Los “e-cig” son totalmente inocuos tanto para sus consumidores como para las personas que están alrededor de ellos, a excepción de los que contienen una pequeña dosis de nicotina. Por ello, permiten reproducir el acto de fumar en todos los establecimientos donde la nueva normativa contra el tabaquismo lo prohíbe.
El tratamiento más novedoso
El año 2011 ha arrancado con la entrada en vigor de una nueva ley acerca del tabaquismo y que, entre otras consecuencias inmediatas, prohíbe de forma taxativa fumar en todos los centros públicos y en algunos espacios al aire libre. Su puesta en marcha a partir del 2 de enero ha propiciado que los fumadores más recalcitrantes hayan buscado nuevas soluciones para su adicción a la nicotina. Una de las ideas que mayor éxito ha tenido en las primeras semanas de vigencia de la normativa son los cigarrillos electrónicos. Según Aliance Healthcare, las cifras de ventas en farmacias de este tipo de productos se han incrementado un 200% en los primeros nueve días de 2011, con respecto al mismo periodo del año pasado. Se une así a otros sistemas habilitados para detener el consumo de tabaco, como chicles y parches de nicotina, entre los más conocidos.
Son un sistema diseñado para que pueda inhalarse vapor aromatizado
Es un sistema diseñado para que pueda inhalarse vapor en todos los locales donde la normativa prohíbe el tabaco. Pero aunque en apariencia es una fórmula sencilla, la polémica está servida: mientras que para unos supone un método original para dejar de fumar, para otros es un simple sustitutivo durante la comida o delante de una copa. En cualquier caso, es una alternativa al cigarrillo convencional, sin nicotina ni sustancias peligrosas para la salud y que no molesta a quien está al lado. Su estructura se basa en vaporizar la sustancia contenida en los cartuchos, lo que provoca la expulsión de vapor como si fuera un cigarrillo real. No se fuma, sino que se «vapea», es decir, se inhalan vapores aromatizados.
Las reacciones entre los usuarios ante esta alternativa legal no es la misma en todos los casos. Mientras algunos argumentan que es un buen método y original porque quita el ansia sin inhalar sustancias tóxicas y permite el acceso a todos los lugares donde está prohibido fumar, para otros, sus resultados no convencen y afirman que es «como tomar una cerveza sin alcohol». No faltan tampoco los consumidores que dudan de que ésta sea una opción convincente para abandonar su adicción al tabaco por considerar que este método tan solo se basa en el efecto placebo de sus cigarrillos.
En España, no hay una legislación con respecto a los cigarrillos electrónicos. Se les aplica la normativa general de bienes de consumo y, por tanto, su uso está abierto a todos los establecimientos, tanto de fines públicos como privados, aunque hay que incidir en que algunos de estos «e-cig», como también se denomina a este producto, contienen nicotina y su uso está prohibido en los establecimientos. En este caso particular, los fumadores están expuestos a las sanciones registradas en la normativa. Salvo esta excepción, el uso de los cigarrillos electrónicos no está sometido a las restricciones establecidas en la legislación antitabaco actual, dado que no contiene tabaco y no producen humo. La ley vigente en contra del tabaquismo prohíbe el uso de los productos del tabaco que, según lo establecido en uno de sus artículos, son «los destinados a ser fumados, inhalados, chupados o masticados, que estén constituidos, aunque sólo sea en parte, por tabaco».
Este instrumento para dejar de fumar consta básicamente de dos partes diferenciadas entre sí. Una de ellas es una batería recargable que detecta la intensidad de la inhalación para transmitir la energía necesaria para su funcionamiento. Dura entre uno y dos días y se debe recargar cada vez que se apaga el cigarrillo, aunque con el inconveniente de que el usuario esté fuera de casa o del trabajo y, por tanto, no pueda realizar este proceso que dura tres horas como máximo. Se asemeja a un teléfono móvil. Incluso se puede cargar conectado al ordenador. La otra es un cartucho donde se integran un vaporizador y una cápsula que contiene el líquido con el sabor elegido, en función de los gustos de cada exfumador (tabaco rubio o negro, mentolado y puros, con sabores aromáticos a limón, vainilla o fresa). Esta herramienta tiene una caducidad equiparable a la de un paquete de tabaco (20 cigarrillos), pero es posible cambiar el cartucho.
Ahorro a través de los «e-cig»
Estos artilugios tan sofisticados se venden en farmacias, distribuidores y empresas del sector, aunque también algunos medios de comunicación han diseñado ofertas promocionales para adquirirlos con un 20% de descuento sobre el precio original, a costa de fidelizar al usuario a través de una cartilla de compra cumplimentada. El precio de estos cigarrillos, a través de su venta habitual, varía en función de la marca y de los numerosos modelos, pero con una tarifa estándar que oscila entre 40 y 70 euros, incluida la batería, el recargador y un pack de cartuchos con diferentes sabores, entre las principales prestaciones que ofrecen las marcas.
Su coste oscila entre 40 y 70 euros, con un ahorro entre el 40% y el 60% sobre el gasto regular en tabaco
No obstante, durante las primeras semanas de la aplicación de la ley, se puede adquirir con descuentos y ofertas promocionales que alcanzan el 25% y 30% de rebaja sobre su precio original, como una estrategia comercial de las marcas por introducirse en el mercado de los productos sustitutivos del tabaco. También se puede comprar cada una de estas herramientas de forma independiente, de acuerdo a las necesidades de cada momento. El principal problema se plantea en los fumadores empedernidos, ya que tienen que renovar el cartucho con más asiduidad. Si se tiene en cuenta que la media de caladas de un cigarrillo convencional es de 15, se calcula que cada cartucho equivale a entre 15 y 20 cigarrillos de tabaco tradicional. El cartucho tiene, por tanto, una duración de unas 230 y 300 inhalaciones.
