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En la tarea de elegir la iluminación de una cocina se debe tener en consideración el tipo de techo porque determinará las diferentes opciones para alumbrar la estancia. Si el techo está bajado se pueden elegir los denominados down-ligth, focos halógenos redondos o cuadrados que se colocan empotrados en el techo.
En función del tamaño de la cocina, se llevará a cabo la instalación de los lumínicos, aunque, tal y como explican desde las tiendas especializadas, lo habitual en una cocina de dimensiones normales, en torno a 10 metros cuadrados, es colocar dos focos con una intensidad de 2 x 26 vatios cada uno. «Una buena opción es instalar un foco en la cocina y otro encima del lugar donde se ubica la mesa», según comenta María José Rodríguez Buján, decoradora de cocinas.
Pero todo depende del gusto de la persona que decora la vivienda o que encarga la decoración a un profesional especializado, algunas personas prefieren incrustar más focos en el techo y tener una luz más uniforme, por lo que otra opción que permite elegir los down-ligth puede ser la de colocar cuatro focos de dimensiones más pequeñas y menor tensión. Incluso las tendencias apuestan por llenar la cocina de luz e instalar focos en los armarios altos y poder jugar con la luz. Una elección que supone un mayor gasto de energía, aunque se puede realizar una instalación que permita conectar sólo los focos de encima del fogón o la campana cuando se está cocinando y dejar el resto de focos apagados.
Elección de colores
A la hora de elegir los elementos iluminativos hay que tener en cuenta el material de la cocina. Si está compuesta de aluminio, lo lógico es instalar los denominados down-light del mismo color y metal. Los hay de diversos materiales y colores, lo que permite al usuario un gran grado de elección. Si la cocina es muy llamativa no se recomienda la instalación de lámparas muy sofisticadas, pero si es de un solo color, con detalles en otros colores, por ejemplo verde, se pueden instalar los focos en ese color verde a juego de los detalles.
Las personas que no deseen que las lámparas tengan un lugar específico en la cocina deben decantarse por los focos cuadrados o redondos, pero sobre todo de color blanco, que son discretos y quedan sumergidos en el techo.
Variedad de cristales
El foco o la lámpara no es lo único que hay que elegir cuando se acude a una tienda especializada en busca de una buena iluminación. Hay que tener en cuenta que la instalación es algo duradero que no se va a cambiar en mucho tiempo. Así, los focos halógenos incluyen la posibilidad de elegir el color del cristal: a quienes les guste que el espacio esté bien iluminado pueden optar por el transparente; si, por el contrario, se es más atrevido se puede elegir un cristal serigrafiado que permite pasar la luz y que se vea la bombilla. Otra opción es el color mate que no permite observar la bombilla, y por último, hay que mencionar el color mate combinado con transparente, que posibilita ver la bombilla y que da más luminosidad.
Si el techo no está bajado se pueden colocar lámparas alargadas, sobre todo en la zona centro. En este caso la potencia debe ser mayor y si se opta por instalar dos lámparas las bombillas deben ser de 2 x 55 vatios.
En la actualidad las cocinas son espacios pequeños porque el comedor suele ir incorporado en el salón, por lo que no es necesario colocar demasiadas luces ni realizar una inversión muy alta en la iluminación de esta estancia. Si con suerte la cocina supera los 10 metros cuadrados y se tiene la opción de poner una mesa para comer, es necesario instalar una lámpara con una función más decorativa que funcional. Los decoradores invitan a colocar lámparas largas en tonos que combinen con los muebles y con la mesa. Según la decoradora Rodríguez, “en comedores amplios se recomienda poner dos o tres lámparas colgando y que queden a un metro de la mesa”.
Otra posibilidad para iluminar la cocina es utilizar el plafón de toda la vida, que también ha evolucionado hacia modelos más sofisticados. Actualmente prima la forma rectangular y se pueden adquirir de colores, desde verdes, naranjas y rojos, pasando por otros más discretos como el blanco o incluso el wengué.
En cuanto al material, el que más se vende es el fluorescente compacto, aunque hay quien sigue prefiriendo el tubo al aire libre porque consideran que da más luz y porque son más cómodos para limpiar. Dentro de esta opción de lámparas en forma de tubo se ha evolucionado hasta modelos modernos con acabados y toques en madera.