Solicitar financiación puede convertirse en un verdadero quebradero de cabeza. Son muchos los aspectos que hay que considerar, desde el tipo de interés hasta las comisiones, y muchos los productos entre los que escoger: minicréditos, préstamos personales, tarjetas de crédito… Existen multitud de posibilidades, pero no todas son adecuadas para todas las situaciones. Así que antes de firmar es importante analizar las necesidades financieras y tener claro en qué hay que fijarse.
1. Préstamos: elegir el producto adecuado
Entre la vasta oferta de productos de financiación encontramos los préstamos con garantía personal, dentro de los cuales se incluirían los populares préstamos personales on line, así como las hipotecas, las tarjetas de crédito y los minicréditos.
Escoger uno u otro dependerá de las necesidades de financiación que tengamos en cada momento. Los primeros resultan útiles para financiar proyectos de gran envergadura o situaciones en las que se precisa un extra de liquidez considerable, a la vez que suponen atarse con el banco durante un periodo no inferior al año; las hipotecas están pensadas para la compra de un inmueble; las tarjetas de crédito están dirigidas a cubrir necesidades de financiación en el día a día; y los minicréditos sirven para circunstancias puntuales en las que se requieren con rapidez cantidades que no superan los 900 euros.
Cada uno tiene sus ventajas y sus desventajas. Los minicréditos y las tarjetas de crédito permiten conseguir dinero muy rápido, pero su coste es elevado. Por su parte, los préstamos personales e hipotecarios son más baratos, pero los requisitos de acceso son más restrictivos y su concesión, más lenta.
Antes de firmar es importante analizar la variedad de productos existentes en el mercado y preguntarnos qué necesitamos y para qué, a fin de escoger el producto que mejor se adapte a nuestras necesidades.
2. No pedir más dinero de la cuenta
No hay que pedir más dinero del necesario. Los intereses que cobre la entidad se aplicarán sobre el dinero prestado, por lo que cuanto más dinero se solicite, mayor será el coste del préstamo.
Es importante también establecer un plazo razonable, que nos permita ir pagando las cuotas a tiempo y que estas no supongan más de un 35% o un 40% de los ingresos. No olvidemos que no solo los intereses y las comisiones encarecen el coste de un préstamo, el plazo es igual de importante. Cuanto más alarguemos la deuda, mayor será el coste final.
No obstante, un truco para ir más desahogados es seleccionar un plazo elevado de tiempo para asegurarnos unas cuotas mensuales de importe bajo y asequibles y, luego, ir amortizando una cantidad superior mensual a la pactada, siempre que no haya comisión por amortización anticipada. Así, cancelaremos el préstamo en el tiempo que teníamos pensado, pero, si en algún momento tuviésemos algún problema de liquidez (un imprevisto, paro, etc.), podremos tener la oportunidad de pagar una cuota mensual más pequeña.
3. Comparar el tipo de interés
El tipo de interés se corresponde con los intereses que devenga el dinero prestado a favor de la entidad de crédito. O, lo que es lo mismo, es el precio, sin incluir comisiones ni gastos extras, que pagaremos por el dinero que nos ha dejado el banco, por lo general en cuotas periódicas y junto con el principal del préstamo.
Lógicamente, cuanto menor sea el tipo de interés, mejor. Es preferible un préstamo personal al 5% TIN (Tasa de Interés Nominal) que uno al 10% TIN. No obstante, además del tipo de interés, hay muchos otros factores que encarecen su coste, como el plazo, las comisiones o los productos vinculados, por lo que antes de priorizar un interés bajo, hay que hacer cálculos y ver qué sale más a cuenta. Un ejemplo serían los préstamos al 0% en los que no se pagan intereses, pero las comisiones y el importe de los productos asociados pueden resultar igual de caros que si el préstamo tuviese un interés del 5% o del 10% TIN.
4. Créditos, ¿cómo esquivar las comisiones?
Las comisiones bancarias asociadas a un préstamo pueden encarecer su coste final. La comisión de apertura, la de estudio y la de amortización anticipada suponen un sobrecoste que se puede evitar. En algunos casos, se puede negociar con la entidad la retirada de este tipo de gastos a cambio de cumplir ciertas condiciones, aunque lo apropiado es contratar directamente un préstamo que esté exento de estos. En cualquier caso, si se negocia con la entidad la retirada de ciertas comisiones, es importante que se refleje en el contrato.
5. Evitar los gastos extra
Los gastos a terceros, como los de notaría, o los productos vinculados también encarecen el coste final de un préstamo. De hecho, hay créditos personales, sobre todo los que son a corto plazo, que resultan rentables, y no tanto por el tipo de interés que aplica el banco, sino por las comisiones y las primas de los seguros. ¿Lo idóneo? Contratar un préstamo que no tenga productos vinculados obligatorios y, si es posible, hacerlo en una entidad que no requiera firmar ante notario, aunque esto último será difícil de evitar cuando el importe de la financiación sea elevado.