Cuando, en el transcurso de un reciente debate electoral en el Reino Unido entre el primer ministro, el conservador Boris Johnson, y el líder de la oposición, el laborista Jeremy Corbyn, este último consideró la posibilidad de instaurar una semana laboral de cuatro días, la audiencia se echó a reír. ¿Lógico? En las organizaciones británicas donde se ha implementado la jornada reducida, dos de cada tres jefes opinaron que el rendimiento de sus empleados había mejorado. El verano pasado, Microsoft experimentó en Japón con una semana laboral de cuatro días y consiguió aumentar las ventas en un 40 %, a pesar de reducir drásticamente las horas de trabajo. Iniciativas similares se han reproducido en países como Estados Unidos o Nueva Zelanda. Y hasta Suecia ha probado la jornada de seis horas y Dinamarca tiene una media de 29 horas semanales. ¿Podría ser esta la próxima gran revolución laboral en España?
Los beneficios de reducir la jornada de trabajo son muchos, independientemente del tamaño de la empresa: el aumento de la calidad de vida del empleado, un mayor tiempo de ocio o una mejor conciliación familiar y personal, además de aumentar la productividad y disminuir el absentismo laboral y mental de los trabajadores.
En España, la ley no lo prohíbe, ya que fija una jornada máxima que luego es mejorada en muchos casos gracias a los diferentes convenios colectivos. «Cualquier comité de empresa puede negociar una semana de cuatro días. Y, como es una medida que redunda en beneficio del trabajador, la empresa podría incluso hacerlo unilateralmente», explica Antonio Fernández, profesor de Estudios de Derecho y Ciencia Política de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Por supuesto, no hace falta pensar mucho para darse cuenta de que un paso como este resultaría muy difícil de dar en sectores como el comercio o la restauración, pero sí sería factible en otros. Tan solo se necesita «hacer un análisis previo del sistema de producción que aclare si es viable o no, sin que por ello bajen los salarios ni se pierda competitividad o productividad», asevera Fernández. A fin de cuentas, se trata de trabajar cuatro días o 32 horas a la semana, no de repartir las 35 o las 40 en ese mismo tiempo.
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Si suena tan bien, y tiene tantas ventajas, ¿es posible importarla a España en estos momentos? «No es que no se pueda, es que estamos en una fase diferente y antes hay que ocuparse de otras asignaturas pendientes. En nuestro país, casi el 30 % de la población activa está trabajando más allá de las siete de la tarde (sin contar hostelería o comercio) y, según la Oficina Europea de Estadística (Eurostat), España es el cuarto país en el que peor se concilia de toda la UE», sostiene José Luis Casero, presidente de la Comisión Nacional para la Racionalización de los Horarios Españoles (ARHOE). «Lo que defendemos es un trabajo digno, un salario acorde a las responsabilidades y un tiempo digno para disfrutarlo», comenta.
Sí se han conseguido avances, como la reducción de jornada por cuidado de niños o mayores, lactancia o adopción, pero falta mucho por hacer. La flexibilidad horaria, el teletrabajo, el control de las horas extra, la reducción del tiempo de comida a una hora como máximo —y salir, claro, una hora antes— y la conciliación son aspectos en los que aún queda mucho por avanzar en España. Mucho margen de mejora en un país que en 1919 se había convertido en la primera nación europea en implantar una jornada laboral de ocho horas, a raíz de la huelga en Barcelona de los trabajadores de la central eléctrica La Canadiense, que duró 43 días y dejó 3.000 detenciones.
Las empresas españolas no gozan de flexibilidad horaria de forma generalizada, «y la conciliación es la gran asignatura pendiente de las empresas españolas, y en especial de las pymes, que representan el 98 % del tejido productivo», añade Casero. En su opinión, hablar ahora de una semana de cuatro días «es una falta de honestidad, ya que hay que avanzar mucho en el modelo socioeconómico de este país para poder plantearse esos cuatro días sin rebajar el salario (…). Sí podría ser una medida correcta para empresas que tengan ya un modelo de conciliación y horarios racionales maduro, y que quieran dar un salto cualitativo».
Entre el presentismo y la desconexión digital
En verdad, resultaría curioso que la conversación se situara en la reducción de la jornada laboral cuando, en muchos casos, nuestra cultura aún adolece de hábitos tan perjudiciales como el presentismo: si el jefe no se va, tú tampoco, por miedo a que piense que, si no estás, es que no trabajas. Calentar el asiento durante horas no es un sinónimo de mayor rendimiento: «Somos la quinta economía de la Unión Europea, pero la novena en productividad, a pesar de trabajar entre 150 y 200 horas más que alemanes, belgas, franceses u holandeses», recuerda Casero. Otro ejemplo: el 30 % del escaso tiempo que los médicos de atención primaria pasan en sus consultas se escapa realizando tareas que no les son propias.
El problema no termina ahí. Según un estudio de Edenred y la consultora Ipsos, el 65 % de los empleados españoles trabaja fuera del horario laboral, una cifra que alcanza el 90 % en el caso de puestos directivos. «Si estás luchando por reducir tu jornada y al final resulta que trabajas siete horas, pero luego te llega trabajo a casa o te llaman al móvil, estás trabajando de forma ilegal», afirma Fernández. Una conquista que está contemplada por la Ley de Protección de Datos Personales y garantía de los derechos digitales, que en su artículo 88 especifica que el trabajador tiene derecho a una desconexión digital, a fin de garantizar el respeto de su tiempo de descanso, permisos y vacaciones, así como de su intimidad personal y familiar. Ser incapaz de desconectar del trabajo «te afecta, además, a la salud y te causa estrés y ansiedad», apunta Fernández.
¿Y qué pasa con las horas extra? El reciente real decreto ley 8/2019 de control horario laboral se aprobó con la intención de acabar con el exceso de horas extra que aún padecen muchos trabajadores y, aunque la encuesta de población activa (EPA) del tercer trimestre muestra un descenso del 10,4 %, no son pocas las irregularidades que están detectando tanto las inspecciones de trabajo como los tribunales.
Avanzar en la racionalización de horarios es, más allá de un deber ético o moral, pura necesidad. «Para los millennials, el primer factor para buscar empleo es el salario, pero el segundo es la libertad de espacio y de tiempo. Si las empresas quieren atraer al nuevo talento, tienen que ofrecer paquetes que sean atractivos para ellos. Las empresas creen que el dinero es lo único, pero hay más cosas», concluye Casero.