Con frecuencia, cuando un alumno con capacidades intelectuales normales no obtiene un rendimiento adecuado en la asignatura de matemáticas, se echa la culpa a la “dificultad que conlleva la materia” o simplemente a que “no se le dan bien los números”. Pocos conocen un trastorno del aprendizaje específico que incide en las capacidades de cálculo aritmético: la discalculia. Una disfunción que afecta a un porcentaje de la población escolar (entre el 3% y el 6%) similar a otras más conocidas, como la dislexia o el déficit de atención con hiperactividad (TDAH), y que, si no se trata a tiempo, puede arrastrar un importante retraso educativo.
La discalculia es una disfunción que afecta al proceso de aprendizaje del cálculo en niños con un cociente intelectual normal y que se traduce, en el caso del currículo académico, en un bajo rendimiento en matemáticas. Según el diagnóstico clínico, la discalculia se debe a una menor maduración a nivel cerebral de las áreas relacionadas con el procesamiento numérico. Como apunta Josep M. Serra Grabulosa, doctor en Psicología del Departamento de Psiquiatría y Psicobiología Clínica de la Universidad de Barcelona, el problema estriba en que «los estímulos que se dan en la escuela no son suficientes para acabar de madurar estas regiones cerebrales. Por eso, el rendimiento de los niños con discalculia siempre está por debajo de lo normal».
¿Cómo detectarla?
La edad para detectar un problema de discalculia está entre los seis y ocho años, momento en que se introducen las matemáticas como materia independiente y se puede comparar el rendimiento de unos niños con otros. Pero, ¿cómo se puede reconocer? Antes que nada, es importante distinguir entre un niño al que se le dan mal las matemáticas y otro que realmente tiene dificultades en el aprendizaje de las mismas. La clave para diferenciarlo es que «el rendimiento en la asignatura de un niño con discalculia es bastante inferior al del resto de los alumnos, siempre está dos o tres cursos por debajo del que debe tener», comenta Serra. Además, en la mayoría de los casos, es un retraso que se evidencia tan solo en esta materia, ya que «en el resto de las áreas cognitivas su rendimiento se desarrolla dentro de la normalidad en relación a otros compañeros», añade el especialista.
Aunque no se puede generalizar, existen algunas pistas que pueden evidenciar un trastorno de discalculia, dificultades que puede tener el niño en una o varias áreas:
Los niños discalcúlicos no son capaces de explicar el procedimiento para hallar la solución de un problema
Los profesores son quienes pueden detectar con más facilidad un problema de discalculia. En general, como explica Josep Serra, «son niños que parece que están atentos a las explicaciones, pero cuando empiezan a complicarse no pueden seguirlas. Serra apunta también que otra de las características de los niños discalcúlicos es que «no son capaces de explicar qué procedimiento han utilizado para hallar la solución de un problema y tienden a dar respuestas automáticas».
¿Se puede corregir?
Este trastorno del aprendizaje puede arrastrar un importante retraso educativo y afectar incluso a la vida diaria. Es posible que se den casos de adultos con discalculia que no pueden ni siquiera realizar unas compras, porque no son capaces de calcular si le han dado bien o no el cambio, o no saben cuantificar los precios de las cosas. En los niños, esta dificultad puede causar también problemas de actitud. Con frecuencia se muestran a la defensiva, porque están muy presionados por el rendimiento del resto de los compañeros. El trastorno crea una frustración y ansiedad en el niño que le puede llevar a la desmotivación o falta de interés, tal y como explica el psicólogo Josep Serra.
Para corregir la discalculia hay que reeducar al niño
La buena noticia es que esta disfunción tiene solución. Para corregirla hay que reeducar al niño. Como matiza Serra, «un niño con discalculia no significa que no puede aprender, sino que necesita recorrer un camino más largo que los demás». La reeducación ayuda a madurar mas rápido las zonas afectadas y consigue «que el nivel en el procesamiento matemático se acabe ajustando a la edad», añade. Este camino no consiste en insistir en lo mismo que se ha hecho en clase una y otra vez, sino en enseñar al niño a aprender a manipular los números desde distintas perspectivas y huir de procedimientos memorísticos, en definitiva, una enseñanza más práctica del sentido numérico. En lugar de enseñar a un niño que 3×4 son 12, hay que lograr que sea consciente de que 12 se puede representar también como 12+0 o como 8+4. Serra aconseja que la reeducación se lleve a cabo como mínimo durante un curso académico, se le dedique entre dos y cuatro horas semanales y se lleve a cabo por un especialista, ya sea un psicólogo o un psicopedagogo.