La vida no existiría sin el oxígeno. Para que no se agote es necesario el equilibrio del «ciclo del carbono»; es decir, que las plantas absorban la misma cantidad de dióxido de carbono (CO2) que se libera a causa de otros factores (quema de combustible y vegetación, descomposición de materia orgánica, respiración de animales). Por este motivo, siempre se han considerado importantes los bosques y la vegetación, que al realizar la fotosíntesis absorben CO2 y equilibran el ciclo.
Sin embargo, el 50% de la fotosíntesis se realiza bajo el mar, algo a lo que se ha dado tradicionalmente poca importancia. La razón quizá sea que los organismos fotosintéticos marinos son muy pequeños. De hecho, sólo suponen el 1%, en cuanto a biomasa, del total de criaturas «fotosintéticas» del mundo. Las plantas terrestres representan el 99% restante.
Carlos Pedrós, profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), asegura que «los microorganismos marinos son más eficientes que las plantas terrestres, ya que la importancia en cuanto a fotosíntesis se refiere es 50 veces mayor que su masa». Esta mayor eficiencia conlleva que cualquier descubrimiento sea muy importante.
Y es en este contexto donde aparecen los investigadores Alexis Dufresne, de la Universidad de París, Gabrielle Rocap, del Oceanográfico de la Universidad de Washington (EE.UU.), y Brian Palenik, del departamento de Biología Marina de la Universidad de California (EE.UU.). Cada uno, por su lado, ha secuenciado el genoma de un microorganismo marino, Rocap el de dos. Los cuatro organismos juntos (del tipo de las cianobacterias) «son responsables de dos tercios de la fotosíntesis que se realiza en el mar», según publican las revistas «Proceedings» y «Nature».
Nuevas puertas
La importancia de la secuenciación es clave para el conocimiento de las ciencias naturales. «Con ella -afirma el profesor Pedrós- se abren las puertas hacia un nuevo mundo que nos permitirá entender mejor la naturaleza». Sin embargo, el proceso será lento. «Analizar esto -asegura- llevará años, ya que la cantidad de información es brutal». Conocer el genoma de estos organismos también «permitirá comprender mejor la evolución de los seres vivos», asegura Pedrós. «Tener la secuencia de cianobacterias parecidas -explica- permitirá comparar y saber el motivo por el cual unas se adaptan mejor a ciertas circunstancias y cuáles son los genes que permiten el proceso».
«Confrontar los genomas también ayudará a definir cuáles son los genes esenciales para que un organismo realice la fotosíntesis», destaca. Y esto puede mejorar las predicciones térmicas. «La acumulación de dióxido de carbono en la atmósfera es lo que hoy provoca el efecto invernadero (incremento global de las temperaturas)». «De ahí que -prosigue- conociendo los genes que permiten la fotosíntesis, se puedan mejorar las predicciones respecto a los cambios climáticos».
El estudio de las secuencias también aportará datos sobre la evolución. «Al tener cuatro organismos parecidos, pero distintos, se podrán comparar los genes y su repercusión en las circunstancias en las que vive cada uno», concluye Pedrós.