Un buen mantenimiento de las instalaciones de calefacción asegura su adecuado nivel de funcionamiento, seguridad y rendimiento. Las tareas de revisión deberán ser periódicas y actuarán en ellas técnicos especializados y debidamente autorizados.
Estos instaladores realizarán la labor de medir los consumos de combustible y de agua, supervisar la temperatura de los gases de combustión y ambiente, comprobar los índices de los gases expulsados y la opacidad de los humos, verificar el tiro de la chimenea y limpiar la caldera y su circuito de humos.
Hay tareas que inciden sobre el particular que no son tan técnicas, pero no por ello menos importantes, ya que si queremos mejorar el rendimiento de la instalación tendremos que vigilar una serie de factores como son: la regulación y el control de la caldera y los quemadores y la independencia del sistema de calefacción y del agua caliente sanitaria.
El aparato que transforma la energía que genera la combustión de materia en agua caliente es la caldera, y para su perfecta conservación tendremos que observar que esté libre de causas externas que puedan bajar o anular su rendimiento como son su ventilación, el hollín que genera la combustión las incrustaciones de cal, la chimenea, condensaciones y el quemador.
Con el fin de no despilfarrar energía, cuando se elige una caldera de calefacción hay que tener en cuenta las temperaturas más extremas del exterior. Además, las instalaciones de calefacción deberán tener:
–Un regulador automático de temperatura que sea capaz de controlar y regular el calor.
–Quemadores de dos etapas para evitar que la caldera funcione con un exceso de potencia.
Hoy en día el sistema de instalación de doble caldera, una para el agua caliente sanitaria y otra para la calefacción, es la que se impone, dado su ahorro de energía estacional. En las antiguas, una caldera para los dos sistemas, el gasto era cuantioso porque en verano, por ejemplo, se producía un consumo nulo en lo que se refiere a calefacción y altos índices en agua caliente.