El mercado laboral español no se desmarca de la senda fijada por otros mercados europeos, centrados en la renovación de sus trabajadores. Los mismos que adoptan el compromiso de trabajar ‘hasta que el proyecto finalice’, ‘durante una campaña determinada’ o ‘hasta que le interese a la empresa’. La consecuencia más inmediata de esta nueva táctica empresarial -basada en optimizar recursos y ahorrar costes- es el aumento del número de prejubilaciones y jubilaciones en España. Así, en los últimos diez años se han incorporado al régimen de prejubilaciones alrededor de 300.000 trabajadores, cifra que se incrementa anualmente a un ritmo de 50.000 prejubilados en nuestro país, tal y como revela un informe elaborado por la escuela de negocios ESADE. Por tanto, la inclinación de los empresarios por rejuvenecer las plantillas; el abaratamiento de los costes mediante ajustes salariales; o el desaprovechamiento del capital humano son algunas de las causas de este fenómeno. Una situación que no sólo afecta al bolsillo de estas personas, sino a su estado de ánimo, y, en definitiva, a su salud.
Después de los 55 años
En los últimos años se ha registrado un incremento de las jubilaciones anticipadas en nuestro país, así como de las prejubilaciones. En algunas ocasiones, es la empresa la que determina por convenio cuál es la edad máxima que “debe” tener el empleado para continuar formando parte de su plantilla; y en otras, según el tipo de profesión (médicos, profesores universitarios, etc.), es el trabajador quien decide a qué edad quiere retirarse del mercado laboral.
De una forma u otra, en los últimos diez años se han incorporado al régimen de prejubilaciones alrededor de 300.000 trabajadores, cifra que se incrementa, anualmente, a un ritmo de 50.000 prejubilados en España, según el estudio elaborado por la escuela de negocios ESADE, ‘Sociedad del Turismo’. Esto se debe a que cada vez es mayor la cantidad de empresas que optan por prejubilar a los empleados más veteranos, con el presunto objetivo de aumentar la competitividad o de abaratar costes. Esta constante no sólo puede causar un impacto perjudicial en las personas que aceptan el cese laboral, sino que también influye de manera negativa en el régimen de pensiones estatal, según una investigación realizada por la Escuela de Postgrado de la Universidad de Navarra (IESE), bajo el título de ‘Las prejubilaciones y su impacto en la persona, en la empresa y en el sistema de pensiones’.
Sandalio Gómez, profesor del IESE y autor del informe, explica que el aumento de las prejubilaciones “apunta a reducir la plantilla a través de una solución no traumática (es decir, sin conflictos o huelgas) y aceptable por los sindicatos”. Por esa razón, numerosas compañías recurren a esta vía. Pero el incremento de las prejubilaciones incide de manera negativa en el mercado laboral, con miles de personas de más de 50 años y menos de 65, que enfrentan grandes restricciones para ‘reingresar’ a este mercado a causa de la edad y de los acuerdos alcanzados con la compañía que lo ha dejado cesante.
La experiencia ¿se valora?
En estos últimos años, la esperanza de vida ha aumentado, situándose la media de vida en los 83 años para las mujeres y en 77 años para los hombres. Si la longevidad, entonces, aumenta, habría que reconsiderar cuál es la edad en la que una persona es ‘mayor’ para trabajar. Al respecto, Gómez destaca que las prejubilaciones “se traducen en un desperdicio de personas con larga experiencia y talento, y un gran compromiso laboral con la empresa”.
En muchos casos, los empresarios sólo tienen en cuenta los costes que acarrean los empleados de larga trayectoria y no consideran el valor añadido que pueden aportar a la empresa. Blas Mohedano, especialista de la consultora empresarial Action Internacional, aconseja a este tipo de empresarios que consideren “si la edad repercute realmente en la eficiencia de los trabajadores mayores de 55 años, ya que la negociación, el cierre de acuerdos o la percepción de confianza, por ejemplo, son factores que mejoran con el paso del tiempo”.
