Investigadores de la Universidad de Illinois afirman que el comportamiento de una abeja puede deducirse por los genes activados en su cerebro. La posibilidad de predecir la tarea de un insecto en una colmena gracias a la genética implica que hay una relación mucho más estrecha de lo que se creía entre genes y comportamiento.
El entomólogo Gene E. Robinson, investigador principal del estudio ha declarado que han descubierto una clara firma molecular en el cerebro de la abeja que está estrechamente asociada con el comportamiento. «Esto nos da una sorprendente visión del genoma como una entidad dinámica, más involucrada en la modulación del comportamiento en el cerebro adulto de lo que pensábamos». Un argumento de peso para quienes defienden la denominada genética del comportamiento, según la cual características humanas como la violencia y la inteligencia tendrían su origen en los genes.
Para comprobar la influencia de los genes en ese fenómeno, los investigadores tomaron 60 ejemplares de abejas niñeras y forrajeras e identificaron qué genes estaban activados en cada grupo. En su juventud, las abejas hacen el papel de niñeras, mientras que en una segunda etapa su ocupación es la búsqueda de néctar y polen fuera de la colmena.
Posteriormente, un programa de ordenador pudo determinar -acertó en 57 casos de los 60- cuál era la ocupación de cada una de las abejas a partir de sus genes.
Se sabía que la diferente ocupación de una abeja depende de su edad, de la necesidad del enjambre y de la química y estructura cerebral. El estudio de los investigadores de la Universidad de Illinois añade los cambios en los genes activados en el cerebro a los factores que condicionan la división laboral entre las abejas.