El asteroide que, hace unos 65 millones de años, abrió un cráter de 180 kilómetros de diámetro en Yucatán (México), pudo no ser el causante, como se cree, de la desaparición de los dinosaurios, según un estudio de un equipo multinacional de científicos, dirigido por la geóloga Gerta Keller. El trabajo, que aparece hoy en la revista «Proceedings», de la Academia Nacional de las Ciencias de EE.UU., fecha el impacto 300.000 años antes de lo que se pensaba, lo que descartaría al meteorito como causante del final de los dinosaurios. Sin embargo, dos de los autores creen que los datos no son definitivos.
El equipo de científicos del Proyecto Internacional de Perforación en el cráter de Chicxulub consiguió, entre diciembre de 2001 y marzo de 2002, un testigo de 1.500 metros de longitud. La muestra del subsuelo, conocida como Yaxcopoil-1, se obtuvo a 40 kilómetros al sur de Mérida y a 60 del centro del cráter. A 794 metros de profundidad, hay roca «resolidificada» tras ser fundida por el choque y, encima de ella, 50 centímetros de carbonatos con pequeños fósiles típicos de finales del Cretácico. Es la interpretación de esos microfósiles lo que divide a los autores.
Keller mantiene que ese medio metro de sedimento -equivalente a unos 300.000 años- conlleva que el impacto de Yucatán no provocó directamente la extinción de los dinosaurios, sino que fue uno más de los choques cósmicos que, unidos a erupciones masivas y a un cambio climático, derivaron en ella. Los geólogos mexicanos Rebolledo-Vieyra, del Laboratorio de Ciencias del Clima y del Medio Ambiente del CNRES francés, y Jaime Urrutia Fucugauchi, director del Instituto de Geofísica de la Universidad Nacional Autónoma de México, piensan que las pruebas no son concluyentes.
Frente al depósito de fósiles durante cientos de miles de años, los geólogos mexicanos no descartan que llegaran ahí por procesos erosivos, reacomodaciones del terreno y filtraciones. «Hacen falta más datos», argumenta Rebolledo-Vieyra, cuyos «estudios de paleomagnetismo indican que el choque ocurrió muy cerca del límite entre el Cretácico y el Terciario (K-T), pero son muy ambiguos». El límite K-T, por encima del cual no hay dinosaurios, se caracteriza en todo el mundo por una gran acumulación de iridio, un metal raro en la corteza terrestre, pero común en ciertos meteoritos.
El cráter de Chicxulub fue descubierto en 1981 e identificado como el de la desaparición de los dinosaurios a principios de los 90. «Si ponemos en una balanza todas las pruebas, es evidente que fue este asteroide el que provocó la extinción», señala Rebolledo-Vieyra. La duda que suscita el nuevo estudio -«como científicos, tenemos que considerarla»- obligará a los expertos a buscar más pruebas. «Hablar de otros impactos es probabilísticamente muy difícil, aunque de momento no se puede descartar», concluye el geólogo mexicano.
Extinción masiva
La súbita desaparición de los dinosaurios hace 65 millones de años, junto con al menos el 50% de todas las especies que entonces vivían en la Tierra, es conocido como el evento K-T (Extinción Masiva Cretácico-Terciario). Muchos geólogos y paleontólogos apoyan la teoría de que un gran asteroide o cometa que impactó en la Tierra causó una catástrofe global que llevó a esta extinción.
El cráter de Chicxulub tiene la edad correcta (65 millones de años) y es consistente con el impacto de un asteroide de 10 a 20 kilómetros de diámetro. Muchos científicos piensan que el calor y el polvo del impacto del asteroide podrían haber causado la extinción K-T. El calor abrasador habría destruido la vida y el polvo lanzado a la atmósfera habría originado un oscurecimiento mundial, deteniendo la fotosíntesis y haciendo bajar las temperaturas. Los animales que se alimentaban de vida vegetal habrían muerto de hambre y los depredadores se habrían cazado unos a otros hasta que también desaparecieron.