En tiempos de crisis prima el ahorro. Y este puede aplicarse a todos los ámbitos de la vida. La rutina diaria de asearse puede disparar las facturas de luz y agua si no se realiza con previsión. Pero un simple cambio de hábitos, como aprovechar la luz natural o no dejar grifos abiertos, puede reducir las facturas en un 10%.
Ahorro en las fuentes de energía
La rutina diaria de higiene personal ocupa un mínimo de una hora, algo que a final de mes se convierte en unas 30 horas. Si se multiplica por cada miembro de la familia, las horas -y los gastos que acarrea el cuidado personal- se disparan. Afeitados, depilaciones, duchas, limpieza bucal o maquillaje… Todas requieren de un gasto fijo, tanto en compra de productos adecuados como en el consumo de energía.
De ahí que el ahorro sea esencial. Y puede lograrse, sobre todo, si los miembros de una familia se conciencian y se racionaliza el uso del agua y la luz. Si se aplican todos los consejos sobre ahorro de ambos, como cerrar los grifos durante el cepillado de los dientes o colocar una botella de agua en la cisterna, las facturas pueden menguar en más de un 10%.
Conviene revisar grifos y cisternas de los aseos al menos una vez al mes para detectar fugas de agua
Para hacerlo, basta con variar la rutina:
Hay que revisar todos los grifos y cisternas de los aseos al menos una vez al mes. Si se detecta cualquier fuga de agua, por pequeña que sea, conviene avisar a un fontanero para que arregle la avería o desperfecto. De no ser así, se podría desperdiciar mucha agua durante todo el día, algo que además tendría su reflejo en la factura mensual. Algunas pólizas del hogar contemplan esta posibilidad entre sus coberturas básicas, con lo que no habría que afrontar ningún gasto adicional.
Se debe utilizar iluminación y luces de baja potencia para el aseo. Es una estancia del hogar donde los propietarios pasan muchas horas al día y una deficiente iluminación puede influir en el incremento de la factura de la luz.
En lugar de darse un baño, que genera un consumo mucho más alto de agua, hay que ducharse. Incluso a los más pequeños de la casa se les debe enseñar a utilizar más la ducha y menos la bañera, para gastar agua de modo racional.
En los baños que tengan mucha claridad, se debe realizar el aseo con el solo uso de la luz natural, en especial, en los meses de verano. Hay que acostumbrarse a encender las luces solo tras la caída del sol.
Utilizar el secador de pelo, las planchas de alisado, rulos… solo cuando sea preciso, y no tenerlos enchufados mucho tiempo.
Respecto a la limpieza de la ropa diaria, se puede utilizar la lavadora de forma más racional: menos veces y con mayor intensidad.
Ahorrar en la rutina de aseo
Determinados hábitos de limpieza no son del todo necesarios o compatibles con políticas de ahorro. Su posible sustitución por otros métodos más racionales puede beneficiar al bolsillo. Hay que optimizar los mecanismos que a diario se siguen en las tareas de aseo:
Tapar los frascos o recipientes donde están guardados alcoholes, colonias o perfumes, ya que de no ser así se perderían sus esencias y habría que reponerlos.
Disponer de cuchillas para el afeitado homologadas dentro de la Unión Europea. Las hay muy baratas, pero que no cumplen con su función y crean problemas en el afeitado. Al final, terminan por desecharse y ello supone un gasto doble e innecesario.
Mantener en buen estado todos los instrumentos de aseo personal -peines, cepillos de dientes, brochas de afeitar, etc.-, con objeto de conseguir que duren más tiempo.
Puede que las instalaciones del aseo estén en mal estado y sean origen de averías o desperfectos que provoquen la presencia casi continua del fontanero en casa.
En estos casos, cuando la factura se convierte casi en un gasto fijo más, conviene plantearse la necesidad de reformar el aseo. Se evitan así futuros problemas en las instalaciones, con la seguridad de que las fuentes de energía funcionarán correctamente, sin fugas de agua ni consumos en exceso por cualquier distorsión en sus mecanismos.
El importe de las reformas varía en función de la magnitud de la obra y de las instalaciones que se deseen reparar. Por término medio, oscilan entre 1.000 y 3.000 euros.
Las entidades brindan financiación a sus clientes con préstamos específicos para la reforma del hogar, que adelantan la cantidad necesitada. Su inconveniente es que aplican un tipo de interés que puede llegar al 10%, a lo que se añaden posibles comisiones que pueden gravar la financiación entre un 1% y un 2% adicional.