El exceso de humedad en las paredes de las casas, en la ropa y en los libros puede provocar, además de las conocidas incomodidades para su habitabilidad, uso y conservación, graves consecuencias para el medio ambiente y la salud, sobre todo para las personas mayores con problemas respiratorios y para los enfermos de asma. ¿Cómo eliminar la humedad de hogares, oficinas, bibliotecas…? El deshumificador, un aparato de aspecto similar al del aire acondicionado, contribuye a ‘sacar’ del aire el agua que le sobra, almacenándola en un depósito o llevándola directamente a un desagüe. Dada la diversidad de modelos, sistemas, capacidades y potencias, el gasto energético vendrá determinado por el sistema escogido y las condiciones en las que deba trabajar el aparato.
Qué son y cómo funcionan
“Los deshumidificadores son aparatos especialmente concebidos para dar una solución inmediata, rápida y eficaz a todos los problemas originados por el exceso de humedad, sin necesidad de instalación en el caso de los pequeños equipos domésticos, y mínimos gastos de instalación y mantenimiento en los equipos industriales y de mayor capacidad”, explica Ana María Cervantes, presidenta de Hanseata, empresa especialista en aparatos de humidificación y deshumidificación del aire.
Estos aparatos, capaces de lograr que el calor no sea tan pegajoso en verano, funcionan según el principio de la condensación. El aire húmedo es aspirado por el ventilador y se hace pasar a través de la batería del evaporador, donde se enfría por debajo de su temperatura de rocío. De esta forma, “la humedad contenida en el aire se condensa en forma de agua y es recogida en la bandeja de condensación de donde es evacuada a una tubería de desagüe”, explica Joseph Joan Berenguer de la compañía Taurus, quien añade que “el aire frío y seco pasa a través de la batería condensadora donde es recalentado y enviado nuevamente al recinto”.
Los deshumidificadores se presentan muchas veces como la única opción que contribuye a evitar serios problemas de habitabilidad y mal aprovechamiento de espacios a causa de un alto porcentaje de humedad en el aire. Incluso, solucionan problemas domésticos, “por ejemplo, en Galicia y otras zonas muy húmedas se utilizan para secar la ropa de forma más económica”, detalla Ricard Esquirol, director de productos de Daewoo. En verano evitan que la humedad se ‘instale’ en las viviendas y en invierno, en casas donde se condensa el calor, evita que se formen las molestas ‘goteras’ que pueden, incluso, provocar importantes daños materiales en el hogar.
No obstante, sus ventajas van más allá: “en viviendas, locales comerciales e industrias estos equipos no sólo extraen la humedad sobrante sino que también permiten mantener el porcentaje de humedad de forma automática, controlada y constante”, comenta Ana María Cervantes y se extienden hasta el ámbito sanitario. Esto último es debido a que mantienen el porcentaje de humedad aconsejable para la salud y el confort humano, evitando futuras enfermedades y dolencias óseas, consecuencia de un entorno constantemente húmedo.
Para las personas alérgicas resultan unos grandes aliados, explica el doctor R. Lleonart, secretario de la Fundación de la SEAIC, Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica. “Los ácaros, para desarrollarse de forma óptima, necesitan una temperatura de 25ºC y una humedad del 85%. En zonas de mayor humedad, un deshumidificador puede reducir notablemente el crecimiento de los ácaros y de los hongos, siempre y cuando se utilice de forma constante y en lugares cerrados”, detalla. En este sentido, hay que tener en cuenta que el porcentaje de humedad relativa adecuado para el confort y la salud está entre el 45% y el 55% sea verano o invierno. “Lo ideal es conseguir que siempre, se tenga o no calefacción o aire acondicionado, ese porcentaje se mantenga” asegura Ana María Cervantes.
Además, manteniendo estos niveles, se previene la proliferación de moho y bacterias y los consiguientes malos olores que se derivan de ellos; evitan las anomalías y daños a equipos electrónicos y mecánicos, como la corrosión; evitan el deterioro de elementos de decoración como cortinas o alfombras, cuadros, pergaminos; reducen las dolencias de las vías respiratorias; ayudan a prevenir problemas de salud tales como articulaciones dolorosas o exceso de sudoración, e, incluso, previenen el deterioro de sustancias orgánicas como los productos alimenticios.
Diversidad de modelos
“La tecnología y las prestaciones de estos aparatos son tenidas en cuenta sobre todo en los sectores industriales. En cambio, en el ámbito doméstico, especialmente en viviendas y oficinas, se tiene más consideración a la estética y el diseño”, reconoce Ana María Cervantes, quien además añade que “la cantidad de unidades que se puede vender en el mercado español a lo largo de un año no es fácil de determinar. Ha de tenerse en cuenta que hay varios equipos y marcas y muchos modelos que se pueden usar en función de la aplicación que se le va a dar”.
