En países como Estados Unidos resulta inconcebible salir de un restaurante sin haber dejado propina. Más que una convención, es casi una norma que garantiza al camarero entre el 10% y el 15% del importe de la cuenta. En España, en cambio, se trata de una costumbre voluntaria, muy arraigada años atrás pero que con el tiempo ha perdido significación. Los consumidores parecen estar abandonando este hábito. ¿Por qué?
La Confederación de Consumidores y Usuarios (CECU) lo tiene muy claro: la propina no tiene razón de ser. «No tiene sentido premiar la calidad de un servicio con una propina.
«El servicio que recibe un consumidor tiene que ser siempre de calidad y ésta ya se paga cuando se abona la factura»El servicio que recibe un consumidor tiene que ser siempre de calidad y ésta ya se paga cuando se abona la factura», afirma el portavoz de esta organización, David Hurtado. «Tampoco tiene sentido concebirla como un complemento del sueldo de un trabajador, sino que hay que garantizar que su empleo esté bien remunerado», añade refiriéndose a los empleados de restaurantes y hoteles, donde tradicionalmente las propinas han sido más populares.
Pero ahora ya no lo son tanto. Aunque no existen estadísticas, que las propinas andan de capa caída es una apreciación que comparten sindicatos y empresarios de la hostelería y la restauración. El primer síntoma de este retroceso lo advirtieron con la entrada en vigor del euro, que empezó a circular en 1999 conviviendo con la peseta, a la que sustituyó al cabo de tres años.
Quienes pensaban que el regreso de los céntimos podría ser un revulsivo para las propinas se equivocaron. La Confederación de las Pequeñas y Medianas Empresas del Estado Español (COPYME) realizó una encuesta durante el primer mes de vida del euro en solitario que concluía que las propinas se habían reducido a la mitad. Era la impresión de unos 2.000 empresarios. Los sindicatos la suscriben, pero van más allá.
¿El euro tiene la culpa?
La COPYME achacaba esa disminución del 50% a la falta de familiaridad de los ciudadanos con la nueva moneda. También desde la Federación Española de Hostelería y Restauración (FEHR) coinciden con ello. «El desconcierto llevó a la inhibición», afirma el adjunto a la presidencia de esta organización, José Luis Guerra. La COPYME no ha actualizado esa encuesta transcurridos los años, pero asegura que se trató sólo de un impacto inicial y que con el tiempo las propinas volvieron a recuperarse. Por el
El primer síntoma de este retroceso coincidió con la entrada en vigor del eurocontrario, los sindicatos creen que, además del efecto novedad, el euro ha continuado repercutiendo negativamente en los consumidores a la hora de premiar a camareros o botones.
«Las dudas que generó al principio al hacer el cambio por pesetas se notaron en las propinas. La gente no tenía claro el importe del servicio ni tampoco si dejaba mucho o poco de propina», explica Emilio Ferrero, secretario sectorial de Hostelería de la UGT. Pero luego, una vez disipadas esas dudas, «ha sido el encarecimiento que ha conllevado el euro lo que ha contraído las propinas», agrega.
«La subida que han experimentado los precios es evidente y el consumidor es consciente de ello», afirma el portavoz de la CECU, David Hurtado. Es sin duda una circunstancia que se tiene en cuenta y que puede haber modificado la costumbre de dejar un complemento en señal de gratitud por el servicio recibido.
Cambio de hábitos
Los sindicatos tienen claro que los hábitos de los consumidores han cambiado. No tienen datos que lo avalen porque no se ha realizado ningún estudio al respecto, pero aseguran que las propinas se han convertido en algo «residual», en palabras de Ferrero, o «simbólico», según el responsable de Acción Sindical de CC OO, Toni García.
Con todo, el euro no es el que más daño ha hecho a las propinas. La principal enemiga es otra: la tarjeta de crédito o de débito. Lo que empezó siendo una rareza se ha convertido hoy en día en algo generalizado y para muchos consumidores lo ahora menos frecuente es pagar en metálico. El uso del dinero de plástico, cada vez más extendido, ha sido, según García, el «factor determinante» de la caída de las propinas.
