Las lámparas halógenas son, en lo fundamental, unas lámparas incandescentes a las que se les ha añadido unos halógenos de yodo y bromo, que permiten un ciclo regenerador de la luz. Es decir, alargan la vida útil de la luminaria más del doble de lo que dura una bombilla convencional.
Este tipo de lámparas, que permite tener luz durante más de 2.000 horas, tiene como inconveniente el alto grado de temperatura que alcanza (más de 250 º C) y las emisiones de rayos ultravioleta que produce. Respecto a estos últimos, conviene señalar que la mayoría de las empresas que comercializan estas bombillas han añadido filtros protectores. Así, los perjudiciales UVB, UVC y UVA no afectan al usuario, como ocurría con los modelos de hace unos años.
Además, las lámparas halógenas emiten una luz constante, que se puede regular con facilidad, más clara que las fluorescentes o las bombillas tradicionales y ofrecen muchas posibilidades decorativas, en especial para crear ambientes de luz tenue y cálidos.
En los hogares las más utilizadas son las de 220-230 V, que se conectan directamente a la red eléctrica. Este tipo de bombillas no necesita ningún tipo de transformador como ocurre con las de baja intensidad, que funcionan con 12 V y se emplean en linternas o utensilios similares.