¿De verdad ahorramos energía gracias al cambio de hora? Cada vez que hay que retrasar o adelantar las manecillas del reloj, el debate resurge. Hay expertos que dicen que este cambio ayuda a ahorrar electricidad y dinero. Pero sus detractores afirman que la medida dista mucho de ser eficaz, porque lo que ahorramos por un lado, se pierde por otro. La polémica es más encendida este año ya que, en 2019, se suprimirá el cambio de hora en toda la Unión Europea y habrá que tomar una decisión: o nos quedamos con el horario de invierno, o lo hacemos con el de verano.
El cambio de hora ahorra el 5 % del consumo eléctrico, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía
Cada año hay que cambiar de hora los relojes dos veces: el último domingo de marzo (cuando adelantamos una hora) y el último de octubre (cuando la atrasamos). Una medida impuesta por la directiva europea 2000/84/CE, que afecta a todos los Estados miembros, y que en España está recogida en el Real Decreto 236/2002, de 1 de marzo. Siguiendo con la tradición, el próximo fin de semana, atrasaremos los relojes para adoptar el horario de invierno. Sin embargo, es posible que sea la última vez que lo hagamos. La Comisión Europea (CE) ha decidido comenzar a tramitar la eliminación de dicha normativa, después de que una encuesta, impulsada por la propia CE en julio, haya desvelado que la mayoría de los ciudadanos europeos así lo quiere. Según esta propuesta, en 2019 elegiremos entre el horario de invierno y el de verano, y lo fijaremos como el definitivo.
Pero no todo está tan claro, porque el cambio de hora despierta argumentos a favor y en contra. Los defensores alegan, sobre todo, el ahorro económico y energético de la medida. Los detractores, por su parte, señalan que los supuestos beneficios esgrimidos son pocos y que además no compensan los trastornos que provocan en la salud estos cambios.
¿Cómo se ahorra energía con el cambio de hora?
El ahorro de energía es el argumento más repetido a favor de mover el reloj. Según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, los cambios en la manecilla del reloj suponen un ahorro del 5 % del consumo eléctrico. El motivo es que adecúan la hora para que haya un mayor aprovechamiento de la luz natural, al hacer coincidir el día con la jornada laboral.
Y este ahorro de energía, dice el IDAE, se traduce en una rebaja de las facturas por electricidad: en total, unos 300 millones de euros. De ellos, 90 millones corresponderían al ahorro en los hogares (unos seis euros por familia), y los otros 210 millones a la industria o sector servicios. Pero estas cifras son potenciales, es decir, para alcanzarlas es necesario prescindir de la iluminación artificial cuando no es indispensable.
En Europa, la Comisión Europea también apoya el cambio de hora como modo de bajar el consumo de energía, aunque reconoce que no ha podido cuantificarlo. El ahorro real de la medida es difícil de determinar, afirma este organismo, y, en todo caso, «parece relativamente limitado», reconoce. Además, el Parlamento Europeo aprobó en febrero una resolución no vinculante para que la Comisión revise su directiva y, en caso de fructificar la petición, el cambio de hora podría tener sus días contados.
Pero, ¿de verdad merece la pena?
Sin embargo, los detractores, en especial muchas asociaciones ecologistas y protectoras del medio ambiente, señalan que el cambio de hora tiene más de medida simbólica, para concienciar sobre la importancia de ahorrar energía, que de ahorro real. Los críticos sostienen que aunque las familias y las empresas consuman menos electricidad por las mañanas, ya que la iluminación luz natural hace innecesario encender la luz, acaban desperdiciando ese ahorro por las tardes, en forma de un mayor uso de calefacción en invierno y de sistemas de refrigeración en verano.
Y algunos estudios les dan la razón. El cambio de hora, al contrario de lo que se busca, puede incluso incrementar el consumo de energía en casa en un 1 %, como consecuencia del incremento en calefacción y aire acondicionado, dice una investigación realizada en 2008 en Estados Unidos. Otra del Departamento de Energía de este país limita el ahorro energético del cambio de hora a un 0,5 %.
Además, según los críticos, los posibles beneficios no compensan los quebraderos de cabeza para los ciudadanos, ni los posibles trastornos sobre la salud, ya que los médicos señalan que el cambio de hora afecta al organismo provocando somnolencia, fatiga e, incluso, irritabilidad pasajera. El motivo es que el cambio de hora trastoca el ritmo circadiano, nuestro reloj interno, un sistema que adapta el ritmo del organismo a los ciclos del día y la noche y puede originar problemas de sueño si no funciona bien.
Los detractores del cambio de hora piden medidas para ahorrar energía todo el año más eficientes que mover las manecillas del reloj. Un ejemplo es el uso de fotocélulas o sensores que apagan o regulan la luz en función de la luz natural -una medida ya obligatoria para los nuevos edificios, como recoge el Código Técnico de la Edificación-, aunque hay otras formas de gastar menos electricidad, como generalizar las lámparas LED o diseñar los edificios de modo que aprovechen mejor el sol, a través de ventanas bien orientadas o lucernarios.