Las mujeres cobran en España un 30 % menos que los hombres y soportan mayor precariedad laboral. Sin embargo, en las compras pagan de más por algunos productos, y muchas veces sin saberlo. Maquinillas de afeitar, cepillos de dientes, patines, auriculares, relojes, perfumes o desodorantes tienen, en ocasiones, un precio distinto en función del público al que van dirigidos: suelen ser más caros cuando están diseñados para ellas. Hablamos del impuesto o tasa rosa, un sobrecoste que se aplica a los productos o servicios orientados al sector femenino (mediante el envase, la descripción, el color o el nombre),aunque no presenten diferencias sustanciales con sus equivalentes masculinos o genéricos.
La tasa rosa describe cómo algunos productos resultan más caros que otros, simplemente, por una cuestión de género. El concepto existe desde la década de los 90, pero ha ganado notoriedad internacional en los últimos años. Hoy se trata de un tema de debate político y social en países como Argentina, Francia o Estados Unidos donde, además, se ha documentado e investigado.
En Argentina, por ejemplo, el dato más reciente se desprende de un informe presentado en 2018 en el Palacio Legislativo del Congreso de la Nación. El documento, realizado por una consultora independiente, recoge que las mujeres pagan hastaun 30 % más cuando compran la versión femenina de ciertos artículos, incluyendo medicamentos como el ibuprofeno, del que marcas como Actron comercializan dos versiones.
En Estados Unidos, una investigación llevada a cabo en Nueva York por el Departamento de Asuntos del Consumidor en 2015 reveló que las mujeres gastan de media un 7 % más que los hombres por los mismos productos. El estudio registró una diferencia de precio de hasta un 42 % entre los artículos dirigidos a ambos géneros. Los de ellas resultaron ser los más caros; tanto que, apenas un año después, la revista Forbes publicó un extenso reportaje al respecto y cuantificó la brecha de gasto en 1.230 euros anuales.
Más cerca, en Francia, el colectivo feminista Georgette Sand -uno de los más importantes del país, formado por mujeres y hombres- decidió hacer la prueba y recabar datos en una cadena de supermercados. Tras encontrar que había notorias diferencias de precios en función del público al que iban destinados los productos, recogió firmas para que el Estado investigara el alcance de esta tasa rosa. Como resultado, el Parlamento francés publicó en 2015 el estudio ‘Diferencias en el precio de ciertos bienes y servicios por género‘.
España y la avalancha de productos
Pero ¿qué ocurre en España? ¿Existe la tasa rosa o es una leyenda urbana? Tras comparar los precios de siete marcas y cuatro distribuidores, Facua-Consumidores en Acción denunció en marzo de 2018 que las maquinillas de afeitarpara mujeres eran idénticas al resto, pero un 171 % más caras. «Para reforzar el engañoso mensaje de que las maquinillas de color rosa están destinadas a las mujeres, hay marcas que inciden en que sus versiones en azul o gris están dirigidas exclusivamente al público masculino, con denominaciones comerciales que incluyen las palabras hombre o men, en inglés», advierte.
También en España, un estudio sobre cientos de productos elaborado en 2016 por el comparador de precios online Idealo concluyó que las mujeres pagaban un 7 % más que los hombres por las fragancias y por los zapatos, y un 24 % más por los relojes. Sin embargo, la tendencia no es tan clara. Según el portal Tiendeo, que comparó los precios de 800 catálogos, las mujeres pagan en nuestro país un 10 % más por perfumería y belleza, pero los hombres desembolsan un 23 % más que ellas por la moda. No estamos ante un fenómeno evidente ni fácil de retratar.
Existen pocos datos fiables y, los que hay, se encuentran desperdigados. Esta fue la razón que empujó a tres investigadores de la Universidad Complutense de Madrid a estudiar el fenómeno con rigor académico. Los doctores Gema Martínez-Navarro, Diana Gavilán y Roberto Manzano realizaron un análisis comparativo con una muestra de 1.504 artículos de cuidado personal (como desodorantes o champús) que obtuvieron en seis cadenas de distribución de nuestro país. Las conclusiones del estudio, publicado en 2018, podrían resumirse así: la existencia de la tasa rosa no es significativa en España, sin embargo, sí se puede demostrar una enorme diversificación de la oferta de productos dirigidos a las mujeres, pues cuando se trata del público femenino, hay más cantidad y variedad de productos a la venta, en concreto, un 40 % más.