Pero, ¿qué aparato es el más apropiado? ¿en qué hay que fijarse a la hora de adquirir un modelo u otro? Las respuestas son varias, desde la cantidad de los litros que son capaces de extraer y el volumen del local a tratar, hasta los distintos usos que se le vaya a dar: doméstico o industrial. Sin embargo, “una de las características que diferencian a unos y otros es el tamaño del aparato, ya que pueden llegar a ocupar bastante espacio”, explica Ricard Esquirol.
Si el tamaño es uno de los factores más importantes a tener en cuenta, también es importante fijarse en la capacidad de absorción. “Hay que comparar la cantidad de litros que extrae cada 24 horas y analizar muy bien en qué condiciones de temperatura y humedad relativa viene dado ese dato”, relata Joseph Joan Berenguer, quien señala que los litros que se aspiran al día vienen determinados por “la temperatura ambiente y la humedad relativa existente en el local a deshumidificar”. Asimismo, hay que prestar atención al consumo y escoger aquel que a menor consumo aporte mayores prestaciones. De todas formas, se debe tener en cuenta que, dada la diversidad de modelos, sistemas, capacidades y potencias, el gasto energético vendrá determinado por el sistema escogido y las condiciones en las que deba trabajar el aparato.
Para su funcionamiento, en el caso de los equipos domésticos, no se requiere ninguna instalación especial: basta con enchufarlo. El propio aparato dispone de un depósito un con sensor para indicar cuándo está lleno. En ese caso, la unidad se detiene para evitar fugas de agua. Ana María Cervantes insiste en que son equipos de fácil uso. “En el caso de los domésticos, van conectados a la red y su ubicación depende de las necesidades, ya que son portátiles y cuentan con ruedas para su sencillo traslado”, señala.
Si se trata de equipos de mayor tamaño, conocidos como equipos frigoríficos, hay dos posibilidades de instalación: en ambiente o para conductos. Los primeros pueden ser colocados en el suelo o la pared y lo único que necesitan es la alimentación eléctrica y un tubo de desagüe, tal y como aseguran desde Hanseata. Y en el caso de los equipos de conducto se requiere la instalación de los conductos para repartir por toda la superficie del local el aire deshumidificado.
Respecto al precio, éste varía entre unos aparatos y otros. Un pequeño deshumidificador doméstico puede rondar alrededor de 250 euros y los equipos grandes, dependiendo del sistema de la capacidad de deshumidificar- hasta 600 litros/día- puede alcanzar los 30.000 euros. “Los de adsorción son más caros, pero también tienen ventajas especiales que los otros no tienen”, señalan desde Hanseata.
Aplicaciones y métodos para deshumidificar el aire
Las aplicaciones de los deshumidificadores son múltiples, tantas como las funciones que desempeñan. Capaces de sacar del aire todo el agua que sobra, almacenándola en un depósito (generalmente en los que se colocan en viviendas) o llevándola directamente a un desagüe, se han convertido en un aliado para las viviendas de las zonas más húmedas, que durante todo el año tienen un porcentaje de humedad por encima del recomendado.
Y es que mantener un equilibrio entre la temperatura y la humedad existente en el ambiente es fundamental. Sólo con estos aparatos se puede “preservar la salud, reducir los índices de contaminantes en la atmósfera, disminuir los valores alérgenos en recintos cerrados, proteger los bienes, mantener en buen estado los muebles, evitar la deshidratación, deterioro, enmohecimiento, mermas de peso y calidad en productos, entre otras muchas mas aplicaciones”, detalla Ana María Cervantes de Hanseata.
De ahí que cada vez se utilicen más en viviendas, oficinas, locales comerciales y de almacenamiento de materias como papel, tela, cuero, madera o de artículos y productos manufacturados. Lo mismo ocurre en los sectores industriales en los que hay determinados procesos de fabricación y almacenaje y donde se exige un control en el porcentaje de humedad. Es imprescindible su presencia en los museos, salas y galerías de arte, donde el exceso de humedad pueda dar lugar al deterioro de las obras de arte que albergan, así como en hospitales, piscinas cubiertas, balnearios, centros deportivos y todos aquellos espacios susceptibles de condensación.
Por ello, para adaptarse a cada necesidad existen diversos métodos de deshumidificación, diferenciados por el sistema que utiliza para conseguir su propósito y que es recomendable y aplicable según las condiciones y necesidades que demande la aplicación. Los dos principales son:
- Frigoríficos o de condensación: Usan un circuito convencional hermético de refrigeración. Es muy eficaz para extraer la humedad del aire, siempre que el aire de entrada tenga un punto de rocío superior de 12ºC. “Cuanto mayor sea, mejor”, aseguran en Hanseata.
- Desecante o de adsorción: Estos deshumidificadores están especialmente indicados para conseguir y mantener niveles muy bajos de humedad a bajas temperatura (hasta -40ºC), o cuando se requiere mantener porcentajes muy bajos de humedad con independencia de la temperatura. Este método se utiliza en la mayoría de las industrias de la alimentación, químicas, plásticos, navales y farmacias, pistas de hielo, plantas depuradoras de agua y almacenes del ejército.