En Europa parece que el dinero en efectivo tiene los días contados, al menos a largo plazo. En varios países de nuestro entorno ya han dejado de imprimirse billetes y en España desde el 1 de enero se han limitado los pagos en efectivo a un máximo de 1.000 euros para combatir el fraude fiscal. La restricción del dinero en metálico impulsará la contratación de tarjetas, en especial de las que no tengan cuotas anuales. Sin embargo, como se aborda en el siguiente artículo, las condiciones de muchos de estos “plásticos” gratuitos son algo engañosas, por lo que es importante leerlas bien para no pagar de más por la tarjeta.
¿Tarjetas gratis? Ojo con las condiciones
Al leer las condiciones de muchas de las tarjetas gratuitas en circulación es posible encontrarse un disimulado asterisco al lado del apartado de las comisiones que lleve a un párrafo situado al final del texto escrito en letra muy pequeña. En él aparecen los requisitos que hay que cumplir para que el producto se mantenga sin cuotas anuales de manera permanente: tener domiciliada la nómina o unos ingresos recurrentes (con una cantidad mínima al mes), domiciliar varios recibos, gastarse una suma determinada de dinero al año, etc.
En estos casos, la tarjeta no tendrá comisiones de emisión, mantenimiento o renovación siempre que se cumplan las condiciones de la oferta. Sin embargo, en caso de incumplir solo una de ellas, la entidad emisora cobrará la cuota anual correspondiente, que oscilará entre unos 35 y unos 45 euros. Estos «plásticos» están vinculados a una cuenta que solo es gratuita cuando se cumplen esos requisitos.
Otras tarjetas, en cambio, solo son gratuitas durante el primer año, en especial las de crédito. En estas ocasiones, el «plástico» no tiene cuota de emisión, pero sí de mantenimiento y de renovación. Lo mismo ocurre en algunos casos con el tipo de interés aplicado sobre las compras aplazadas, que es más bajo solo durante el primer año de vigencia del contrato.
Sin embargo, las tarjetas de crédito que se pueden contratar sin cambiar de banco (es decir, sin tener que abrir una cuenta vinculada en la misma entidad), sí son gratuitas año tras año y no tienen condiciones ocultas. Las emisoras de estos «plásticos» persiguen distinguir sus productos de los del resto de los bancos, así que, a diferencia de estos, no cobran comisiones de emisión, mantenimiento ni renovación. Además, las tarjetas tienen otras ventajas, como descuentos, devoluciones de compras o seguros gratis asociados.
Imagen: Sean MacEntee
¿Cómo son las tarjetas gratuitas? ¿Son tan gratuitas como dicen?
Aunque el adjetivo «gratis» sea muy atractivo, es importante tener presente que solo afecta a las cuotas anuales, es decir, a los gastos que no se cobran por emitir el «plástico» y mantener vigente o renovar el contrato. Por tanto, una tarjeta gratuita puede incluir otras comisiones que afecten a distintas operaciones. Las más habituales son:
- Comisión por retirada de efectivo en cajeros ajenos a la entidad. Si se saca dinero de un cajero que no pertenezca al banco emisor del «plástico», es posible que cobre un recargo. Asimismo, las retiradas a crédito casi siempre tendrán una comisión de entre el 3% y el 5%.
- Comisión por duplicado. Pedir un duplicado de la tarjeta por haber perdido o haber sufrido un robo del «plástico» es otra operación que conlleva un coste.
- Comisión por emitir una tarjeta extra. En algunos casos, las entidades emisoras también cobran un recargo si se solicita que entreguen un «plástico» adicional.
- Comisión por cambio de divisas. Si se hacen compras en un país con una moneda distinta al euro, es posible que también el banco cobre una comisión por aplicar el cambio de divisa.
Además de tener en cuenta estos posibles costes, en el caso de las tarjetas de crédito también hay que recordar que si se utilizan para abonar compras a plazos se aplicará un interés de entre el 12% y el 29% TAE. En cambio, si se devuelve el dinero prestado mediante un pago total a fin de mes (o a principios del siguiente), no se aplicarán intereses.