Imagen: Ian Labardee
Cerca de nueve litros por minuto. Es el gasto medio de las mangueras conectadas a un grifo de agua corriente, el modo más generalizado para regar las plantas de casa. Para cuidar un jardín particular, sin embargo, se puede recurrir a alternativas más económicas, como el uso de recipientes (regaderas, etc.) en lugar de la manguera, o bien utilizar reservas como el agua de lluvia o sobrantes de la cocina. Si a estas medidas se suma el diseño de un jardín con especies que no precisen excesiva agua, o se tiene en cuenta la extensión del recinto y su adaptación contra el sol, se puede reducir drásticamente el consumo de este preciado elemento y, por ende, la cuantía del recibo del agua, sin tener que renunciar a vivir rodeados de vegetación.
Especies y sistemas de riego
Uno de los mejores modos de ahorrar agua en el cuidado del jardín es planificar su diseño, seleccionando especies que no demanden riegos adicionales a los provenientes de la lluvia, como las autóctonas, que suelen resistir muy bien a la sequía. Otra alternativa es reducir la superficie de jardín dedicada a césped, sustituyéndola por plantas tapizantes, o por árboles y arbustos, ya que sus exigencias de riego son mucho menores. Además, también se puede acudir al viejo truco consistente en recubrir las superficies del jardín con materiales como piedras, gravas, cortezas de árbol, etc. Esta última posibilidad supone para el propietario una de las técnicas más eficaces para reducir las pérdidas de agua por evaporación, al tiempo que se logra un agradable efecto estético.
También la elección de un sistema de riego adecuado puede provocar un considerable ahorro en la factura del agua. Actualmente hay sistemas de bajo consumo, que se adaptan a las diferentes características de cada espacio ajardinado:
- Riego por aspersión: el agua se distribuye como una lluvia de pequeñas gotas. Es aconsejable en zonas de césped o similares. Dependiendo de la superficie del terreno que se necesite regar, se puede optar por aspersores (giratorios y de mayor alcance) o difusores (fijos).
- Riego por goteo: consiste en un tubo de plástico que dispone de una pieza interior con orificios aproximadamente cada 40 centímetros, por los que va saliendo el agua gota a gota. No tiene pérdidas por evaporación y disminuye la proliferación de malas hierbas. Tiene la ventaja de que exige muy poca presión y es fácil de montar.
- Riego por exudación: se parece a la técnica del goteo, pero en este caso la manguera está provista de infinidad de poros. Cuando la manguera está llena de agua, comienza a sudar el líquido de su interior. Es la técnica que permite mayor ahorro de agua.
Además, se puede recurrir a alternativas menos ortodoxas, pero muy efectivas para controlar el gasto que supone el cuidado y mantenimiento del jardín. Cuando el agua que se utilice para alguna acción no requiera estar potabilizada -como ocurre en el caso de riego del jardín- se puede estudiar la posibilidad de emplear agua que no proceda de la red de abastecimiento municipal. Las fuentes alternativas incluyen el aprovechamiento de acequias, pozos, o la captación y almacenamiento de agua de lluvia en barriles o bidones, que se llenarán sin ningún esfuerzo ni coste en los días lluviosos o durante los chubascos veraniegos.
El mejor modo de regar
No sólo el sistema de riego, sino el modo en que éste se realiza, contribuyen a ahorrar agua. Unas sencillas pautas permiten obtener un óptimo rendimiento:
- Es conveniente regar en las horas de menos calor, de esta forma conseguirá perder menos agua por evaporación. Tampoco se debe regar en los días de fuerte viento.
- Se debe tener en cuenta que los árboles y arbustos recién plantados requieren riegos frecuentes. Sin embargo, una vez hayan desarrollado bien sus raíces (aproximadamente en un par de años), los riegos serán cada vez menos necesarios. En muchos casos bastará con cuatro o cinco riegos en el verano y algunas especies incluso no necesitarán riego alguno. Es preferible regar árboles y arbustos pocas veces aunque con generosidad, ya que de esta manera las plantas desarrollan mejor las raíces y se hacen más resistentes a las sequías.
- El riego debe plantearse con flexibilidad, adaptándolo a la meteorología. Por ello es especialmente recomendable comprobar el grado de humedad del suelo antes de regar. Hay que prestar especial atención a los diferentes tipos de caudales, alcances y recorridos que tienen tanto los difusores como los aspersores y goteros, y escoger los que mejor se ajusten a cada necesidad, regulándolos cuidadosamente. Se debe evitar en lo posible el riego del pavimento o la superposición de varios aspersores. Si se cuenta con un sistema automatizado, puede incorporarse un sensor de lluvia y de humedad para evitar riegos innecesarios.
Por lo que respecta a las labores de mantenimiento del jardín, también en este aspecto es posible ahorrar agua. Por ejemplo, dejando crecer el césped entre cinco o seis centímetros, de forma que la planta necesite menos cantidades del líquido elemento, o limitando el empleo de fertilizantes en verano, ya que estos provocan un aumento de la demanda de agua de las plantas.
- Lo mejor sería poder construir en el jardín algún sistema de captación de agua que recogiera el agua de lluvia y la canalizase a un pequeño depósito, de modo que toda el agua que baja a través de los canalones, por ejemplo, se pudiera utilizarse para el riego del jardín.
- Siempre que se pueda, se debe evitar plantar en el jardín especies que necesiten mucha agua. Lo más aconsejable es utilizar plantas autóctonas o con poco requerimiento de humedad.
- El sistema de riego por goteo es uno de los más indicados para evitar el despilfarro. En el mercado hay una gran variedad de modelos que se adaptan a todas las necesidades, y cuyos precios oscilan entre 35 y 90 euros.
- Las mejores horas para el riego son las nocturnas; de esta manera se evitan pérdidas de agua por evaporación.