¿Estudias y trabajas?
Del consabido “¿estudias o trabajas?”, al cada vez más recurrente “estudias y trabajas”. Las primeras décadas de la vida se ocupan, en general, compaginando formación y ocio. Pero hay quienes a esa carga horaria suman, además, la jornada de un puesto de trabajo. La escasez de becas, la limitada oferta de horarios en formación presencial y la rigidez de las empresas conduce a la mayoría de estos estudiantes a recetas alternativas como la educación a distancia, las reducciones de jornada o a elegir turnos como el nocturno.
Trabajar y estudiar al mismo tiempo no es la tendencia más extendida, pero hay muchas personas que se ven abocadas a afrontar su formación de este modo. ¿Motivos? Son muy diversos. Muchos, vinculados a la falta de recursos con que hacer frente a matrícula y curso académico; otros, ligados a la imposibilidad de abandonar un puesto de trabajo, bajo pretextos económicos, formativos o familiares. Las menos de las veces por desconfianza, al entender que la etapa estudiantil se presenta como una vía muerta, con pocas salidas laborales. Tendencia dominante en el pasado, la comunidad de estudiantes-trabajadores es más bien escasa. Al contrario que en la España de mediados del pasado siglo, en esta nueva era son pocos quienes cargan con ambas tareas. Los tiempos han cambiado y quien más, quien menos está en disposición de costearse una carrera. No obstante, a medida que el acceso a la universidad se democratiza, también aumentan las dificultades para compaginar estudio y empleo.
Compañeros mal avenidos
Si conciliar la vida laboral con la personal es ya una suerte de función trapecista, sumarle además horas de estudio acaba convirtiéndola en una prueba de pértiga al más puro estilo olímpico. Superarla con éxito exige soluciones adaptadas, así como una fuerte voluntad y disciplina por parte del estudiante.
En su artículo 44, la Ley Orgánica de Universidades reconoce el derecho de los estudiantes a recibir “una atención académica que permita hacer compatibles sus estudios con la actividad laboral”. Sin embargo, Administración y universidades aún ponen trabas para que esto sea así. La escasez de becas, la limitada oferta de horarios en formación presencial y la rigidez de las empresas conducen a recetas alternativas como la educación a distancia, las reducciones de jornada o turnos como el nocturno. Y para sacar adelante esta ardua tarea se precisa, por encima de todo, esfuerzo tanto del estudiante, como de su entorno, la comunidad educativa, y la Administración.
La oferta de horario escolar en turno de tarde-noche permite a muchas personas terminar los estudios sin renunciar a un puesto de trabajo
La oferta de horarios escolares en turno de tarde-noche permite a muchas personas con inquietudes intelectuales finalizar los estudios que abandonaron en su adolescencia o juventud sin tener que renunciar a un puesto de trabajo. Así lo asegura Elisa De Dios, jefa de estudios de ese turno en el Instituto Cisneros, en el que un 85% de sus alumnos trabaja. En concreto, 250 personas mayores de 16 años compensan el poco tiempo libre que les dejan sus jornadas laborales “robándole tiempo al fin de semana”.
Estudios universitarios
Un estudio de la Universidad de Alcalá de Henares destaca que los universitarios que compaginan la carrera con un trabajo son los que menos asisten a clase y los que peores resultados obtienen. Estos estudiantes dependen casi exclusivamente de los apuntes, comprensión y flexibilidad de los profesores que quieran atenderlos fuera del aula. Para no fracasar se matriculan de muy pocas asignaturas por curso, porque el abanico de horarios en la universidad es limitado, más si se cursan carreras técnicas que requieren realizar prácticas o laboratorios. Para una persona trabajadora, este constreñido mundo de horarios representa un estrangulador escollo, por ello son muchas las que optan por matricularse en la Universidad a Distancia.
Con 30 años de historia a sus espaldas y albergando al mayor colegio de estudiantes de España (180.000), la UNED enarbola “el principio de igualdad de oportunidades en el acceso a la enseñanza”, explica José Rafael Guillamón, vicerrector de Estudiantes y Desarrollo Académico. Y eso se traduce en una metodología basada en el aprendizaje a distancia y en las necesidades particulares del alumno. A esta pionera universidad se sumaron, con el paso de los años, otras instituciones como la Universidad Oberta de Catalunya (UOC) y su Institut Obert, para estudios de Secundaria. Hoy en día, en este centro, gracias a las tecnologías de la información, es posible cursar a distancia casi cualquier programa, y según datos del Instituto Nacional de Estadística, uno de cada cuatro trabajadores elige esa modalidad para formarse.
En la UOC son los estudiantes quienes construyen su itinerario universitario eligiendo el tiempo y modo en que cursarlo. Las tecnologías de la información, una herramienta en la que esta universidad se considera puntera, lo facilitan. Pero lo que de verdad garantiza el éxito es la mejor fórmula para conseguirlo: “elevadas dosis de disciplina y rigor”, resalta Carles Rocadembosch, director de comunidad de la UOC, quien recalca que la comprensión del entorno familiar y profesional de la persona que estudia y trabaja es clave. Y conoce bien el tema: el 93% de su alumnado trabaja más de 30 horas semanales.
Tiempo parcial
Cuando la exigencia formativa es muy elevada, los contratos a tiempo parcial funcionan como buen parche. Para acceder a ellos, el entorno y las redes de amigos desempeñan un importante papel, además de la intermediación de las empresas de trabajo temporal, que pueden ser un interesante aliado. Éstas ofrecen horas sueltas en fin de semana, suplencias de verano y otras fórmulas acomodables a las exigencias del curso académico.
Hay dos grandes grupos de candidatos que buscan trabajo compatible con sus estudios, como indica Alberto Gavilán, responsable de una de las más reconocidas empresas de trabajo temporal: quienes reclaman un empleo “de lo que sea”, en sectores como la hostelería, el comercio o el telemarketing, y quienes buscan un puesto que complemente con experiencia su formación. Un caso típico, según señala, es el de los estudiantes de económicas, empresariales y carreras afines, que se ofrecen para hacer sustituciones o trabajar como cajeros en entidades financieras. Con sustituciones de este tipo durante los veranos, algunos estudiantes se costean después estudios de postgrado a los que no podrían acceder de otro modo.
Ayudas públicas
Pese a la dedicación y constancia con que encaran sus intensas jornadas, las personas que trabajan y estudian a la vez se sienten desamparadas por la Administración, ya que se consideran antes trabajadores que estudiantes, y lo primero anula lo segundo, lo que da como resultado que, si se trabaja, no se tiene derecho a beca. De un tiempo a esta parte, sin embargo, las administraciones parecen haber empezado a comprender la problemática, y algunas de ellas ya planean soluciones. La nueva Ley de Educación catalana, por ejemplo, prevé becas compensatorias para las rentas más bajas y otras que beneficien a los mejores estudiantes para incentivar el mérito académico, con independencia de su situación laboral.
No es el caso de los becarios. Para estos, trabajar constituye una etapa imprescindible de su formación, en muchos casos obligatoria. No obstante, esa exigencia también ha convertido a estas personas en carne de cañón de la precariedad, con horarios y sueldos imposibles, y sin derechos. Presas de la picaresca empresarial. Con la aprobación del Estatuto del Becario en 2006, se logró un gran éxito en materia fiscal: ver reconocida esta actividad en el esquema de cotización de la Seguridad Social. Los estudiantes que realizan un período de prácticas empiezan a cotizar, y las becas postdoctorales se transforman en contrato laboral con cotización por la retribución real recibida, incluido el desempleo.