Alicia Rodríguez Díaz-Concha lleva quince años luchando por divulgar la realidad tan desconocida como idealizada de la superdotación. Quince años de lucha pacífica por reconocer los derechos de las personas con Altas Capacidades. Madre de tres hijos, uno de ellos superdotado, fue miembro fundadora en 1992 de la Asociación Española para Superdotados y con Talento (AEST). Actualmente es la presidenta de esta asociación, decana en el ámbito nacional, que se organiza al servicio y en ayuda de los niños y adultos superdotados y sus familias. El primer logro de AEST fue el reconocimiento oficial del Ministerio de Educacion y Ciencia (MEC) en 1995 de los alumnos con sobredotación intelectual. Los últimos datos del Centro de Investigación y Documentación Educativa apuntan a que en España existen 300.000 alumnos potenciales superdotados.
Los superdotados registran valores superiores en la inteligencia innata y en la aprendida, incluso en las capacidades artísticas. La superdotación no significa tener ciencia infusa, pero sí poseer de manera manifiesta y cuantitativa un mayor y mejor procedimiento de aprender y relacionar las informaciones recibidas.
Para diagnosticar sobredotación intelectual es necesario que un profesional realice una combinación de pruebas, test específicos y científicos que tienen como objeto descubrir altas capacidades. Evalúan el potencial intelectual, pero también sirven para medir la edad mental y la creatividad. Son muchas las ocasiones en que estas dos últimas variables no traducen lo que se sospecha. Hay que tener en cuenta que la persona arrastra un pesado bagaje de malas experiencias hasta que es evaluada. Por eso, el diagnóstico debe hacerse con propiedad y por expertos. Se puede dar también el caso de que los test manifiesten crestas significativas en los gráficos, digamos contradictorias, que no son causa para desestimar su alta capacidad.
Se considera que una vez cumplidos los 3 años las habilidades en un niño superdotado no responden a precocidad.
La grafía, sin duda, es la más visible, aunque su buena psicomotricidad también es significativa. Y desde luego, el desfase entre edad mental y edad emocional. Llegan a alcanzar una madurez mental superior a su edad cronológica. Además, manifiestan una gran sensibilidad.
Si no reciben estímulos positivos, tanto en la familia como en su centro educativo y en su entorno social, suelen adolecer de toses, dolores de cabeza y vómitos. Aparecen fiebres rebeldes sin justificación, sufren crisis de hiperactividad o de apatía, manifiestan un alto grado de falta de atención. Hay que tener en cuenta que son menores y no saben qué les está afectando, qué les hace diferentes, y eso les lleva a sentirse mal.
Por desgracia, con demasiada frecuencia se yerra en el diagnóstico, y lo que es aun peor, se desarrollan tratamientos a estos niños para controlar su hiperactividad o el déficit de atención, sin buscar la raíz que está motivando esos estadios.
Al igual que los padres y madres vigilamos el desarrollo físico de nuestros hijos, deberíamos atender al desarrollo psíquico, y si hay algo que no alcanzamos a comprender porque a simple vista no se ve, pero sin embargo nos hace dudar de que todo esté en orden, es importante hacerse preguntas y buscar respuestas. El desarrollo psíquico es igual de fundamental que el físico, y para prevenir futuras dolencias debemos tratarlo lo antes posible, ya que la falta de diagnóstico y tratamiento provoca un desarrollo no armónico que puede desembocar en inestabilidad emocional.
Se sienten diferentes desde muy pequeños, y curiosamente suelen vivirlo como algo negativo pues no se sienten felices. La actitud de esconderse es más habitual en las niñas, son más capaces de camuflar su potencial para poder pasar desapercibidas. Los niños suelen mostrar más abiertamente su inconformidad. Pero la cuestión es que se es superdotado, se quiera o no. Cuando se camufla deviene el efecto de Pigmalión negativo, es decir, el niño o la niña es lo que el grupo ha determinado que es. Decimos negativo porque el superdotado termina camuflado en un rol que le han otorgado a costa de sí mismo.
Que tienen que ser brillantes, perfectos en todo, que no precisan nada, que se pasan el tiempo estudiando, que no tienen sentido del humor, incluso que físicamente presentan un aspecto grotesco. La sociedad, basándose en estos mitos busca demostraciones de su inteligencia, e incluso suele manifestar ante ellos miedo a la inferioridad.
No existe una verdadera voluntad en la política educativa, y prueba de ello es que no se destinan recursos para este colectivo. Desde su reconocimiento oficial, no se ha avanzado nada. Son muchos los impedimentos que nos encontramos los padres para realizar diagnósticos y en consecuencia recibir la atención necesaria, en el horario escolar, por ejemplo. Llevamos muchos años en los que lo único que se hace es poner parches, desarrollar experiencias pilotos. En algunas comunidades se programan actividades extracurriculares pero nunca son para todo el colectivo sino para cada caso particular.
Esa fue una de las reivindicaciones que realizó la AEST al MEC. Propusimos que se evaluase a todos los alumnos de Educación Infantil. Por el momento, son los padres y las madres quienes dan la alarma, y en ocasiones somos censurados por ello, como si tratásemos de descubrir algo que no existe.
La formación de estos alumnos se realiza en los centros educativos dentro del sistema de educación ordinario, pero con las adaptaciones curriculares para cada caso. Por tanto, todos los docentes de estos centros deberían estar reciclados en el tema de las altas capacidades, conocer y respetar los ritmos y formas de aprendizajes de estos alumnos, pues a lo largo de su vida laboral es más que seguro que tendrán alguno en sus aulas.
Con la actual Ley de Educación es la única salida que da resultados. Permite al niño alcanzar conocimientos más acordes a su capacidad, pero lo más importante es que le facilita compartir su vida escolar y social con compañeros cuya edad cronológica es más próxima a su edad mental.
No. Existen unas becas educativas, pero no se conceden por tener altas capacidades sino en función de la renta familiar.
Supongo que los que todos conocemos que han aportado a la humanidad sus conocimientos y obras, pero preferiría aprenderme el de los 300.000 alumnos potenciales superdotados, que igualmente puedan aportar sus conocimientos a la humanidad, si el sistema se lo permite.
Desgraciadamente no es un caso aislado. Son muchos los casos documentados en que ante un comportamiento anormal en clase, se alerta a los padres de que sus hijos están infradotados y deberían acudir a un centro especial para estos casos. Se atiende al niño y se confirma que no tiene las facultades limitadas, sino que ofrece unos niveles mayores a los normales. Si le preguntan al niño por qué se comportaba así en clase, la respuesta del niño es muy clarificadora: él no entiende por qué los demás se comportan como lo hacen. Es muy triste, pero es verdad.