Más que una tasa, un presupuesto
La investigadora Diana Gavilán, especialista en marketingexperiencial, profesora y coautora del trabajo, advierte que el equipo analizó solo una categoría de artículos (los de cuidado personal) y que, por lo tanto, los resultados «no pueden extrapolarse como una verdad científica al resto de las categorías» (como juguetes, por ejemplo). No obstante, añade que estos resultados sí «nos orientan sobre lo que puede estar pasando en el mercado». Desde su punto de vista, asistimos a un cambio de modelo. Hoy, la discusión no solo pasa por si se paga más o no por la versión femenina de un artículo, sino por la cantidad abrumadora de productos que se dirigen exclusivamente a las mujeres. «No se trata de discriminación de género basada en el precio, sino de discriminación basada en la oferta por género», apostilla Gavilán.
Para la investigadora, este es el hallazgo más interesante del estudio, porque sugiere que tal vez sea necesario redefinir el problema. Un problema al que le han puesto nombre, presupuesto rosa, y que no solo tiene que ver con un gasto de dinero. «En el estudio vimos que lo representativo no era pagar más por lo mismo; lo que nosotros observamos es que te gastas más porque compras más, y eso, en el sector cosmético, va asociado a ser mujer», aclara. Champús para un tipo u otro de pelo, acondicionadores para rizos, mascarillas, aceites para las puntas… La sobreoferta y la diversificación de productos es un estímulo para adquirir más. Y, en este punto, Gavilán hace una observación crucial: «El problema no consiste tanto que haya mucha oferta para las mujeres, porque está muy bien cuidarse; el problema es que solo te tengas que cuidar por ser mujer».
El estudio que publicó el Parlamento francés tras los reclamos del colectivo Georgette Sand se sitúa en la misma línea que la investigación española. Tras analizar maquinillas de afeitar o desodorantes, no consiguió probar el fenómeno global del impuesto rosa, pero sí que el precio puede ser desfavorable para las mujeres o para los hombres dependiendo del producto que se aborde. Con todo, determinó que la segmentación del mercado en productos por género origina un coste adicional porque fomenta la compra de varios productos o porque eleva los precios.
La batalla de las cremas antiarrugas
La asociación Georgette Sand no está del todo conforme con el resultado. Si bien reconoce que es un primer paso para abordar el tema, apunta que el impuesto rosa existe «incluso si no es sistemático». Sophie Janinet, miembro de este colectivo, pone un ejemplo concreto de los muchos que encontraron en su trabajo de campo: «En las cremas antiarrugas detectamos una diferencia de precio de 50 euros por litro«, explica. «Cuando comenzamos a denunciar la comercialización sexuada, uno de los principales argumentos en nuestra contra fue el coste de producción. En teoría, un artículo elaborado en cantidades más pequeñas o con ingredientes más específicos debería costar más, pero el ejemplo de la crema antiarrugas desecha estos dos argumentos: las mujeres consumen mucho más que los hombres y los ingredientes son los mismos», indica.
En España, Tiendeo, que también concluyó que los productos de perfumería y belleza femeninos eran más caros que sus versiones masculinas, detectó la mayor brecha de género en los productos faciales. Las cremas de cara hidratantes para mujeres, según los datos que recabó este portal, cuestan hasta un 89 % más que las de hombres.
Tasa rosa, presupuesto rosa… Como explica la doctora Diana Gavilán, estos fenómenos «existen porque, en nuestra sociedad, la idea de que las mujeres deben estar guapas y cuidarse continúa teniendo mucha fuerza. Se sigue reproduciendo en los medios y en todo el entorno». Por esta razón, Sophie Janinet considera que parte de la solución pasa por que ellas tomen conciencia del sesgo que existe en los lineales. «Una de las asignaturas pendientes que tenemos es cambiar de mentalidad en términos de consumo», recuerda. «Si el marketing de género no fuera rentable, no existiría».