Las situaciones de conflicto, indisciplina o acoso en las aulas no son un fenómeno nuevo en nuestro país, han existido siempre; sin embargo, parece que en los últimos años estas situaciones han empezado a adquirir mayor relevancia, obligando a las distintas administraciones educativas a elaborar diferentes planes de actuación dirigidos a mejorar la convivencia en los centros educativos de nuestro país.
Cristina Satrústegui, responsable de la Asesoría de Convivencia del Departamento de Educación del Gobierno de Navarra y a su vez profesora de Educación Secundaria, nos explica en esta entrevista cuáles son las condiciones más favorables que se deben dar para poder construir y mejorar la convivencia, basándose sobre todo en una interacción de calidad entre los distintos participantes del sistema educativo.
No nos constan investigaciones comparativas de la conflictividad escolar en las últimas décadas, de hecho, en el Estudio estatal sobre la convivencia escolar en la Educación Secundaria Obligatoria realizado entre el Ministerio de Educación, las CC.AA. y la Universidad Complutense en 2007/2008, se concluye que “la convivencia escolar es buena”. Aun así, el hecho de que los problemas de violencia en la escuela, que son un reflejo de la violencia existente en la sociedad, sean minoritarios, tal como se refleja en el estudio, no les resta gravedad ni importancia. Por eso, se están emprendiendo ya en todos los ámbitos educativos actuaciones preventivas para abordar las dificultades de convivencia; a partir de ahora, aprender a convivir debe ser un contenido educativo más y un contenido prioritario.
La disrupción es el mecanismo que dificulta más directamente el proceso de enseñanza-aprendizaje
La disrupción podemos decir que es el mecanismo que dificulta más directamente el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues consiste en que determinados alumnos y alumnas actúan, con o sin intención, obstaculizando las diferentes dinámicas que configuran dicho proceso. Pero también los conflictos interpersonales que se dan en un grupo humano, como es la comunidad escolar, afectan de forma importante a la actuación educativa de sus diferentes integrantes. Hay que tener en cuenta que la educación es relación y por tanto no podemos entender ni desarrollar una educación de calidad sin cuidar y potenciar un contexto relacional positivo.
La mediación consiste en una intervención no forzada en un conflicto de una tercera persona neutral para ayudar a las partes implicadas a que lo transformen por sí mismas. Lo esencial y lo que hace eficaz a esta medida radica en la manera que tiene de resolver el conflicto, que busca acercar y estrechar la relación desde el convencimiento de que siempre es posible una solución pacífica y justa para las partes implicadas.
El alumno mediador no es el responsable de resolver el conflicto, sino de generar una atmósfera positiva
El alumno mediador, aunque no es el responsable de resolver el conflicto, se encarga de generar una atmósfera positiva y de ayuda, procurando que las partes implicadas se comuniquen y comprendan entre sí, facilitando de este modo el acercamiento y la búsqueda conjunta de soluciones; de hecho, los centros educativos que han incluido el instrumento de la mediación concluyen que uno de los resultados obtenidos es la mejora de la convivencia en general.
El mediador debe ser una persona imparcial, flexible, responsable, paciente, empática, que sepa guardar secretos, escuchar activamente, no juzgar, encajar bien los golpes, ser respetuosa, objetiva, honrada y generar confianza. Asimismo, el buen mediador tiene clara su función, no opina ni se posiciona, es optimista, sensible, no agobia y ayuda a clarificar, es positivo y humilde y, por supuesto, ha de tener formación en mediación.
En los casos de acoso escolar generalmente son las familias las que piden ayuda
Depende generalmente de los tipos de conflicto que se generen; por ejemplo, cuando hay un caso de acoso escolar, la petición explícita nos suele llegar de las familias, pero también es frecuente que los centros se acerquen para pedir asesoramiento, tanto en estos casos de acoso, como en otros conflictos graves de convivencia.
Desde el propio centro educativo se pueden desarrollar muchas actuaciones que deben estar reflejadas en su Plan de convivencia; éste debe contener aquellas medidas educativas y preventivas destinadas a mejorar la convivencia, incluyendo tanto los compromisos educativos como un adecuado reglamento disciplinario con sus normas y consecuencias del incumplimiento. Los ámbitos de actuación del Plan de convivencia van desde la gestión, la participación, la acción tutorial o los procesos curriculares hasta las actividades extraescolares, y se centran en cualquier entorno relacional del centro.
La clave está en la implicación de todos los actores de la comunidad educativa
La clave para que un Plan de convivencia funcione radica en la participación de todos los actores de la comunidad educativa, es decir, alumnos, profesores, centros y familias. Hay que tener en cuenta que la falta de disciplina y la falta de implicación de las familias son los principales obstáculos a la convivencia escolar desde el punto de vista del profesorado, de modo que promover un contexto de colaboración y entendimiento entre las distintas partes que participan en la educación será siempre un aspecto muy positivo.
Sí, una de las claves de la mejora es esta formación y si se hace de forma colectiva como equipo docente, mucho mejor.