Pagar con tarjeta tiene un efecto evidente, y es que ya no hay monedas para devolver como cambio al consumidor, monedas que muchas veces se dejaban encima de la mesa o del mostrador. Esto es lo que ha pasado en España, donde la propina es voluntaria, pero no en otros países como Francia, donde ese suplemento por el servicio ya va incluido en la factura y, por tanto, no se ve
La principal enemiga de las propinas es la tarjeta de crédito o de débito
afectado sea cual sea el modo de pago, o como Estados Unidos, donde el consumidor puede indicar en el justificante de pago con tarjeta cuánto más desea que le carguen a su cuenta en concepto de propina.
El problema de las tarjetas
Tanto García como Ferrero se remontan unos ocho años atrás para fechar la presencia de las tarjetas en restaurantes y hoteles y, en su opinión, la consiguiente reducción de las propinas. Fue a partir de 1998 y 1999, según datos del Banco de España, cuando el número de tarjetas en circulación aumentó significativamente, con alzas superiores al 10%, y también cuando se hizo «evidente» el uso generalizado del «dinero de plástico» ya que las operaciones de pago se dispararon entre un 16% y un 19% en esos años. Desde entonces, el crecimiento se ha mantenido y se ha pasado de 6,5 operaciones de pago con tarjetas de débito por habitante en 1999 a 17 pagos por habitante en 2004. Aún así, España todavía tiene camino por recorrer pues la media europea de transacciones por habitante es el doble.
La FEHR también considera que el uso de las tarjetas, que en los hoteles ya es «mayoritario», puede haber tenido la influencia que apuntan los sindicatos. Sin embargo, hay opiniones discrepantes. Isidoro Rubio lleva más de 30 años en el sector de la restauración, buena parte de ellos como director del restaurante Rupa de Madrid. Y a su juicio, las tarjetas no han tenido ningún efecto perverso. Ni tampoco el euro. Al contrario, la gente continúa dejando propinas. Con una condición: «Si al cliente se le atiende bien, el cliente deja propina», asegura Rubio. «Todo depende de la profesionalidad del trabajador», añade.
En este sentido, Emilio Ferrero, de la UGT, señala un tercer factor que puede haber contribuido en la merma de las propinas. Este sindicalista hace hincapié en que el consumidor tiene la percepción de que los sectores de la hostelería y la restauración están desprofesionalizados. «Antes se valoraba, pero ahora es un trabajo poco reconocido socialmente», explica.
Ferrero admite que hay un problema de baja cualificación y formación de estos trabajadores, pero también advierte de que ello responde a un mal cada vez más acentuado que padecen la hostelería y la restauración: son sectores «de paso», el 40% de las 1.600.000 personas a las que emplean tienen contratos temporales, sobre todo jóvenes e inmigrantes. Los extranjeros ya copan el 20% de los puestos de trabajo, algo que, según Ferrero, no ha tenido en absoluto nada que ver con la caída de las propinas.
Las propinas habían funcionado, de hecho, como incentivo para captar trabajadores. Toni García recuerda que hubo una época en que al demandante de un empleo en hoteles y restaurantes se le informaba no sólo del sueldo que cobraría, sino también de la cantidad estimada que podría sacarse en propinas. “Eso ya es historia”, matiza García, “ahora la propina es simbólica y no tiene ningún peso en los ingresos del trabajador”. El que había tenido años atrás no se atreve a cifrarlo. Dice que varía mucho en función del tipo y la categoría del establecimiento, así como de su ubicación geográfica. No es lo mismo trabajar en un hotel de ciudad que en uno de la costa.
Los turistas, por cierto, tampoco son garantía de recibir más o mayores propinas. Los que vienen de países donde están más institucionalizadas enseguida comprenden que aquí son voluntarias. Es más, Juan Valenzuela, de la Asociación de Bares de Copas, asegura que “los españoles dejan más que los turistas”. Este empresario del ocio nocturno es de los que defiende que el impacto negativo de la entrada en vigor de la moneda única europea fue pasajero y que a la larga incluso ha beneficiado a las propinas “porque antes la referencia eran 100 pesetas y ahora es un euro”, o sea, 66 pesetas más.
Pero los sindicatos insisten en hacer una lectura mucho más pesimista y hablan de una “tendencia a la desaparición”. Esto, lo que los trabajadores temen, es lo que pide la CECU, es decir, que las propinas no vuelvan a ganar el terreno que han perdido en los últimos años y que acaben desapareciendo.