Las Navidades son fechas de celebración, pero no solo se reducen a compartir cenas y comidas con los allegados, a brindar con los familiares o a reunirse con los compañeros de trabajo antes de las vacaciones. Cada año se organizan macrofiestas y cotillones para dar la bienvenida al nuevo año o para esperar la llegada de los Reyes Magos. Como punto en común tienen música, bebida y diversión. Pero muchas veces las escasas medidas de seguridad, la falta de licencia o el exceso de aforo se cuelan en la fiesta sin invitación. Para evitarlo, nada como tomar una serie de precauciones antes de comprar la entrada y durante la celebración para que la diversión no termine de forma anticipada.
El último día del año está a la vuelta de la esquina y en tan solo unas jornadas se celebra la noche de Reyes. Muchas personas ya habrán comprado su entrada para disfrutar de una fiesta en una discoteca, en una carpa o en una sala de baile. Barra libre, bono para copas, desayuno, uvas o un kit con confeti, antifaz y matasuegras son algunos de los atractivos con los que los organizadores de estas celebraciones intentan atraer la atención de los usuarios. Pero además de estos componentes, la seguridad, la autorización previa y la calidad de las consumiciones han de estar presentes en la velada.
La licencia es fundamental en un cotillón
Saber si la fiesta cuenta con autorización es el primer paso antes de elegir el lugar donde celebrar el Año Nuevo o la noche de Reyes. En general, los locales que funcionan a lo largo del año -discotecas, bares, salas de fiesta- tienen todos los papeles en regla, pero no está de más asegurarse.
Las fiestas que se llevan a cabo en locales alquilados, carpas o lugares que no funcionan durante el resto del año registran más problemas. Según señala una investigación, se estima que dos de cada cinco celebraciones de este tipo son ilegales, por lo que en estos casos conviene extremar las precauciones.
Saber si la fiesta tiene licencia es el primer paso para elegir el lugar de la celebración
Los responsables -ya sea una persona, un grupo o una empresa- deben solicitar antes una licencia al ayuntamiento o a la comunidad autónoma. Está prohibido vender entradas sin haber conseguido el permiso, pero mucha gente lo hace. Quienes vayan a una de estas fiestas realizadas fuera de los canales habituales deben informarse sobre quién las organiza, si tiene autorización, e incluso, pueden pedir una copia de este documento.
En ocasiones, lo único que buscan quienes hacen estas fiestas es enriquecerse de manera rápida, a costa de incumplir la ley. Si carecen de permiso y cometen alguna infracción, reclamar será muy difícil para el consumidor, sobre todo, si la sociedad que ha hecho el cotillón se ha constituido solo para esa ocasión.
En la mayoría de los casos, estas infracciones se reducen a un mal servicio, algo que puede aguar la fiesta, pero otras veces van más allá y acarrean graves consecuencias para la salud y la seguridad de los asistentes.
Guardar la publicidad y la entrada
La Ley establece que las condiciones que figuren en la publicidad de la fiesta tienen la misma validez que un contrato. Si en carteles, anuncios repartidos en mano o cuñas radiofónicas se afirma que la entrada incluye barra libre de bebidas nacionales y de importación, canapés durante la noche y chocolate para desayunar, esto se debe servir a quienes hayan entrado en la fiesta. Los responsables no pueden achacar a problemas de organización que se hayan terminado ciertas consumiciones, ya que tienen la obligación de haber previsto todas las circunstancias. Por tanto, se debe guardar la publicidad porque en ella se anuncian los servicios que están incluidos.
Algo similar sucede con la entrada. Hay que conservarla porque, entre otras cosas, es el justificante de pago. En ocasiones, nada más pasar al local, el tique se tira, bien porque no hay un lugar donde guardarlo o porque se desconoce la importancia que tiene. Con él, el consumidor puede reclamar el importe total o parcial que ha pagado.