Es entonces cuando se plantea otra cuestión que afecta a los consumidores de este producto y que tiene repercusión en sus economías domésticas: ¿se puede ahorrar dinero con este método? Todo depende de la intensidad con que se use este vaporizador y, puesto que un pack de cinco cartuchos puede tener un coste directo de entre 6 y 9 euros, cada usuario puede ahorrarse una media de 2,6 euros con respecto a un paquete de tabaco rubio internacional. En el caso de los fumadores compulsivos, que fuman hasta 14 paquetes semanales -dos cada día-, el ahorro puede elevarse hasta 36 euros. Con todo y de forma global, supone un ahorro de entre el 40% y el 60% sobre su gasto regular en tabaco.
Otro caso bien diferente es el de las personas que utilizan este método para suplantar a los cigarrillos convencionales en los establecimientos públicos (bares, restaurantes y discotecas) y cuya bonificación es inferior, debido a que pagarán dos productos a la vez: el cigarrillo convencional y el electrónico, con un descuento que, como máximo, puede alcanzar entre el 10% y 25% sobre el uso de tabaco tradicional. Otra estrategia que utilizan las empresas distribuidoras es premiar las grandes compras, de forma que cuanto mayores sean los cargas compradas, también serán más importantes las rebajas que se contemplen y que pueden llegar hasta más de 20 euros para pedidos de 50 cargas simultáneas. A todo ello hay que añadir los gastos de envío, si se solicita el pedido a través de Internet, que puede suponer entre 4 y 8 euros adicionales.
¿Conviene utilizarlo?
Como todo instrumento que sirve para abandonar el hábito de fumar, hay que destacar sus bondades, pero conviene advertir de que conlleva una serie de limitaciones que acortan sus beneficios y que los usuarios deben conocer.
Ventajas:
- No es un producto adictivo ni contiene sustancias nocivas para la salud, como la nicotina o las cancerígenas, aunque algunos modelos incorporan la nicotina entre sus sustancias en menor dosis que en un cigarrillo tradicional, que anula las mencionadas ventajas y, por consiguiente, están afectados por la nueva ley.
- Se puede «vapear» en cualquier momento y en cualquier lugar, ya que no está penalizado su consumo.
- Respeta el espacio de los no fumadores porque no deja olor, ni quemaduras, ni manchas.
- Supone un ahorro de entre un 40% y un 60% con respecto al uso de cigarrillos tradicionales, que en el caso de los fumadores habituales representan más de 100 euros mensuales, en función del consumo.
- Hay variedades de sabor para paliar el efecto de la nicotina, de forma que cada usuario puede adecuarse a sus gustos en el hábito de «vapear».
- Muchas de estas compras se pueden gestionar desde una cuenta on line, incluso, con ofertas promocionales que permiten rebajar el presupuesto para estas necesidades.
Limitaciones:
- En muchos casos no causa el efecto deseado entre los fumadores: dejar radicalmente el tabaquismo. «La mejor fórmula para dejar de fumar es la fuerza de voluntad y los deseos reales de abandonar este hábito», afirman los médicos consultados.
- Los problemas que se derivan de su compra. Algunas marcas no tienen puntos físicos de venta y hay que formalizar el pedido on line, mientras que otras tienen un acceso muy restringido ya que su capacidad de distribución entre los posibles clientes no abarca a todos los puntos geográficos, ni a todos los hogares españoles.
- Los cartuchos tienen que ser de la misma marca y, por tanto, no vale cualquier recarga, hay que recurrir siempre a la misma empresa distribuidora para consumir los «e-cig», en lo que se conforma como una estrategia comercial para fidelizar al cliente.
- Estos cigarrillos necesitan recargarse con cierta frecuencia, de ahí que los fumadores regulares deban llevar su correspondiente batería para realizar su proceso de recarga, que puede durar hasta tres horas.
- Según fuentes médicas, no está demostrado que sea un método efectivo al 100% para dejar de fumar.
La entrada en vigor de la nueva ley antitabaco especifica los lugares públicos donde desde el 2 de enero de 2011 está prohibido fumar, ante la posibilidad de que se apliquen por su incumplimiento sanciones de 30 a 600 euros, al considerarse como infracción leve. Los locales o espacios donde se prohíbe fumar son: bares, restaurantes y locales de ocio cerrados y sin posibilidad de habilitar una zona de fumadores, en todos los recintos de los hospitales, incluidos accesos y zona de tránsito, en los centros educativos, salvo en áreas abiertas de los campus universitarios, y en las zonas de ocio infantil.
Por el contrario, se permite fumar en los estadios, plazas de toros y recintos al aire libre y sin techo o toldo, en terrazas, psiquiátricos y prisiones, aunque solo en las zonas habilitadas para ese fin, en los recintos externos de las universidades y en los hoteles con una oferta del 30% como máximo en las habitaciones para fumadores, que deberán ser siempre las mismas y estar separadas del resto, para lo que deberá notificarse por el usuario en el momento de formalizar su reserva, tanto a través del propio alojamiento como de la agencia de viajes.