Los termostatos son dispositivos que permiten cerrar o abrir un circuito eléctrico conectado a los sistemas de calefacción en función de la temperatura, con el fin de mantenerla en niveles regulares. En sus versiones digitales, ya sea mediante pilas o eléctrico, estos aparatos modifican las temperaturas de acuerdo con las variaciones tantas veces como se crea necesario y en los períodos de tiempo que se deseen.
Precisamente, ese atributo ‘flexible’ de los termostatos es lo que más incide en su elevado precio de venta, ya que se pueden encontrar desde 200 euros a 400 euros, según la cantidad de programas disponibles de cada modelo para grabar preferencias, ya sean de radio o eléctricos, o de acuerdo a su potencia.
Distintos sistemas de ajustes
Estos termostatos digitales pueden contar con un selector manual de temperatura que permite cambiar los grados, o bien con unos parámetros automáticos determinados de fábrica que procuran conseguir climas de confort. De esta manera, además de permitir que los sistemas de calefacción funcionen lo justo y necesario -con el consiguiente ahorro en recursos y en consumo-, tienen gran utilidad en lugares donde la precisión climática es imprescindible, como en invernaderos y criaderos o en habitaciones donde descansa una persona enferma.
La mayoría de los termostatos actuales pueden funcionar en uno o varios modos de ajuste distinto. El tradicional es el modo ‘on/off’, que enciende o apaga el quemador de la caldera cuando la temperatura, previamente fijada, baja o sube. Esta alternativa tiene como atributo una mayor estabilidad de la temperatura seleccionada. De hecho, se anticipa al momento en el que hay que elevar o disminuir los niveles con el fin de consumir sólo la energía necesaria. La mayoría permiten determinar parámetros semanales con dos o tres variaciones programables, diarios -con cuatro cambios de temperatura determinables al día- o por horas.
De pilas o eléctricos
Estos dispositivos pueden funcionar tanto conectados a la red eléctrica como a pilas. El inconveniente de los primeros es que su instalación es algo más dificultosa: requiere los conocimientos de un técnico.
Entre los termostatos con pilas se distinguen a su vez dos tipos de modelos que se diferencian entre sí por el tipo de conexión a la caldera: se encuentran los que se activan mediante cables hasta el mismo quemador y los que utilizan un receptor de radio que se instala directamente en la caldera.
Los termostatos a pilas que utilizan un receptor de radio permiten cambiar fácilmente la unidad de programación de una a otra habitación cuantas veces se desee y, además, son más fáciles de instalar. El único inconveniente que presentan es el precio, puesto que los modelos móviles cuestan 120 euros más que los fijos, de 200 euros aproximadamente, lo que supone un gasto total estimado de 320 euros.
Funciona mediante emisores por pilas normalmente suministradas por el fabricante y tiene un receptor de 220 watios
Por otro lado, un termostato con cronómetro controlador y programación semanal, con la posibilidad de que se pueda ‘personalizar’ para cada día de la semana, tiene un valor de 130 euros, y dispone de dos niveles de temperaturas programables y de ‘antihelada’. Funciona mediante emisores por pilas normalmente suministradas por el fabricante y tiene un receptor de 220 vatios.
Otra forma de controlar la temperatura del hogar es a través de un emisor termoelectrónico de calor con termostato digital incorporado, aunque supone un desembolso de unos 500 euros. Tienen una potencia de 1250 watios y, además de calentar, resulta práctico y fácil de instalar.
El rendimiento del termostato, debido a que debe funcionar en óptimas condiciones de sensibilidad ambiental, está asociado a factores que deben tenerse en cuenta en su instalación y uso diario. Algunas sugerencias son:
- Colocar el termostato a 1,5 metros de altura, sobre una pared interior y lejos de una fuente de frío como la puerta de entrada, o de calor, como un radiador.
- Desactivar temporalmente el programa disponible mediante el control manual si la casa queda deshabitada.
- Ajustar la temperatura mediante el estado ‘económico’ en habitaciones vacías o durante la ausencia de sus habitantes por varias horas.
- Apagar la calefacción por la noche y no encenderla por la mañana hasta haber ventilado la casa y cerrado las ventanas.
- Purgar los radiadores una vez al año y realizar revisiones periódicas. No es conveniente cubrir ni colocar objetos encima de ellos.
Al mismo tiempo, para darle un óptimo funcionamiento al termostato y no gastar energía de más es conveniente tener en cuenta los niveles de temperatura que se utilizan habitualmente:
- Nivel de temperatura de confort: Es el estado habitual de funcionamiento de la calefacción que se da, por lo general, cuando los usuarios están en la vivienda, por ejemplo, de unos 20 grados.
- Nivel de temperatura económico: Se considera así al estado de funcionamiento necesario cuando los usuarios salen de casa por un corto período de tiempo y desean que se mantenga la temperatura, o bien durante los momentos en los cuales no se requiere un clima elevado. Un ejemplo de ello sería el uso de calefacción durante la noche al acostarse, con una temperatura de aproximadamente 15 grados.
- Nivel de temperatura ‘antihelada’: Con el objeto de evitar que el agua contenida de las cañerías de la vivienda se congele en invierno y produzca roturas en el sistema de calefacción, se puede poner en marcha para alcanzar una temperatura mínima tope, de alrededor de 5 grados.