Muchos tenemos la experiencia de haber adquirido determinados productos que, al poco tiempo, han quedado desfasados y hemos precisado para cubrir nuestras necesidades la compra de unos análogos, pero más avanzados. Para que no nos vuelva a suceder, la adquisición vía renting puede ser una alternativa.
Concepto:
El renting es un producto financiero que implica, grosso modo, un servicio, no de compra, sino de alquiler de los productos citados, por lo general sin opción de compra al final del contrato, y que cubre para el caso de bienes, gran parte de los costes que conlleva su mantenimiento, entre otros, piezas, recambios, averías e, incluso, seguros. Así, en productos informáticos la duración del contrato de renting oscila entre los 36 y 48 meses.
Repasemos brevemente algunos consejos sobre su utilización adecuada.
1.- Principales ventajas:
a)Fiscales: Para une empresa, o profesional con actividad económica, resulta lo abonado en concepto de renting un gasto fiscalmente deducible, que nos permite además renovar continuamente nuestro equipamiento. Es decir estaremos siempre «al día».
b)Económicas: Para empresas y profesionales se eliminan los costes variables y de mantenimiento, además de diferirse, en distintas cuotas, el importe a pagar por el bien utilizado.
c)Tecnológicas: Para bienes como los informáticos, de rápida obsolescencia, el renting nos permite disponer de la última tecnología.
2. – Principales inconvenientes:
a)Estas operaciones suponen un elevado coste, superior al precio medio de mercado de un alquiler tradicional.
b)A pesar de pagar la totalidad del bien por las cuotas abonadas, no suelen incluir una opción de compra al finalizar el período de alquiler.
c)El renting se pacta por un período fijo, con un número de cuotas determinado de antemano, en el que por regla general no permite la cancelación del contrato, y la devolución del bien adquirido.
Para finalizar, señalar que no resulta un producto adecuado para los particulares, dado que no podrá aprovecharse de ninguna de las ventajas del producto, excepto la de la posibilidad de cambio rápido del producto obsoleto. Pero para ello existen otros productos financieros menos gravosos, como por ejemplo la adquisición del bien mediante un préstamo de consumo.