La intoxicación letal por monóxido de carbono (CO), conocida como la “muerte dulce”, es la culpable todos los años de algún accidente mortal, como el ocurrido en la localidad castellonense de La Todolella. Seguir algunos consejos a la hora de utilizar las instalaciones de gas y de reaccionar en caso de fuga son vitales para evitar males mayores.
Altamente peligroso
La intoxicación producida por la inhalación de monóxido de carbono (CO) suele desencadenar todos los años más de una tragedia mortal, como la ocurrida recientemente a 18 personas en un albergue de la localidad castellonense de La Todolella. Se calcula que en los últimos cinco años han fallecido en España al menos 89 personas por esta causa. La revista de la Asociación Médica Americana, la JAMA, señala que el monóxido de carbono es la principal causa de muerte accidental en EE.UU.
El CO es peligroso porque se trata de un gas que sólo se puede detectar por medio de sensores, puesto que es incoloro, inodoro e insípido, y puede causar la muerte cuando se respira en niveles elevados sin que los afectados se den cuenta, al caer en un estado de sopor que no da sensación de ahogo ni de asfixia, de ahí que se le llame la “muerte dulce”. José Antonio García-Andrade, médico forense conocido por su participación en importantes casos criminales, como el asesinato de los marqueses de Urquijo, indicó que en la mayoría de los casos las víctimas no se percatan de lo que está ocurriendo, y en el supuesto de que se den, la inhalación les provoca una parálisis en las piernas “que les impide salir corriendo para buscar ayuda”.
El CO se produce en la combustión de materiales como butano, propano, gasolina, queroseno, carbón, petróleo o madera. Las chimeneas, calderas, calentadores de agua y los aparatos domésticos como estufas u hornillos de cocina que utilizan estos materiales pueden producir escapes de CO si no están funcionando bien. Asimismo, los automóviles, como cualquier máquina que lleve un motor de combustión, también produce CO a través de su tubo de escape.
Por su parte, el gas natural (metano) no es tóxico: sus moléculas no son solubles en agua por lo que no pasan a la sangre a través de las mucosas pulmonares. Ahora bien, sí es asfixiante cuando desplaza al aire del ambiente. El gas natural también es inodoro, pero se le suele añadir un odorizante para que el usuario pueda percibirlo, como el Tetrahidrotiofeno (THT), un sulfuro muy estable químicamente que mantiene sus propiedades cuando llega al usuario. Mientras que el gas natural es más ligero que el aire, por lo que, de producirse alguna fuga, sale rápidamente al exterior, los gases propano y butano pesan más que el aire, por lo que tienen tendencia a acumularse en lugares bajos.
La intoxicación se produce porque el CO se combina con la sangre a través de los pulmones mucho más fácilmente que el oxígeno, e impide a la hemoglobina transportar el oxígeno a las células, por lo que el organismo no puede obtener la energía necesaria para sobrevivir. La intoxicación por CO presenta alguno de los siguientes síntomas en función de la cantidad inhalada: dolor de cabeza, irritabilidad, confusión, comportamiento grotesco o caprichoso, dificultad respiratoria, desmayo, mareos, debilidad, náuseas y vómitos, pulso acelerado del corazón, dolor torácico, convulsiones, pérdida de audición, visión borrosa, desorientación, pérdida del conocimiento, coma, paro cardiaco y fallo respiratorio.
La exposición al monóxido de carbono, aún por un período breve, puede producir daños irreparables, desde cambios de humor y cefaleas permanentes hasta lesiones neurológicas. Si el individuo se recupera, será lentamente. En caso de presentar síntomas de deterioro de la capacidad mental después de dos semanas, la probabilidad de recuperarse completamente no es muy alta. Incluso si no se tiene ningún síntoma por cierto tiempo, el deterioro de la capacidad mental puede reaparecer en las primeras dos semanas.
Por otra parte, en el mundo se producen miles de accidentes como consecuencia de la inhalación de gases que pueden proceder además de pozos o fosas sépticas, tanques industriales, bodegas de barcos, humo de incendios, bodegas de vino durante la fermentación, simas o cuevas, etc. En todos estos casos se acumulan gases que no contienen oxígeno, o bien existen sustancias que bloquean alguna función vital del organismo, por lo que respirar en esa atmósfera puede provocar la muerte.
Instalaciones seguras
El empleo de los gases combustibles de uso doméstico -butano, propano y gas natural- es seguro si se cumplen unas normas básicas de mantenimiento y utilización de las instalaciones. La normativa vigente especifica que los usuarios son responsables del mantenimiento y la correcta utilización de las instalaciones y de todos los aparatos que tengamos conectados a ellas. La ley, además, obliga a realizar a cargo del usuario una revisión, cada cuatro años en caso de usar gas natural, o cada cinco si se utilizan botellas de butano o propano. Esta revisión deberá ser realizada por la empresa instaladora autorizada, que se encargará de certificar que todos los elementos de la instalación cumplen con la normativa (ubicación adecuada, accesorios y aparatos homologados, ventilación correcta, etc.) y funcionan correctamente. El certificado de revisión es necesario para mantener el suministro y será solicitado en la inspección.
