europea para afrontar los gastos del viaje. Asimismo, los productos y «paquetes» turísticos incrementarían sus precios, en función del cambio entre ambas divisas.
Se devaluaría la moneda nacional para ser más competitivos ante nuestros vecinos europeos. Esto en la práctica tendría un efecto positivo sobre los salarios, que subirían para recuperar el poder adquisitivo perdido.
Los tipos de interés serían mucho más altos, lo que produciría un doble efecto sobre las finanzas domésticas:
- Un aspecto positivo es que sería más interesante la contratación de algunos productos financieros (cuentas corrientes, depósitos, etc.), que verían aumentadas sus rentabilidades con respecto a la actual situación.
La cara negativa es que crecerían los intereses que aplican los bancos y cajas por brindar financiación. De esta forma, acceder a una hipoteca o a un crédito personal saldría más caro a los usuarios. Tendrían que hacer un mayor desembolso económico para dotarse de liquidez y el riesgo de endeudarse sería más elevado.
Habría un previsible aumento de la inflación, como consecuencia de abandonar los mecanismos comunitarios de disciplina monetaria, que generaría que su control fuese más complicado. Se traduciría en incrementos en los precios de la cesta de la compra, carburantes, vestuario, transportes, productos de ocio… Una consecuencia lógica de la subida en el Índice de Precios al Consumo. La vida diaria de los consumidores se haría más difícil, en definitiva, porque tendrían que pagar más en su consumo diario.
Riesgo de fuga de capitales. Las familias españolas podrían inclinarse, al conocer que sus depósitos pasarían inmediatamente a ser pesetas, por aceptar productos financieros en euros.
En caso de generarse tensiones monetarias, el Banco de España podría inclinarse por subir los intereses para defender su propia divisa, lo que propiciaría efectos negativos sobre el consumo, empleo, servicios sociales, etc.
De tomarse esta importante y posible decisión en el ámbito comunitario, los pequeños y medianos ahorradores tendrían que suscribir productos financieros menos competitivos y con menos márgenes de rentabilidad, lo que podría suponer una “fuga de capitales” hacia otros mercados más solventes y estables.
No obstante, tendrían algunas opciones a su alcance para no resultar afectados de lleno por la ruptura de la moneda única europea.
- En primer lugar, si depositan su dinero en algún banco de los países más solventes de la zona euro. Pero esta alternativa no es tan fácil como parece, ya que no sería suficiente con hacerlo en alguna de las sucursales de los bancos europeos o extranjeros que operan en España (BNP, Deutsche Bank, etc.), sino que se exigiría abrir una cuenta de no residente en el país seleccionado. Y ello conlleva gastos de mantenimiento, comisiones y transferencias, etc.
Podrían decantarse por un país extracomunitario, con otra divisa (Estados Unidos, Suiza, Japón…). En este caso, el riesgo de incremento de los cambios de ambas monedas sería aún mayor.
Más factible, por su facilidad para llevarla a cabo sin problemas, sería la apertura de una cuenta en otra divisa desde territorio español en cualquiera de sus entidades financieras. La cara negativa es que también estaría a expensas de los movimientos cambiarios de los mercados, que serían los que dictaminasen la rentabilidad o no de la operación.
Por lo que respecta a los inversores minoristas en renta variable, su grado de operatividad vendría diseñado por la opción de contratar sus títulos en mercados bursátiles fuertes y de gran solidez financiera, que respondiese mejor a las nuevas expectativas creadas por la desaparición de la moneda única europea en algunos países de su área monetaria.
En este sentido, los parqués de Estados Unidos y Alemania a través de sus índices más representativos serían las mejores opciones. No obstante, este proceso podría generar una notable volatilidad en todos los valores cotizados en Bolsa, de forma que, como medida de precaución, la mejor alternativa para los minoristas sería estar en posiciones de liquidez, por lo menos, hasta conocer cómo evolucionarán los mercados bursátiles en el corto y medio plazo en este escenario.
En la renta fija, cabe mencionar la recomendación de algunos brokers internacionales de no acudir a las emisiones de deuda autonómica, debido a los graves riesgos que conllevarían estas operaciones que ofrecen más del 5% de rentabilidad. Sin ir más lejos, la agencia de calificación Moody,s ha puesto en revisión la calificación de la deuda de España, debido al agujero autonómico.