Convertidas en meros vestigios de lo que fueron, muchas playas españolas se someten cada año a toda una operación de estética que reconstruye un perfil desfigurado por la sobreexplotación urbanística de la costa. La regeneración de las playas es para ecologistas y científicos un frágil y artificial escenario donde la mayoría de las veces la arena restituida comienza a abandonar la playa incluso antes de que lo hagan los turistas. Más tarde, con los temporales del invierno, la pérdida de arena puede contarse en metros cúbicos.
En nuestro país, no hay Comunidad Autónoma que escape a la erosión costera. Una situación que denuncia la organización ecologista Greenpeace en su último informe sobre la situación del litoral español, donde señala que la desaparición de la arena de las playas debido a las barreras construidas por el hombre es cada vez más visible y preocupante, así como que la regeneración artificial de estos arenales representa una de las prácticas más insostenibles que se acometen con el beneplácito de la Administración.
En este sentido, critica que a esta tarea se destine el 60 por ciento del presupuesto de la Dirección General de Costas. Y es que mantener este escenario resulta bastante caro, por lo que cada año son una partida final en los presupuestos públicos. Un total de 83 millones de euros han sido necesarios para devolver la arena a las playas: sólo reponer un tramo de un kilómetro requiere la nada despreciable inversión de 6 millones de euros.
Los ecologistas creen que Medio Ambiente debería «tomarse su trabajo en serio en lugar de ofertar la arena al mejor postor» y denuncian que la modificación de la legislación vigente ha permitido privatizar estas costosas y efímeras regeneraciones al establecer que a las empresas adjudicatarias se les podrá otorgar «la autorización para la explotación total o parcial de los servicios de temporada en las playas».
Por ello, critican la política llevada a cabo por Medio Ambiente de «ofrecer concesiones de chiringuitos y hamacas» para conservar uno de los elementos más frágiles de nuestro litoral y consideran que «sería mucho más provechoso que haga cumplir la Ley de Costas en lugar de permitir su ocupación y luego dilapidar los fondos públicos en actividades tan efímeras».
Muchas de las playas más emblemáticas o de renombre se han sometido ya este «lavado de cara»: Benalmádena, Fuengirola, La Manga, Isla Antilla, la Barceloneta… No obstante, Andalucía es la comunidad que encabeza el ranking con un total de 60 regeneraciones de las 91 que se han acometido este año en España.
A pesar de que los aportes de arena al litoral son una práctica a la que cada año se recurre con mayor frecuencia en nuestro país, lo cierto es que, hasta ahora, no resulta demasiado eficaz. Para confirmarlo, un reciente estudio científico, realizado por la Unidad de Biología de Marina de la Universidad de Alicante, ponía de manifiesto que la regeneración de las playas y la creación de arenas artificiales provocan graves alteraciones en los fondos marinos, un alarmante empobrecimiento de la biodiversidad y un impacto difícilmente tolerable para la viabilidad de las pesquerías artesanales.
El informe señala que «el número de peces capturados en zonas afectadas por una regeneración se reduce en un 60 por ciento y los ingresos por barco menguan hasta un 50 por ciento». La extracción de arena que se realiza en los fondos cercanos a la playa ahuyenta a la pesca de bajura, además de provocar importantes impactos en la fauna y flora del lugar. Así, la presencia de posidonia oceánica –plantas que constituyen un verdadero pulmón de oxígeno y bajo cuyo manto se alimentan más de 400 especies animales- es 16 veces inferior a la media de otros lugares en los que no ha habido este tipo de actuaciones.