El Índice de Precios de Consumo (IPC) alcanzó el 7,4 % en febrero, la tasa más alta en 36 años. Los precios de los alimentos y bebidas no alcohólicas aumentaron el 5,6 % respecto al mismo mes de 2021 y subieron el 0,8 % respecto a enero pasado. Las empresas justifican estos incrementos por el ascenso de los costes de las materias primas con las que elaboran sus productos o por el encarecimiento del proceso productivo.
Sea como sea, al final es el consumidor quien sufre las consecuencias, ya que debe pagar más por un artículo idéntico. Pero también puede desembolsar lo mismo, aunque en este caso lo hará por una cantidad menor de producto empacada en el mismo envase. Esta práctica, algo más desconocida, se llama reduflación.
Y no es algo novedoso. Hace tiempo que marcas detectaron que los compradores percibían de manera negativa la subida de precio de un producto; en cambio, no pasaba lo mismo si la porción ofertada disminuía sutilmente. Helados, patatas fritas, chocolatinas y bebidas de decenas de fabricantes encogieron, pero no así sus recipientes.
Por su parte, los productos cosméticos, de higiene personal o de limpieza del hogar empequeñecieron hasta convertirse en una réplica a mediana escala del original. En algunos casos los consumidores eran conscientes de este cambio de volumen. Sin embargo, en la mayoría de las ocasiones no lo apreciaba, o al menos lo daba por válido si el importe que debía abonar era el mismo.
Con los precios disparados, la reduflación ha vuelto a ponerse de moda. Estos son los aspectos principales de esta llamativa herramienta de marketing.
¿Qué es la reduflación?
El término reduflación procede de la palabra inglesa shrinkflation, un acrónimo de shrink, reducción, y flation, inflación. La reduflación es, en realidad, una inflación encubierta. Se produce en momentos muy puntuales como respuesta de los fabricantes, ante una subida de las materias primas con las que elaboran sus productos o por el incremento de los costes de los procesos de manufactura.
La reduflación se origina cuando las marcas, en lugar de aumentar los precios de sus artículos, optan por reducir las cantidades sin alterar el tamaño de los envases. De esta forma, el consumidor —en principio— no aprecia cambio alguno, salvo que mire detenidamente el peso o el volumen declarado en el paquete.
➡️ ¿Es legal?
La reduflación es claramente una táctica engañosa, pero no es ilegal. Los fabricantes que la aplican no hacen nada prohibido y a cambio salvan los muebles abaratando costes. Muchas veces estas reducciones de tamaño están argumentadas por mantras saludables: qué mejor manera de justificar esos nachos de menos en la bolsa o ese bollo más pequeño, que invocando a las calorías, los carbohidratos, las grasas saturadas y los azúcares.
➡️ ¿Cuál es su origen?
Pippa Malmgren, economista y exasesora de George W. Bush, y Brian Domitrovic, catedrático de Historia estadounidense, fueron los primeros en utilizar el término reduflación (shrinkflation, en este caso). La versión de Malmgren, la más aceptada, asegura que apareció justo antes de la gran crisis económica de los años 70, cuando los fabricantes encogieron el tamaño de muchos de sus productos; Domitrovic, por su parte, considera que este fenómeno ya se dio al acabar la Segunda Guerra Mundial.
En 2009 Malmgren y Domitrovic escribieron el libro ‘Econoclasts: The Rebels Who Sparked the Supply-Side Revolution and Restored American Prosperity‘, desvelando las claves de la reduflación. En la obra advirtieron de la importancia de identificar y contener este fenómeno a tiempo. Para los autores, cuando las marcas adoptaban esta técnica de marketing, la economía (nacional o internacional) estaba a las puertas de una crisis inflacionaria.
Ejemplos de reduflación
En 2017 la Oficina Nacional de Estadística del Reino Unido hizo un estudio sobre cómo afectó la reduflación al incremento del Índice de Precios al Consumidor (IPCH) entre enero de 2012 y junio de 2017. ¿Su principal conclusión? Si bien determinados productos no habían experimentado grandes variables de precio, sí lo había hecho su cantidad. Este fue el caso del azúcar, la mermelada, los siropes, el chocolate y la confitería procesada. Por decirlo de otra manera, los investigadores determinaron que la reduflación no se apreciaba de forma similar en todos los sectores de la alimentación, solo en algunos muy seleccionados.
Un año más tarde, en 2018, un grupo de periodistas ingleses de la BBC comprobaron sobre el terreno cómo esos dulces de los que hablaba la Oficina Nacional de Estadística habían encogido de tamaño. Analizaron al detalle el peso y las dimensiones de 19 chocolatinas en 2014 y 2018. Entre estos años, 18 habían mermado de peso notablemente, entre un 28,1 % y un 7,8 %. ¿Y qué había pasado con sus precios? En este caso no había correlación entre una disminución de gramos y de libras, puesto que 15 productos eran más caros en 2018 que en 2014, entre un 70,9 % y un 9,7 %.
Cómo podemos luchar contra la reduflación
Aunque la reduflación es una artimaña de las marcas, los consumidores podemos adoptar ciertas medidas para evitarla. Estos son algunos consejos:
- Evita consumir siempre una misma marca o busca cambiar de vez en cuando.
- Escoge fabricantes que te ofrezcan productos con una buena calidad y un precio acorde.
- Huye de campañas promocionales tipo “3×2” o “tantos gramos más de producto gratis”: a veces pagamos más por menos, justo al contrario de lo que pensamos.
- Lee siempre las etiquetas de los alimentos, observa el peso de los productos de manera rutinaria y calcula cuánto supone el precio por kilo.
- ¿Ha cambiado el fabricante el peso o el tamaño de su producto? Investiga qué argumenta para hacer esta modificación y valora si está justificada.