En la misma sintonía, Luís Felipe Díaz Galeano, asesor técnico de la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (CEOMA), pronostica que el descenso de la natalidad provocará una carencia de jóvenes con preparación y sugiere que “las empresas inteligentes aprovechen el aumento de la longevidad de las personas que tienen 60 años, por ejemplo, y aún se sienten jóvenes para trabajar”. De esta manera -concluye- se aprovechará la oferta de mano de obra con el objetivo de apoyar el crecimiento económico y los sistemas fiscales y de previsión social”.
Desempleo
Aunque el desempleo en España se mantiene bajo -8,3%-, los trabajadores mayores de 55 años encuentran serias restricciones para conseguir un puesto de trabajo. Así lo refleja el estudio ‘El trabajo después de los 55 años’, de María Gutierrez-Domenech para La Caixa. En el informe se indica que la tasa de empleo de los mayores de 55 años se centra por debajo del 50% y que la posibilidad de adquirir un puesto de trabajo para mayores de esta edad es escasa.
Respecto de esta situación, Luis Álvarez Rodríguez, presidente del Grupo de Mayores de Telefónica (AGMT), argumenta que “hay personas de 60 años o más que están en condiciones idóneas para seguir trabajando, pero se debe analizar cada situación para ofrecer soluciones diferenciadas, ya sea, llegado el caso, el fin del contrato de trabajo o su continuidad en determinadas condiciones de rendimiento”.
Otras medidas a considerar son la flexibilidad de horarios y la participación y la formación continua con el fin de darle la oportunidad a los trabajadores más antiguos de conocer las nuevas tecnologías y poder posicionarse en el mismo nivel que los más jóvenes.
Las jubilaciones, un problema a largo plazo
El aumento de prejubilados repercute obligatoriamente en la previsión social. El sistema de pensiones en España se organiza de acuerdo con un método de reparto en que las empresas y los trabajadores hacen sus respectivas aportaciones destinadas a los jubilados.
De esta manera se consigue asegurar una pensión para todos los trabajadores, independientemente de las cotizaciones realizadas por cada uno de ellos. Sin embargo, los últimos datos publicados por el Ministerio de Trabajo revelan que los jubilados representan un 17% de la población, cifra que crece en torno al 3% anual, mientras que la población general sólo aumenta a un ritmo de 2%.
Los jubilados representan un 17% de la población, cifra que crece en torno al 3% anual, mientras que la población general sólo aumenta a un ritmo de 2%
Con esta perspectiva, el problema que se puede producir en España en a medio plazo es que el número de trabajadores en activo no sea suficiente para soportar el grueso de las jubilaciones que el Gobierno tiene que pagar. Ante esta encrucijada, el Ejecutivo ha propuesto un proyecto de ley que retrasa la jubilación hasta los 70 años y que pretende fijar la cuantía de las prestaciones computando toda la vida laboral de los trabajadores, en lugar de los últimos 15 años, como se hace actualmente.
El ‘Barómetro europeo de pensiones 2006’, que elabora AON Consulting, coincide en que “se debería retrasar la edad de retiro y, además, apostar más por las jubilaciones privadas”. Actualmente, España se sitúa en el noveno puesto en la lista de países que tienen más jubilados adheridos a los sistemas de jubilación privada.
Díaz Galeano, de CEOMA, advierte de que las personas que ahora tienen 30 ó 40 años posiblemente no lleguen a cobrar las pensiones y por ello se tendrán que tomar medidas como complementar las pensiones estatales con planes privados de jubilación, o con inversiones en productos financieros o inmobiliarios. Esto -aduce- permitirá un mercado mucho más ágil y rentable, muy necesario para las familias.
Por otro lado, también hay que evaluar que los inmigrantes juegan un papel esencial en los aportes a la Seguridad Social. Las regularizaciones en materia de inmigración tienen como consecuencia un aumento de los aportes y, por consiguiente, ayudan a mantener el equilibrio necesario para afrontar las jubilaciones actuales.