El 40 % de los trabajadores se plantean cambiar de empleo en los próximos seis meses, dice una investigación reciente publicada en la revista Forbes. Detrás de muchas de estas renuncias está el estrés laboral crónico, también llamado síndrome del quemado en el trabajo o burnout, una patología que, lejos de ser pasajera, puede implicar riesgos serios para la salud. El psicopedagogo Fermín Carrillo, del Instituto Superior de Estudios Psicológicos, comenta a continuación por qué nos quemamos en el trabajo y ofrece sus consejos para evitarlo.
«Vivimos en la sociedad de la queja; todos estamos expuestos a la evaluación de los otros y a recibir reclamaciones. Y esto aumenta la carga que cada día soportamos», apunta Fermín Carrillo
El burnout, o síndrome del quemado en el trabajo, está relacionado con diversidad de factores: desde la organización donde el profesional trabaja, hasta incluso razones personales. Como tal, «es una consecuencia de los procesos de estrés crónico», dice Carrillo. Ante una exposición continuada a demandas del puesto laboral, la persona acaba sufriendo agotamiento emocional, baja realización profesional y despersonalización; actitudes negativas hacia los beneficiarios de los servicios que uno realiza.
Pero no hay una causa sino muchos desencadenantes de este síndrome. Y hasta se dan factores sociales o culturales. El psicólogo pone un ejemplo: «Nos hallamos en la sociedad de la queja; todos estamos expuestos a la evaluación de los otros y a recibir reclamaciones. Y esto supone aumentar la carga que cada día soportamos».
El ambiente laboral también afecta para estar quemado en el trabajo
Los factores físicos y tecnológicos de la empresa, los aspectos burocráticos de la misma, las normas rigurosas o tareas excesivamente arduas aumentan el riesgo de quemarse. Y esto incluye la política de la compañía, la inseguridad laboral y la falta de apoyo a sus miembros por parte de los gerentes. En otros casos, las nuevas tecnologías que obligan al profesional a actualizarse y no quedarse desfasado, o equipos tecnológicos que no funcionan de manera adecuada, generan estrés de forma innecesaria.
Pero luego hay que contemplar las llamadas condiciones ergonómicas del puesto de trabajo y otras circunstancias, como el ruido, la iluminación, la temperatura, la higiene, la exposición a productos tóxicos, la climatología, el espacio, etc. Dentro de estos factores, estaría también la dificultad de realizar las tareas: la falta de autonomía y de toma de decisión, las condiciones laborales como trabajar por turnos, y un largo etcétera.
Estar rodeado en el trabajo de personas quemadas, quema
Las relaciones personales dentro de la empresa también afectan. Así, la ausencia de apoyo entre compañeros, supervisores y la dirección son una fuente de burnout. Los conflictos personales y el propio contagio del síndrome también inciden; es decir, estar rodeado de personas quemadas, contagia. Además, no cobrar lo que uno merece, o recompensas no equitativas, e incluso no tener grandes aspiraciones de desarrollo en la organización están entre los factores de riesgo para quemarse.
Y luego está cómo es cada uno
Los factores personales, como la personalidad, la inteligencia emocional, la motivación y las competencias también influyen. Y es que los rasgos psicológicos pueden amortiguar o intensificar las circunstancias demandantes de la empresa.
Y, por último, hay factores de la vida privada, como la situación familiar, la economía personal, los problemas con los hijos, una separación, una defunción, etc. Todos ellos suman a la situación en el centro de trabajo.
En resumen: el síndrome de estar quemado es la consecuencia de estar expuesto a varias de estas circunstancias de manera continua y crítica.
Lo que puede hacer si está quemado en el trabajo
Para poder mejorar la situación laboral que genera burnout hay que diferenciar lo que podemos cambiar de lo que no. Si se puede modificar, intentémoslo. Si no, el siguiente paso es procurar reinterpretarlo de otro modo o aceptar la realidad sin resistirnos. La última opción sería variar de empleo.
Pero antes de llegar a esta situación, hay que intentar resolver los problemas que tenemos. Por ejemplo: si los equipos no funcionan, hay que pedir otros mejores; si tiene un problema con los compañeros, trate de llevar una mejor relación; o si el lugar de trabajo es poco adecuado, solicite que se lo mejoren.
En otros casos, no se tienen las competencias para abordar una tarea. El consejo es realizar un curso o actividad formativa para prepararse y hacer mejor su labor. Y si no soporta el trabajo por turnos, intente cambiarlo a un turno fijo. Y así sucesivamente con todos los problemas que uno tenga y que le ocasionan la situación.
¿Y qué pasa cuando no puede resolver el problema que le quema?
Hay que procurar percibir los problemas de otro modo. No todo es blanco o negro, o bueno o malo, por lo que tomar distancia y aceptar la realidad muchas veces es la solución. Todo tiene ventajas e inconvenientes. Es cuestión de ver el vaso medio lleno, en vez de medio vacío. En último extremo, si esto fracasa, conviene cambiar de trabajo.Pero aún hay algo que también se puede hacer, y es considerar los factores personales que dependen de nosotros y para los que tenemos cierto control. Por ejemplo, podemos hacer cursos de inteligencia emocional, yoga, taichí, mindfulness o cualquier actividad deportiva o espiritual que permita mejorar la atención plena, la relajación, la calma y el autocontrol emocional. Y, por supuesto, si nada de esto funciona, acudir a un profesional de la psicología que nos ayude en el proceso.
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