Cada verano, mientras los termómetros marcan 40 grados en plena calle, se repite la misma imagen en cientos de empresas: mujeres trabajando con chaqueta o un gran (y calentito) fular que les tapa garganta y hombros. ¡Casi todas pasan un frío terrible en la oficina! Querer subir los grados del termostato del aire acondicionado -pensado para varones de 40 años y 70 kilos de peso- no responde a un capricho femenino, sino a su metabolismo basal. Esta y otras causas, así como posibles soluciones para que las mujeres no “se congelen” en el trabajo, se exponen a lo largo de este artículo.
¡Qué frío! Aire acondicionado en la oficina pensado para hombres
Si es usted mujer y «se hiela» en su oficina, sepa que es un caso normal. Según un estudio publicado en la revista Natural Climate Change, la mayoría de las oficinas establecen su temperatura ambiente de acuerdo a una vieja fórmula de los años sesenta, que toma como punto de referencia el ritmo metabólico de los hombres, en concreto, el de un varón de 40 años y unos 70 kilos de peso ¡vestido con un traje de chaqueta!
El responsable de la fórmula, y de fijar en 21 grados la temperartura óptima para trabajar en un puesto situado en el interior de un edificio, fue el danés Povl Ole Fanger. Pero su propuesta podría estar hoy obsoleta, con millones de mujeres incorporadas al mercado laboral y que pasan frío con este planteamiento.
Por suerte, hay esperanza para que las mujeres no «se congelen» en sus despachos. Investigadores holandeses han actualizado el modelo de Fanger y han buscado una temperatura en la que la mayor parte de las personas se sientan cómodas en verano: 24,5 grados. Para llegar a esta conclusión, han medido la temperatura corporal y de la piel de mujeres trabajadoras en una oficina. Los datos obtenidos han ajustado los de Fanger y se ha logrado esta nueva media metabólica que tiene en cuenta a hombres y mujeres.
¿Y por qué las mujeres son más frioleras?
No hay dudas, ni es algo subjetivo: las mujeres sienten el frío más que los hombres. ¿Por qué? Los médicos explican que, cuando la temperatura desciende, las mujeres cierran a gran velocidad los vasos sanguíneos de la piel y se enfrían antes. Los hombres, en cambio, tienen una mayor masa muscular y grasa corporal que les protege del frío.
La grasa de las mujeres está distribuida de manera uniforme en su cuerpo y hacen fluir mayor cantidad de sangre a sus órganos vitales. Sin embargo, las mujeres mantienen en calor los órganos a costa de las extremidades: para que fluya más sangre hasta ellos, circula menos sangre por las manos y pies. Y, como se sabe, si las manos o pies están fríos, se tendrá frío aunque la temperatura interna se mantenga en 37 ºC.
A esto hay que añadir que las mujeres también sufren más el frío durante la menstruación. En esos tres o cuatro días al mes, «su temperatura corporal puede bajar hasta en un grado», según Mark Newton, investigador de la Universidad de Portsmouth (Reino Unido).
Algunas soluciones para no pasar frío en la oficina
Si por culpa del aire acondicionado de la oficina se pasa frío, se sufre dolor de cabeza y se tiene cada verano anginas, antes que enfadarse con los compañeros, hay quien prefiere abrigarse cada mañana al llegar al trabajo. Sin embargo, hay otras soluciones para evitar convertirse en un cubito de hielo. ¿Cuáles son?
Una de ellas es bien sencilla, al menos en un principio. Se trata de ir a la sección de recursos humanos de la empresa y pedir que se regule el aire, siguiendo las recomendaciones del Ministerio de Empleo y Seguridad Social. Estas no son otras que tener una temperatura «de entre 23 y 26 grados» para conseguir un bienestar térmico global en locales cerrados con trabajos sedentarios. Si así se hiciera, no solo se evitarían faringitis, sino generar menos gasto energético. Además, la compañía saldría ganando, porque, según los expertos, pasar frío en la oficina altera la concentración de las personas y no permite que trabajen a su máximo potencial.
Otra opción es colocar termostatos por zonas, aunque su implantación es más difícil debido a su elevado coste.
También se puede recurrir a la bioclimatización, el uso del proceso natural de enfriamiento por evaporación combinado con la ventilación continua. Es un sistema natural por el que el aire caliente del exterior pasa a través de filtros que ceden humedad y refrescan el aire, filtrándolo y reduciendo su temperatura hasta en 11 grados respecto al exterior. El resultado es una brisa fresca que renueva de manera constante el aire. Aparte de quitar el calor, elimina humos, olores y aire viciado. Además, el ahorro de consumo energético es del orden del 80% respecto a los sistemas convencionales.