Si hay algo a lo que tenemos que prestar atención a la hora de descansar es, sin duda, a nuestro colchón. De éste depende nuestro descanso y, en consecuencia, nuestra apariencia y capacidades físicas e intelectuales; puede llegar a influir en nuestro estado de ánimo e, incluso, puede hacer que una persona envejezca antes.
Por todo esto, debemos detener nuestra atención a la hora de escoger el colchón. Es muy importante elegir adecuadamente tanto el material como la dureza del mismo. Asimismo, debemos tener en cuenta que no existe ningún colchón en el mercado que alivie los dolores de espalda, pero sí colchones que facilitan el descanso al mejorar la postura del cuerpo.
La mayoría de los expertos recomiendan, para un descanso óptimo, la utilización de un colchón cuya elasticidad sea mayor en unas zonas que en otras. De este modo, el colchón deberá ser más blando en aquellas zonas del cuerpo que sean más pesadas, como son los hombros o la pelvis, y más rígido en las zonas menos pesadas del cuerpo. Los extremos, en este caso, no son buenos ya que un colchón excesivamente duro provocará una tensión extrema en la espalda, y uno muy blando hará que la espalda cuelgue provocando la tensión de los músculos al buscar nuestro cuerpo su posición natural.
Otro aspecto importante a la hora de elegir un colchón es la cobertura y el relleno del mismo. El colchón debe permitir una circulación adecuada de la humedad para que no nos despertemos empapados en sudor. Por ello, debemos evitar los colchones de fibras artificiales por que, además de no permitir una transpiración correcta, se romperán prematuramente.
Existe en el mercado una gran variedad de tipos de colchones. La elección del más adecuado depende de cada persona. Los factores más influyentes en esta decisión son el confort, la frecuencia de uso y, especialmente, la cantidad económica que tenemos pensado invertir en la compra. En la actualidad, los precios de los colchones oscilan entre los 60 y los 700 euros. El precio más bajo corresponde a los colchones compuestos por muelles y espumas, siendo los más caros los colchones de látex.
Las clases de colchones más comunes en el mercado son los siguientes:
–de muelles. Son colchones compuestos por muelles cosidos en fundas de algodón. Estos colchones son muy ecológicos, además son muy firmes y permiten una óptima transpiración lo cual resulta muy beneficioso para personas con tendencia a sudoración extrema o personas que, por enfermedad, deben permanecer largos periodos de tiempo en cama. El inconveniente de este colchón es que carece de compresión alguna para que puedan ceder a las distintas presiones que ejerce nuestro cuerpo. Además, los muelles van cediendo y tienden a hundirse en el centro, lo que conlleva una postura incorrecta del cuerpo.
–de lana. Se trata de colchones rellenos de lana. El mayor inconveniente de este tipo de colchón es que la lana se apelmaza y que cada dos o tres años será necesario volver a cardarla para devolverle su consistencia.
–de látex. Los colchones de látex tienen la ventaja de que se adaptan a los movimientos que se hacen al dormir, pero sin perder la firmeza necesaria para un buen descanso. Además, son hipoalergénicos y resistentes tanto al polvo como a la suciedad.
–de espuma. La espuma no es un material adecuado para el colchón. No permite bien la transpiración y además es antiecológica por contener algunos compuestos tóxicos para la salud. De todas formas, si nos decantáramos por un colchón de este tipo deberíamos exigir la densidad de la espuma de goma utilizada, que no deberá ser inferior a los 25 kg por metro cúbico.
Otro factor a tener en cuenta para disponer del total rendimiento de nuestro colchón es la base del mismo. Existen diferentes tipos de bases, éstas son:
–de madera: se trata de una base dura y que no cede.
–canapé: suelen ser de muelles, tapizados… Se trata de una base cómoda y resistente.
–de muelles: ocurre lo mismo que con los colchones de este material, tienden a cederse provocando una postura incorrecta de la espalda.