Por su parte, quien posee una instalación de Gas Licuado del Petróleo (GLP) -butano o propano- envasado está obligado, además, a sustituir los elementos que hayan caducado. Y aunque no es preceptivo, también conviene revisar la caldera de la calefacción antes de comenzar la temporada de invierno. Y si bien todos los aparatos a gas cuentan con dispositivos de seguridad, que cortan el paso del gas si se apaga la llama, hay que tener cuidado con los hornillos y los fuegos superiores de las cocinas, que no cuentan con dichos dispositivos. “En el momento en el que la llama se apaga, el dispositivo corta la emisión de gas”, asegura Ignacio Leiva, técnico de Repsol-YPF. Para evitar una mala combustión, las revisiones de estufas y calderas deben ser periódicas.
Para evitar intoxicaciones por CO, los expertos ofrecen una serie de consejos:
- Colocar el aparato a gas en un lugar con ventilación, con las preceptivas rejillas libres de obstrucciones.
- Apagar el fuego si no se utiliza y si se produce un derrame de un recipiente mientras se cocina. Si el humo de la llama tizna las cacerolas, es muy probable que el gas no se queme correctamente.
- Limpiar con frecuencia los quemadores sin utilizar productos abrasivos como la sosa o la lejía.
- Comprobar que la llama sea azul. Una llama ruidosa, inestable y con puntas amarillas o de tonalidades anaranjadas es un indicio de que la combustión no es correcta.
- Dormir con la caldera apagada y cerrar las llaves de los aparatos cuando no se utilicen o si se interrumpe el suministro de gas. En ausencias prolongadas, cerrar la llave de paso del gas de la vivienda.
- Encender la cerilla antes de abrir la llave del quemador.
- Evitar colgar objetos en las tuberías del gas.
- Si se va a realizar alguna modificación, llamar a los instaladores autorizados, puesto que sólo ellos pueden manipular las instalaciones.
- En caso de oler a gas, no encender cerillas, mecheros, interruptores ni aparatos eléctricos, ni tan siquiera una linterna. Abrir puertas y ventanas para ventilar el recinto, cerrar los mandos de los aparatos y la llave general de paso, y avisar al servicio de urgencias de la compañía suministradora para que revise la instalación. Si el olor es muy fuerte, salir inmediatamente del lugar y avisar a quien se encuentre cerca para que haga lo mismo. Una vez fuera, avisar ya a los servicios de urgencias.
- No tener encendido el motor del coche dentro del garaje, aunque tenga la puerta abierta, ni utilizar aparatos con motores a gasolina (cortadoras de hierba o de maleza, sierras eléctricas, motores o generadores pequeños) dentro de un cuarto cerrado. – No utilizar el horno de gas para calentar la casa, aunque sea por poco tiempo. – No utilizar carbón dentro de casa, ni siquiera en la chimenea.
¿Cómo evitar la intoxicación?
Para evitar el envenenamiento por CO se recomienda no dejar nunca un espacio completamente cerrado sin aireación. Y aunque el quemador funcione bien, siempre debe haber una renovación constante del aire en el espacio interior, ya que de lo contrario, el oxígeno del aire se consume y puede haber riesgo de asfixia. Si la persona ha dejado de respirar, es posible que sea necesario administrar respiración artificial.
Si se tiene síntomas de envenenamiento con CO, se recomienda salir del lugar en donde se puede estar produciendo la intoxicación hacia un lugar abierto, donde se pueda respirar aire fresco. Para estar seguros, lo mejor es acudir a un hospital y explicar al médico que se puede haber intoxicado con CO. El envenenamiento con monóxido de carbono puede diagnosticarse con una prueba de sangre hecha inmediatamente después de haber estado expuesto a él. No hay que desdeñar los síntomas por muy pequeños que sean, puesto que ignorarlos puede llevar hasta a la muerte: una persona expuesta a un ambiente contaminado con apenas 600 partes por millón de CO puede fallecer en tres horas.
Si finalmente se acude a la sala de emergencias de un hospital, los responsables médicos deberán administrar oxígeno, controlar los signos vitales, administrar diversos medicamentos si fuera necesario y si existen instalaciones apropiadas, llevar a cabo oxigenoterapia hiperbárica. Esta última medida ha supuesto, por ejemplo, la rápida recuperación de varias mujeres que resultaron intoxicadas recientemente por CO en Zarautz (Gipuzkoa), al ser atendidas en la cámara hiperbárica del hospital de Valdecilla de Santander. La medicina hiperbárica permite administrar al paciente oxígeno puro a una presión superior a la atmosférica, algo muy eficaz en casos de intoxicaciones por inhalación de gases venenosos, así como para otro tipo de cuidados terapéuticos, como por ejemplo el tratamiento de lesiones de la piel.
Por hacer una comparativa, si al afectado se le suministra oxígeno al 100% – el oxígeno del aire que respiramos representa el 20% – el plazo de recuperación se acorta a dos horas, mientras que si ese oxígeno se respira a una presión tres veces superior a la atmosférica, la recuperación se produce en unos 25 minutos. Este hecho es de suma importancia, puesto que la probabilidad de que la intoxicación deje algún tipo de secuelas se reduce de forma drástica si se acelera el proceso de recuperación, algo que quedó demostrado tras el incendio en una discoteca de Buenos Aires el pasado diciembre, donde muchos de los centenares de intoxicados fueron salvados de sufrir graves secuelas gracias a esta técnica.
Sin embargo, no todos los hospitales cuentan con este recurso, puesto que se trata de una instalación muy costosa y requiere un equipo especializado en medicina hiperbárica. Algunos clubes de buceo disponen de este tipo de cámaras hiperbáricas, que resultan vitales para luchar contra dos de los accidentes más comunes en la práctica del buceo: la sobrepresión pulmonar y la descompresión.