Medidas de seguridad
No superar el aforo es fundamental para garantizar que todo se desarrolle con normalidad. Si en el local hay más personas de las permitidas, son posibles muchos problemas. Los más leves serían codazos, molestias, calor, pisotones e incomodidad; poder entrar en el local, llegar a la barra y disfrutar de las bebidas ya pagadas sería complicado. Pero junto con estos inconvenientes, que no dejarían de ser una anécdota que amarga la fiesta, se podrían crear problemas de seguridad mucho más graves, como la imposibilidad de salir del local si algo falla o verse involucrado en una pelea sin sitio para reaccionar.
En estos casos, la masificación es muy mala compañera. Si el usuario detecta que se ha sobrepasado el aforo permitido, quizá sea mejor quedarse fuera y denunciar lo sucedido por su propia seguridad y por la de quienes ya están dentro.
La publicidad del cotillón tiene la misma validez que un contrato
En los locales donde se concentren más de 100 personas, debería haber al menos un guarda de seguridad que evite los posibles problemas entre los usuarios o medie entre ellos si hay una discusión.
Cuando la fiesta se haga en un lugar que no está destinado a estos fines de manera habitual, hay que comprobar que la estructura del local es sólida y carece de deficiencias. Esto puede ocurrir en carpas donde los anclajes no estén bien puestos o se vea que el techo corre riesgo de caer. Aunque por la masiva asistencia de personas no siempre es posible comprobarlo, en algunos casos, la inseguridad es evidente.
En el mismo sentido, hay que fijarse en las salidas de emergencia para comprobar que hay suficientes puertas por las que evacuar a los asistentes si surge algún problema grave y, sobre todo, si son utilizables. También debe haber un número suficiente de extintores.
Aunque el local cumpla con todas las medidas de seguridad, son posibles pequeños incidentes como los de cualquier lugar donde se concentre un gran número de personas: resbalones por líquido en el suelo, golpes, caída de algún objeto… Si esto sucede, lo mejor es decírselo a la persona encargada o, si se requiere atención médica, en el hospital. Los establecimientos cuentan con un seguro de responsabilidad civil que cubre todos estos accidentes.
Derecho de admisión
El derecho de admisión no es tan amplio como quieren hacer creer algunos porteros de discoteca. Si una persona lleva su entrada, los motivos por los que no le dejen entrar deben estar relacionados con haber tenido una actitud racista, sexista, una conducta que pueda resultar peligrosa para el resto de los asistentes o llegar en estado de embriaguez.
Además, las condiciones que determinen que no se admita a una persona deben figurar en un lugar visible del local.
Calidad de las consumiciones
Las copas y los cubatas se acompañan, en ocasiones, con aperitivos que se reparten durante la velada o con un desayuno cuando empieza a amanecer. En este caso, también puede ser deficitario el servicio de bebidas y alimentos.
Los establecimientos cuentan con un seguro de responsabilidad civil por si se registran accidentes
Una de las quejas más comunes es que el estado de las consumiciones no es el adecuado. Al día siguiente, se comprueba con disgusto que las bebidas consumidas no eran de la marca que indicaba la etiqueta. Mientras se consume, se puede sospechar que no es la bebida que se ha pedido, pero al día siguiente, el organismo se encarga de ponerlo de manifiesto: era «garrafón». Si esto sucede, conviene denunciarlo, bien durante la fiesta al camarero o al responsable del establecimiento o en los días sucesivos, aunque en algunos casos es difícil demostrarlo.
Los locales están obligados a tener hojas de reclamaciones a disposición del usuario y estas deben estar selladas por el ayuntamiento o por la comunidad autónoma. En el caso de sufrir cualquier percance, conviene rellenar una y guardar la copia.
Guardarropa
Otra de las irregularidades que se comete con más frecuencia está relacionada con el ropero. Algunas quejas tienen que ver con su gratuidad: en la publicidad aseguran que está incluido y cuando los usuarios llegan, tienen que pagar un plus por dejar sus pertenencias.
En otros casos, no hay que abonar una cantidad extra por dejar los abrigos, pero el lugar donde se cuelgan no está vigilado, con lo que puede haber robo de prendas y cambiazos involuntarios o intencionados.